Las comunidades indígenas, víctimas ancestrales del abandono y la discriminación, enfrentan ahora la amenaza del crimen organizado.
Los sicarios invaden estos territorios y arrinconan a sus pobladores: huir, adaptarse o defenderse son las únicas opciones que tienen para sobrevivir.
El 'Coyote' ordena a la 'Pantera' que suba al bosque acompañado del 'Diablo'. En la vieja comisaría, que ahora es el cuartel de la ronda comunitaria de San Francisco Cherán, casi todos tienen nombres de animales para que nadie de fuera sepa quiénes son.
Hasta hace cinco años, los hombres que hoy visten uniformes militares eran maestros o campesinos. Nunca habían disparado un arma, tenían una vida ordinaria y vivían del bosque. Pero el 15 de abril de 2011, cansados de que un grupo de talamontes explotara sus áreas naturales, controlara sus carreteras para pasar droga y corrompiera a las autoridades, decidieron echar al crimen y, con él, a gobernantes y policías. Se les fueron encima con piedras y cohetes. Cientos de indígenas se defendieron de narcotraficantes coludidos con el gobierno municipal y, a partir de entonces, decidieron cuidarse a sí mismos. Crearon sus propios códigos de seguridad, se entrenaron unos a otros, tomaron los viejos rifles de los municipales y perdieron sus nombres. Ahora 90 hombres con apodos de animales protegen a 18.000 cheranenses.
'Algo teníamos que hacer, estaban acabando con nosotros'.
En este municipio de Michoacán, en el centro de la meseta purépecha, donde se concentran la mayoría de los 117.221 habitantes de esta etnia (un 2,6% de la población del estado), se ha consolidado un gobierno comunitario único en el país, en el que no hay presidente municipal, policía, ni partidos políticos. Los purépechas han creado su propio gobierno por usos y costumbres para luchar contra grupos criminales como Los Caballeros Templarios, que dominan en el resto de la región.
La sede de 'la ronda'— como se le llama a las policías comunitarias en los pueblos purépechas — es un edificio semivacío ocupado por unas cuantas literas maltratadas y un par de viejos escritorios. Hay un cuarto gris y frío que funciona como cárcel. Un hombre pasa todo el día pegado a una radio destartalada, mientras el resto de los comuneros patrullan el pueblo y parte del bosque.
Después de tomar café, 'Pantera' y 'Diablo' obedecen a su jefe, se levantan de un par de sillas plegables e intentan arrancar una camioneta descompuesta que hasta hace cinco años era propiedad de los policías municipales. Otro furgón lleno de madera, confiscado a los contrabandistas, está estacionado junto a una fila de vehículos. Buscan algún auto que funcione para patrullar.
'Diablo' dice que cuando entró a 'la ronda' sabía que tal vez no regresaría. A varios conocidos suyos los habían matado o desaparecido. Las mafias que operaban en este municipio michoacano, al suroeste del país, saquearon toda la madera del terreno en el que vivía su familia y luego lo quemaron. Se quedó sin nada. "Algo teníamos que hacer, estaban acabando con nosotros", dice el ahora comunero montado en la patrulla.
Maestros y campesinos se convirtieron en policías para defender su pueblo. A la derecha 'Coyote', jefe de la ronda de Cherán.
Es marzo y hace dos días cayó la primera nevada del año. 'Pantera' sube la calefacción y aprieta el pedal de la camioneta, que cruje entre los caminos de terracería hacia el monte San Miguel, del que destaca una cima blanca. Su deforestación desató la furia de Cherán, un pueblo purépecha que desde tiempos prehispánicos ha defendido con celo su territorio.
Cherán significa asustar, según sus habitantes, quienes presumen de unión, fuerza y orgullo indígena, por ejemplo, al hablar de Casimiro Leco, un general descendiente de una familia de guerreros y médicos tradicionales, que peleó durante la Revolución para proteger su pueblo. A mediados del siglo pasado en Michoacán se celebró el primer Congeso Indigenista Interamericano. De aquí también surgió el antecedente de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas . "Cherán agacha la cabeza, pero mientras tanto piensa cómo se va a levantar", comenta un abogado purépecha unos días antes frente a una chimenea. "Nosotros nos levantamos aunque se mueran los nuestros". Bajo esa lógica, los purépechas se transformaron en sus propios policías.
'La ronda' sobrevive en condiciones precarias. Su equipo es heredado, su personal carece de capacitación. 'Pantera' y 'Diablo' portan como uniformes las viejas chamarras de los ex policías municipales. Si aceptaran la propuesta del gobierno de Enrique Peña Nieto de incorporarse al Mando Único Policial, un plan que pretende unificar a las policías de todo el país, los comuneros recibirían nuevo equipo, municiones y entrenamiento. Pero consideran que la única alternativa para preservar su seguridad es mantenerse autónomos, sin partidos políticos ni personas ajenas que puedan corromper su nueva forma de organización.
'Cherán agacha la cabeza, pero mientras tanto piensa cómo se va a levantar... aunque se mueran los nuestros'.
"Ellos (el gobierno federal) quieren tener un tipo de acuerdo, pero si nos uniéramos al Mando Único volveríamos poco a poco a la situación de corrupción en la que estaba la policía antes", afirma 'Coyote', el actual jefe de 'la ronda'.
Cherán está cercado por tres barricadas donde los comuneros vigilan desde una caseta. A los alrededores hay neumáticos viejos y sacos de arena apilados. Este enclave fortificado de manera artesanal podría ser una utopía en Michoacán, uno de los estados más azotados por la violencia en México, en el que en promedio dos personas son asesinadas cada día.
Las comunidades vecinas sufren aún los estragos de la violencia y la extorsión de Los Caballeros Templarios. A tan solo 10 minutos, en Nahuatzén, echaron al alcalde Miguel Prado por sus supuestos vínculos con un líder del crimen organizado. Los pobladores se han enfrentado desde octubre a la policía. Varios han desaparecido.
Aunque Cherán inspiró a otros pueblos purépechas como Urapicho, Turicuaro, Cherato, Cheratillos, Oruscato y 18 de Marzo a buscar su autonomía, en ninguno se derrocó al gobierno convencional ni a las policías que, según la Comisión Nacional de Seguridad, en Michoacán están infiltradas en un 90% por el crimen. En Tierra Caliente, donde hace tres años varios municipios intentaron seguir su ejemplo, gran parte de las autodefensas han desaparecido o están ligadas a las mafias.
'[El gobierno] quiere un acuerdo, pero volveríamos a la situación de corrupción en la que estaba la policía antes'.
A cinco años del levantamiento, en Cherán persiste una calma sospechosa en comparación con la violencia en los otros pueblos. Sus pobladores aseguran que el éxito de su gobierno es no haber permitido que alguien ajeno a la comunidad entrara y que todos sean purépechas.
El último informe de la Procuraduría General de Justicia de Michoacán revela que cada día se registran 98 delitos en el estado (a lo largo de 2015 hubo 12.421), siendo los más recurrentes el robo de vehículo y el homicidio. No obstante, las comunidades también denuncian desapariciones y desplazamientos forzados que no han sido documentados por las autoridades. Con el levantamiento, esto dejó de pasar en Cherán, que se convirtió en el municipio más seguro. Según 'Coyote', el jefe de la ronda, los mayores problemas son las lesiones y el robo de ganado. En Michoacán, la tranquilidad es una anomalía.
Talamontes y narcolaboratorios: el origen de la revuelta
'Pantera' conduce entre los mismos bosques que arrasaron los talamontes durante tres años. "Por aquí pasaban hasta 100 camiones llenos de leña", cuenta el policía comunitario, un moreno de voz firme y ronca que cubre su cabeza con una gorra. Cada pino se vende en unos 3.000 pesos. El crimen devastó unas 7.000 de las 27.000 hectáreas que rodean Cherán.
"Allí el Ejército encontró el mayor narcolaboratorio del estado", indica 'Pantera' al señalar un cerro. "Hacían metanfetamina". Un año después del levantamiento de 2011, los militares descubrieron una cocina con 600 kilos de cristal en 11 tambos de plástico. De los 1.323 narcolaboratorios decomisados en México entre 2006 y agosto de 2015, más de un tercio (406) se encontraron en Michoacán, según la Secretaría de Defensa Nacional.
Cuando 'la ronda' comenzó los comuneros solían encontrarse tambos de precursores químicos entre los mismos bosques que los criminales talaban. Los cheranenses cuentan que desde 2008 miembros de la Familia Michoacana o sus mutaciones (La Empresa, Los Caballeros Templarios, La Nueva Familia Michoacana), en aquel entonces liderados por Cuitláhuac Hernández, alias 'El Güero'— quien fue asesinado en 2012 — , se apoderaron de los caminos y utilizaban a las autoridades municipales como protección.
En medio del bosque hay una decena de vehículos quemados que recuerdan el día en que Cherán vivió su revolución.
"Sacaban buen billete, además de los secuestros, las extorsiones. A nosotros nos tocó pagar por un tío 250.000 pesos. Nos lo entregaron todo marcado, morado, torturado", recuerda 'Pantera', quien, por ser exmilitar, era de los pocos que ya sabía manejar armas cuando entró a 'la ronda'. A otro de sus primos, recién regresado de Estados Unidos, dice que lo desaparecieron por meterse con un hijo de 'El Güero'.
Al propio 'Pantera', que después del Ejército emigró a Estados Unidos para trabajar en una fábrica de tabaco en Kentucky, le llamaron hace unos años diciendo que tenían a su esposa y a su hija, cuando en realidad ellas paseaban por la plaza. Él se negó a pagar y el Ministerio Público en Cherán no quiso atender su denuncia. "Estaban todos coludidos. Por eso en 'la ronda' no se admite a policías de fuera, traen a pura gente malita", cuenta el comunero, que cambia de alias cada seis meses por seguridad.
Hasta hace poco, los miembros de 'la ronda' no daban la cara ante las cámaras por miedo a las represalias. "Al principio era más peligroso porque los malos estaban reunidos y querían entrar. Mataron a dos acá en el cerro. Ahí es donde más coraje te entra porque apenas iban a almorzar y les entraron por detrás. Fue venganza total", comenta 'Pantera' desde La Cofradía, el ojo de agua donde se originó la revuelta de su pueblo. El día que los talamontes llegaron a este lugar lleno de troncos cortados, Cherán se levantó.
El día en que el pueblo se cansó
En medio del bosque, en lo que es ahora un recinto deportivo, se encuentra una decena de vehículos quemados. Unas esculturas deformes de lámina chamuscada se ven escondidas entre encinos y pinos. Los pobladores le llaman a este lugar el Museo del Sitio (del levantamiento), que recuerda el 15 de abril de 2011, día en que Cherán vivió su revolución. "Los trajimos para no olvidar el sufrimiento de Cherán", dice Samuel Rosas, funcionario del Consejo de Conciliación y Procuración de Justicia. Aquella madrugada el pueblo se detuvo por unos segundos cuando se escuchó el sonido de las campanas en la capilla del Calvario, a unos diez minutos de donde se encuentra el museo.
Un grupo de mujeres purépechas, hartas de ver los camiones de madera pasar todos los días frente a sus casas, detuvieron a un grupo de criminales y los retuvieron en una construcción abandonada. Algunas de ellas habían perdido ya a sus esposos por haberse opuesto a la explotación del bosque. A Tirso Madrigal lo desaparecieron por poner una valla para impedir la tala. Armando Gerónimo Rafael y Rafael García fueron asesinados al intentar dialogar con los talamontes. Plácido Fabián Ambrosio murió durante un intercambio de tiros. Cuando los talamontes llegaron al ojo de agua, el pueblo no podía soportar más.
"Empecé a escuchar los cohetes y las campanadas. Era un zafarrancho. Toda la comunidad empezó a ir a la iglesia para sacarlos", recuerda Seferiana Fabián, quien ahora preside el Consejo de Mujeres. Los pobladores llevaban sólo piedras y palos para enfrentarse a los talamontes, que portaban armas largas y a quienes escoltaba la policía municipal.
'Empecé a escuchar los cohetes y las campanadas. Era un zafarrancho. Toda la comunidad empezó a ir a la iglesia para sacarlos'.
Dolores Santa Clara, quien ahora dirige el Consejo de Programas Sociales, se preparaba para dar clases cuando un grupo de padres entró a la escuela en la que trabajaba para llevarse a sus hijos. Entonces decidió unirse a la turba. A lo largo de la mañana, recuerda, el resto del pueblo fue llegando a El Calvario. Otros talamontes, relacionados con los Caballeros Templarios, llegaron también para rescatar a sus compañeros y empezaron a disparar contra la población. A Eugenio Sánchez le cruzó una bala por la cabeza y lo dejó ciego.
Un grupo de pobladores fue a las tres entradas de Cherán para instalar las barricadas que hasta hoy impiden la entrada de desconocidos o posibles sospechosos. Otros se organizaron y empezaron a prender fogatas en cada esquina de los cuatro barrios [Karhakua, Jarhukitini, Ketsikua y Parikutini]. "Se creó una nueva convivencia entre la comunidad. Todos empezamos a cooperar y a organizarnos", señala Santa Clara.
En las fogatas, los pobladores volvieron a sentirse seguros mientras cocinaban, debatían y se cuidaban unos a otros. De allí salieron sus próximos gobernantes. Cada esquina encendida era su medio de comunicación más directo. La señal de celular se pierde constantemente en el pueblo. Si se tronaba un cohete significaba que todo estaba bien. El sonido de dos implicaba que en ese momento alguien era atacado.
El presidente municipal Roberto Chapino, del PRI, huyó de Cherán. Desde entonces se asumió el lema "en Cherán ni un partido más".
Cada jueves, la fogata 13, del barrio cuarto, vuelve a encenderse. Este fuego es símbolo de la lucha de este pueblo.
A finales de 2011, el municipio recurrió al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para impedir la instalación de urnas electorales y solicitar que se les permitiera regirse por un sistema alejado de partidos políticos. Después de una consulta, se decidió que Cherán se basaría en sus usos y costumbres para elegir a sus autoridades. En enero de 2012 se eligió por primera vez a los 12 'keris', los representantes del Consejo Mayor, de acuerdo con la tradición purépecha.
En mayo de 2015 se renovó el gobierno. Algunos disidentes del nuevo sistema se reunieron durante las elecciones para pedir el regreso de los partidos tradicionales. El municipio indígena ha vivido varias crisis políticas en su intento por construir un nuevo sistema de gobierno.
Cinco años después del levantamiento, Cherán continúa con un gobierno que no se había visto en resto del país. "Ha disminuido muchísimo el presupuesto y nos ponen muchas trabas por ser autónomos. No tenemos recursos", dice Rosas, del Consejo de Conciliación y Procuración de Justicia.
Su mayor reto es armonizar los usos y costumbres con las leyes convencionales. "Les está costando mucho reforzar esta forma de gobierno porque no es sólo la estructura sino su forma de proceder como sociedad. Hay grandes obstáculos del Estado al no reconocer sus figuras legalmente", explica Teresa Palmeros, abogada del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), un grupo de voluntarios que trabaja junto con la iglesia para capacitar a la población en economía social, gobierno comunitario, justicia restaurativa y reconciliación familiar.
'Ha disminuido muchísimo el presupuesto y nos ponen muchas trabas por ser autónomos'.
Cherán no es una utopía. Es un pueblo que cansado de la violencia decidió darse su propia forma de gobierno. "No es utópico, es real por su misma situación. No es un gobierno autónomo, ni un estado dentro de un estado. Recibe recursos de la Federación y del Estado. Es un municipio que se rige por usos y costumbres. Legalmente, hay una cuestión que se está generando para que su sistema sea respetado en sus instituciones. Hay que ir checando cómo se construye esta nueva opción política que concibe al Estado de otra manera", agrega Ricardo Marchand, también abogado del CIAS.
Cada jueves, la fogata 13, del barrio cuarto, vuelve a encenderse. A las diez de la noche, un par de mujeres cargan la leña y prenden el fuego. Llevan consigo agua caliente y té para pasar un par de horas. Un grupo de hombres se une más tarde después de jugar baloncesto. Es la única fogata que se mantiene cada semana. El resto se reúne por cuestiones puntuales o una vez al mes. Pero los vecinos de esta esquina decidieron seguir con la luz encendida porque en Cherán todavía hay mucho que construir. Allí hablan de los problemas del pueblo, se ponen al día e intercambian novedades. Consideran que todavía no es momento de apagarlas.
"En la fogata uno se vuelve a sentir seguro. Estamos juntos. Nos cuidamos", apunta María, una mujer en sus treintas, que durmió a sus hijos antes de ir a la fogata. Hay unas ocho personas alrededor del fuego. Explican que posiblemente ello se debe a las bajas temperaturas. Pero María cree que aunque nieve hay que mantener la fogata. Las mujeres que hicieron el fuego calientan sus pies. No hablan. Sólo escuchan. Pasan unas horas con sus vecinos.
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