Melesio Beltrán Medina, presunto sucesor de Manuel Torres Félix, el Ondeado, fue asesinado en la colonia Morelos, de Culiacán.
El cuerpo del Mele —como se le conocía en el mundo criminal—, fue dejado en las escaleras de la Clínica de Rehabilitación y Especialidades.
Fuentes policiacas aseguraron a que posiblemente los mismos cómplices de Beltrán Medina lo llevaron allí para que fuera atendido, pero que murió en el trayecto, pues ya no se pudo hacer nada por él.
De 38 años de edad, el Mele, según las mismas fuentes, presentaba un impacto de bala en el pecho, lo cual le ocasionó la muerte.
Entre once y doce de la noche, la Policía recibió el reporte de que en la colonia Morelos se había suscitado un enfrentamiento a balazos. Minutos después, recibieron otro reporte, éste donde les avisaban que en la Clínica de rehabilitación un grupo armado había dejado un cuerpo.
Melesio Beltrán Medina había estado preso en el penal de Aguaruto en 2010, después de que fuera detenido por el Ejército en Tepuche. Los hechos ocurrieron el 15 de febrero de ese año.
El Ejército informó esa vez que cuando patrullaban por el pueblo, fueron atacados y al repeler la agresión murió uno de los sicarios, quien fue identificado como Joel Octavio Villarreal Aguilera, de 18 años, con domicilio en la colonia Miguel Hidalgo.
El Ejército detuvo a tres personas más, entre ellos al Mele, quien recibió un balazo de G3 en la mandíbula. Un año y medio después Beltrán Medina obtuvo su libertad.
El 22 de febrero de 2012, el Mele se encontraba en la colonia Guadalupe Victoria cuando una célula del grupo Los Ántrax fue atacada y donde murieron cinco gatilleros de esta banda criminal. El Mele salió ileso.
I
A Melesio Beltrán Medina le salió el tiro por la culata. Junto con un grupo de gatilleros que operan en el sur de Culiacán, llegó a la colonia Morelos para levantar al hermano menor de César Alberto Acosta Cháirez, asesinado el lunes 19 en un centro comercial de la colonia Barrancos.
Parecía que los estaban esperando. Al llegar a la casa, por la calle Juan de Dios Bátiz y Guadalpe Victoria, el muchacho de apenas 21 años de edad, abrió la puerta y disparó, dándole al Mele un balazo en el pecho. Cuando cayó al suelo herido, sus cómplices decidieron auxiliarlo.
Lo levantaron, lo subieron a una camioneta Tacoma y se marcharon con rumbo a la carretera Sanalona. Lo llevarían a la Clínica de Rehabilitaciones y Especialidades con la idea de salvarle la vida. Le habían dado en el pecho y agonizaba. Cuando llegaron al nosocomio, Melesio Beltrán Medina ya había muerto. Lo dejaron en las escaleras y huyeron del lugar. Minutos después se llenaría de soldados y policías.
Fue el miércoles por la noche. Dos día antes, el atardecer del lunes 19, César Alberto Acosta conducía un Volkswagen sedan color blanco, sin placas, por la colonia Barrancos, cuando se dio cuenta que traía “cola”. Se introdujo en el estacionamiento del centro comercial Soriana ubicado en ese sector y se bajó de prisa empuñando una pistola calibre .38. Corrió y los gatilleros del Mele lo persiguieron hasta alcanzarlo. El sicario se defendió pero fue abatido con fusiles AK-47, cuernos de chivo, en uno de los departamentos de la tienda, a donde se había introducido, causando pánico entre empleados y clientes.
II
Se sabría entonces que César Alberto Acosta, conocido ahora como el Chiky Spay, había sido detenido junto con Gonzalo Inzunza Izunza, el Macho Prieto, el amanecer del 5 de mayo de 2005 en el malecón de Mazatlán, cuando viajaban en un vehículo Jetta color negro sin placas y una camioneta Ford Lobo color blanca.
La policía municipal les hizo una revisión y encontraron un arsenal. Fusiles, una bazuca, granadas, pecheras, pistolas, cargadores de disco, parque, dinero y joyas. Eran ocho en total, todos culiches, y los ocho fueron conducidos a los separos de la policía preventiva. Pero al ser presentados a los medios, solo aparecieron seis.
Los detenidos fueron presentados como: Cándido Roche Ortiz, José Miguel Castro González, Alberto César Acosta Cháirez, Fabián Montes Aragón y Abraham Alberto Salcedo Hernández, de 20, 22, 23, 26 y 26 años, y un menor de edad.
Las autoridades policiacas fueron cuestionadas pero siempre negaron que hubieran sido ocho los detenidos. Sin embargo, había evidencias. Se habían tomado fotografías del cateo, de los policías y de los detenidos y ya se habían publicado. Dos de ellos no aparecieron en el acto de presentación. Uno era Gonzalo Inzunza y el otro Ismael Bernal Cristerna. Uno aparece en dos fotografías sentado en la caja de una patrulla; el otro parado mientras discute con la policía. Se sabría después que pagaron una fuerte suma de dinero por ser liberados.
No pasó mucho tiempo para que los detenidos esa mañana fueran puestos en libertad. La propia PGR emitió un boletín donde daba cuenta de los hechos y los consignaba por posesión de armas de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas y delincuencia organizada. Pero a los meses ya se habían reintegrado a las células del Macho Prieto. Entre ellos César Alberto Acosta Cháirez.
Años después, el 30 de julio de 2013, el Mongol fue asesinado de carro a carro en la colonia Buenos Aires de Culiacán, después de ser perseguido durante varios minutos en el sur de la ciudad. En diciembre de 2013, el Macho Prieto se enfrentó con la Marina en Puerto Peñasco, Sonora. Hasta la fecha no hay un informe oficial sobre su presunta muerte.
III
Una vez que los sicarios dejaron el cuerpo del Mele en la clínica ubicada por la carretera Sanalona, en la colonia Miguel Hidalgo, regresaron a la colonia Morelos ya con refuerzos, para buscar a su objetivo, pero no lo encontraron. Continuaron la búsqueda a través de un cuñado, Juan Francisco Valdez Román, al cual levantaron en su casa de El Palmito y obligaron a que los llevara a los lugares posibles donde estuviera escondido. Fue así como llegaron hasta él. Se los llevaron con rumbo a Navolato. Fue una operación fulminante. El cuerpo del cuñado fue encontrado al amanecer por la carretera Benito Juárez, en las inmediaciones de La Platanera, Navolato. Tenía las manos atadas con cinchos de plástico y la cara desfigurada. Se encontraron en el lugar dos casquillos, uno calibre 45 y el otro, 9 milímetros.
Horas más tarde, alrededor de las once y media de la mañana, la policía recibió el reporte de que un cuerpo se encontraba en una cuneta, sobre la misma carretera, a la altura del kilómetro 15-400, cerca del poblado El Batallón, también municipio de Navolato.
Acudieron policías y forenses y encontraron el cuerpo de un joven de 21 años de edad, vestido con pantalón de mezclilla y playera negra. Tenía solo un balazo en la nuca calibre 9 milímetros, sin huellas de tortura.
Era Irving Acosta Cháirez, el hermano menor del Chiky Spay.
IV
Tal vez nunca se sepa si cuando Omar Aristeo Acosta Cháirez se levantó de su cama de cemento, ese jueves, ya sabía que su hermano menor había matado a Melesio Beltrán Medina, el Mele, antes de la media noche anterior. Y que eso le complicaría la vida al interior del penal. Las leyes de la mafia se cumplen casi siempre al pie de la letra. Se cobran ojo por ojo los agravios. Hay un ejemplo espeluznante de esta divisa maldita escrita a sangre y plomo: matan a Rodolfo Carrillo Fuentes el 11 de septiembre de 2004, en Culiacán, y dos meses y medio después asesinan a Arturo Guzmán Loera, el Pollo, en el interior del penal de “máxima” seguridad del Altiplano. Ojo por ojo, hermano por hermano.
Tal vez nunca haya sabido porqué murió tan intempestivamente. O si lo supo se enteró cuando ya no podía hacer nada. El asesino, cuando el motivo es la venganza, suele dejar claro a la víctima por qué lo hace. Pero si le hicieron saber el motivo de su muerte solo lo saben ellos, los que lo agarraron de los brazos para inmovilizarlo y quien le enrolló ese cable blanco conductor de electricidad para colgarlo de uno de los barrotes del gimnasio cuando ya estaba muerto, para aparentar un suicidio.
De 33 años, Omar había ingresado al penal el 12 de septiembre del 2013, acusado por los delitos de desmantelamiento de vehículos, enajenación de vehículos robados y robo de vehículos.
No participaba en ninguna de las actividades que se llevan a cabo en el penal con miras a la reinserción de los internos en la sociedad una vez que quedan libres. Iba al gimnasio que se encuentra en el módulo 14 tres o cuatro veces por semana. Ese jueves fue la última.