Aunque los seis hombres levantados en el restaurante La Leche, de Puerto Vallarta, la noche del domingo 14 ya fueron liberados, mucha información se desconoce todavía.
A pesar de que el hecho provocó pavor y tensión en muchas esferas familiares, criminales, sociales y hasta de Gobierno, la PGR, que atrajo el caso desde la fiscalía de Jalisco, no ha informado absolutamente nada respecto al caso. Se ha filtrado información desde alguna parte del gobierno federal, sí, pero oficialmente no ha dicho nada.
Y entonces, la sociedad se ha ido informando a pedazos, con datos publicados de fuentes extraoficiales. Desde la fiscalía jalisciense, la manipulación fue descomunal, empezando por las filtraciones sin fin que concedieron primicias a diversos medios —sobre todo con imágenes—, y terminando con que fueron soltando datos de manera sesgada del caso, ocultando información vital. Por ejemplo, si reunieron elementos para establecer que en el grupo secuestrado se encontraba Jesús Alfredo Guzmán, también lo tenían para saber que con ellos estaba Iván Archivaldo. Y César, del que nunca se supo nada hasta que Carlos Loret de Mola lo dio a conocer la mañana del jueves en su noticiero. Pero ni cuando la PGR atrajo el expediente dijo nada. Y hasta la fecha.
Por lo pronto, se consolidan tres cosas respecto al secuestro de los hijos de Joaquín Guzmán Loera en Puerto Vallarta: la primera es que fueron tres los plagiados. Además de Jesús Alfredo, también Iván Archivaldo y César, todos Guzmán Salazar, hijos de Alejandrina Salazar. Ovidio Guzmán López, medio hermano de estos tres, hijo de Griselda López Pérez, andaba con ellos desde hacía varios días en el puerto, pero esa noche decidió quedarse en el hotel donde se hospedaban o fue el que se marchó medio minuto antes de que llegaran los sicarios de Nemesio Oseguera Cervantes.
La segunda es que en las negociaciones para que fueran liberados estuvo Ismael Zambada García, aunque también se afirma que Rafael Caro Quintero y que, en la última etapa, altos funcionarios del gobierno federal también entraron a la negociación para que los soltaran vivos.
La tercera es que un factor de negociación fue el Menchito. Nemesio Oseguera González,hijo del M encho y preso en el penal federal de Miahuatlan, Oaxaca, fue prácticamente secuestrado en el reclusorio y puesto al líder Cártel de Jalisco como moneda de cambio bajo una advertencia que no podía desdeñarse: “si algo le pasa a los muchachos, lo mismo le pasará al tuyo”.
Luego entonces, esto último significaría que el acuerdo no fue tan fino como se pensaba ni anticipa un periodo de relativa calma. Por el contrario, si el desenlace que vimos fue un intercambio de la vida del Menchito por la de los tres hijos del Chapo y sus acompañantes, lo que debe esperarse es una guerra infernal.
Y sería infernal sobre todo en dos territorios: Jalisco y Sinaloa. En Sinaloa podría estar en puerta una reedición de la guerra que se vivió a partir de 2008, cuando el Ejército y la Policía Federal detuvieron a Alfredo Beltrán Leyva en Culiacán, desatando la furia de Arturo Beltrán, muerto por la Marina en diciembre de 2009, en Cuernavaca. El cártel fundado por los de La Palma, Badiraguato, se recompuso en los últimos años y no han dejado Sinaloa. A ellos se atribuye la incursión de comandos en La Tuna, el templo mayor del Chapo Guzmán, en junio pasado. El repunte de la violencia en el sur de Sinaloa se atribuye al fortalecimiento de los Beltrán Leyva en esa zona, con o sin alianzas con el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y hasta con lo que queda de Los Zetas, porque también eso se especula en círculos policiacos locales.
Ahora, si todavía no hay una alianza entre los Beltrán Leyva y el CJNG, no debe descartarse que ocurra en un escenario de guerra, como lo hizo en su momento Arturo Beltrán con Los Zetas. Y eso, lógicamente, potenciaría aún más la violencia y la guerra.
Bola y cadena
ESTAS SON MUY MALAS NOTICIAS PARA TODOS, para la sociedad, para el gobierno, para los medios, siempre en medio del fuego cruzado. En aquellos años de guerra, la curva de homicidios dolosos creció como nunca en la historia de Sinaloa y colocó a la entidad, durante mucho tiempo en el primer lugar en este rubro. Jesús Aguilar entregó el estado en ruinas, en materia de seguridad. Cuando Mario López Valdez tomó las riendas del poder —no “el toro por los cuernos”, como lo prometió—, los niveles de la guerra habían bajado. Y todo indica que, antes de irse, esos escenarios infernales se reeditarán.