Familiares y amigos de los jóvenes plagiados y después asesinados acudieron al sepelio de las víctimas, quienes fueron arrojados en la carretera con dos tiros en la cabeza cada uno
Guerrero.- Quien cuenta esta historia, es un hombre que le ganó a la muerte por unos pasos.
La noche del lunes su pueblo, Chacotla, en el municipio de Mochitlán, fue sitiado durante cinco horas por unos 40 hombres armados. Llegaron alrededor de las 10:30 de la noche y se fueron hasta las 3 de la madrugada. Nadie los molestó.
Cerraron la calle principal y se dirigieron a su primer objetivo. Una casa ubicada hasta el fondo de la comunidad montada en una loma. Buscan a personas en especial: a los hijos de Gabriel González, El Tigre, un hombre que de 42 años que desde hace siete años no está en el pueblo. Ahí durante 10 minutos tiraron balazos con cuernos de chivo a la casa y después entraron por Gabriel e Ismael González Cabrera, de 21 y 16 años respectivamente. Los golpearon y los subieron a las camionetas. Junto con ellos llevaron a su madre. Ismael estudiaba en la secundaria y Gabriel era ayudante de albañil.
Después bajaron hacia el centro de la comunidad y entraron a otra casa. A la vivienda de los sobrinos de El Tigre. De ahí se llevaron a los hermanos Juan e Isaías Cabrera Piña, de 17 y 22 años de edad. Los sacaron de la casa de sus abuelos. A los ancianos no les hicieron nada.
Después se dirigieron a la casa del hombre que cuenta esta historia. Sin embargo antes de que llegaran alcanzó a sacar a su hija, pero cuando regresó ya habían entrado: tenían a su esposa. No le quedó de otra que correr. Corrió hasta el cerro más cercano y de ahí no bajó hasta después de las 6 de la mañana. Su hija hizo lo mismo. A su esposa la subieron a las camionetas junto con los cuatro jóvenes y la otra mujer.
Después de tener a sus objetivos los armados comenzaron a saquear otras casas. Hicieron destrozos y se robaron dinero y cosas. Todos los pobladores se atrincheraron en sus casas.
A las 3 de la madrugada, los hombres se subieron a las camionetas y se fueron. Pero antes de salir al pueblo hicieron un última parada: se metieron a la casa de Alvaro Chino Romero y se lo llevaron. Esa noche el grupo armado se llevó a siete pobladores de Chacotla sin que nadie se lo impidiera. Nadie.
Esa noche, los pobladores escucharon que los armados se identificaron como policías comunitarios de la Upoeg. Pero también oyeron el nombre de Isaac Navarrete, el líder del Cartel de la Sierra y el de Celso Ortega, el jefe de Los Ardillos. “Venían revueltos”, dice el hombre que prefiere que no se diga su nombre. El octavo, los armados lo secuestraron de la comunidad de Mazatlán, una comunidad colindante de Chilpancingo.
A Chacotla la policía llegó hasta el otro día, pese a las insistentes llamada de ayuda. Las horas que vinieron fueron de incertidumbre. De diferentes números de celular algunos pobladores recibieron mensajes con amenazas y otros pidieron dinero para que fueran liberados. Pedían millones.
Después de 48 horas supieron de los plagiados. Alrededor de las 5 de la mañana del miércoles llegaron al pueblo las dos mujeres. Dos horas antes dejaron libres en el crucero que comunica con Chacotla. Caminaron hasta llegar a sus casas.
A las 6 de la mañana se supo el destino de los demás: estaban tirados en la carretera con dos tiros en la cabeza cada uno. Chacotla es un pueblito de apenas 300 habitantes que nunca los había topado la violencia de esta manera. Es una comunidad de hombres migrantes y campesinos dedicados a sembrar maíz. Chacotla no es más de una calle pavimentada rodeada de casas de adobe y otras de material.
Este jueves a las 4 de la tarde en Chacotla comenzaron a tocar las campaña de la pequeña capilla dedica a la virgen de Guadalupe. El repique marcó el inicio del colofón de aquella noche: el entierro de los cinco jóvenes.