LA ÚLTIMA SONRISA DEL HERMANO MAYOR
Ciudad de México-Las risas son un barullo en el Hotel Marbella. El goleador retirado Jared Borgetti ocupa una mesa y, más allá, el boxeador Omar Chávez, hijo del ex campeón Julio César Chávez departe en otra.
El pueblo entero está de fiesta. Apenas han terminado los honores a la Virgen del pilar, patrona de Los Cabos, y está por iniciarse la celebración al santo que nombra al cabo, San Lucas, a quien el calendario católico le dedica el día 18 de octubre.
Y sonríe Francisco Rafael Arellano Félix.
Calvo y barbado, la gloria ha quedado atrás, pero la cárcel también. No hay un sólo guardaespaldas. Festeja su cumpleaños 64 aunque lo hace con anticipación, porque su acta de defunción dirá que murió a los 63.
El destino siempre se las arregla para incluir la ironía en sus actos. Más cuando lleva la muerte en la espalda.
Luego de ser rebasado por sus hermanos, y estos por su archienemigo El Chapo Guzmán, el fundador del Cártel de Tijuana, Francisco Rafael Arellano Félix, muere ejecutado por un hombre disfrazado y maquillado de payaso, quien con paso sereno entra a su fiesta, respira la misma brisa de mar que el viejo narcotraficante. Anda hasta su mesa, empuña el arma y dispara cuatro veces a su cabeza.
El hombre con la cara pintarrajeada aún le propina un último tiro cuando el mayor de los Arellano yace en el suelo.
Años atrás, justo cuando el cártel dejaba su cenit, la policía encontró una daga junto a una docena de verduguillos y navajas. Pero la daga llama particularmente la atención. Era el arma que lleva en la mano un asesino; no uno cualquiera –si tal categoría existe para quien va por la vida quitándola–, sino de uno de los sicarios más prolíficos del Cártel de Tijuana en los tiempos en que los hermanos Arellano Félix eran considerados los narcotraficantes más sanguinarios en el continente.
En su hoja cromada estaba grabado: “Cuando me veas reír prepárate a bien morir”.
Años después, el destino trajo al capo una última visión antes de la muerte: una sonrisa.
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En el siguiente Narcorelato se relata la historia de “El Bat” quien fue un sicario a sueldo de los hermanos Arellano Felix en base a sus testimonios que detalla sus crímenes que cometió por encargo de los Arellano ademas de sus planes que tenían los del Cartel de Tijuana de matar al Chapo Guzmán, también se detalla como agentes del FBI lograron grabar conversaciones en una reunión de las mafias mexicanas en colaboración de un infiltrado donde tratan negocios y hablan de la vez que quisieron matar al Chapo y resulto muerto el Cardenal Posadas Ocampo.
José Albert Márquez Esqueda alias “El Bat“nació el 19 de enero de 1960 en el hospital comunitario Chula Vista, California. En su acta de nacimiento su segundo nombre está escrito así, Albert. Cuando el FBI lo indició en la lista de los 10 criminales más buscados le describía como un hombre blanco e hispano, de 1.70 metros de altura y alrededor de 100 kilos. Es calvo casi por completo y afeita donde no lo es. Quizá la mejor descripción de aspecto sea su apodo: El Bat, “murciélago” en inglés.
Efectivamente, hay algo de vampiro en su nariz larga y caída y sus ojos enmarcados por gruesas ojeras, pero nada emparentado con los modernos vampiros de Crepúsculo: Márquez Esqueda es un descendiente del Nosferatu de Murnau.
Había cualquier cantidad de manera de decirle en ambos lados de la frontera: Bat Márquez, Josh Márquez, Julio, Ding Bat, Uncle Bill… La piel del Bat es un diario de su vida: las letras “EME” en el pecho, sello de autenticidad a su pertenencia a la Mexican Mafia, la mayor pandilla hispana en las prisiones de Estados Unidos, desde donde se controlan a las clicas callejeras con identidad sureña; El Bat, específicamente, militó en la pandilla Del Sol y así lo tenía escrito en la nuca y el abdomen. El resto de los dibujos y letras cubren el resto del cuerpo.
Antes de tener importancia en el narcotráfico multinacional, El Bat pasó por cárceles de distintos tamaños por hurto menor, hurto, transportación ilícita de extranjeros, robo, agresión física, transporte y venta de narcóticos, tenencia de un arma estando en prisión y portación de arma de fuego por un convicto.
Los detalles de su vida y muertes de este hombre, cuya trayectoria es la estampa de un cártel entero, están contenidos en las más de 2 mil hojas de acusaciones y sentencias de los que se posee copia.
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Durante los 90, los gobiernos de México y Estados Unidos consideraron a los hermanos Arellano Félix y al Cártel de Juárez como los grupos criminales más poderosos en el continente. En ese tiempo, la geopolítica del narco colocaba a la banda de Tijuana en condición de dominio en lugares hoy tan inimaginables como Michoacán.
Las agencias norteamericanas utilizaban como sinónimo para el Cártel de Tijuana al Cártel del Pacífico, referencia hoy asociada al Cártel de Sinaloa y, particularmente, a Joaquín Guzmán Loera.
A principios de los noventa, los Arellano Félix entraron en contacto con un rudo presidiario de la penitenciaría de San Quintín, David Barrón Corona. Era fuerte y entrón; le decían Popeye. “No le tiene miedo a nada”, dijo de él un enlace con los Arellano Félix, quienes se interesaron en contratarlo como guardaespaldas.
Barrón Corona poseía además la cualidad de ser miembro, con iniciación y juramento de lealtad y permanencia eterna a la Mafia Mexicana, una organización con miles de asociados en las cárceles mexicanas y de decenas de miles de simpatizantes en las calles: potenciales distribuidores con pasaporte estadunidense para ir y venir por la frontera con México sin mayor problema.
En 1992, Barrón Corona se mudó de San Diego, California, a Tijuana, Baja California. Empezó a trabajar como guardaespaldas de Ramón Arellano Félix.
En noviembre de ese año, después de que Barrón Corona salvó las vidas de Ramón Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero durante una balacera en la discoteca Christine en Puerto Vallarta, los hermanos Arellano Félix recompensaron a Barrón Corona y le encargaron organizar un grupo consolidado de asesinos en México y en Estados Unidos. El cuerpo de sicarios tendría sueldo fijo permanente y reglas de comportamiento.
La conformación de un grupo de asesinos profesionales fundamentalmente dedicado a la protección de sus miembros y de ejecución de los contrarios, sería una de las innovaciones del Cártel de Tijuana Félix al actual esquema de organización criminal en México.
José Albert Márquez participó en el cártel como miembro del equipo de sicarios con base en Tijuana, manejado y dirigido por David Barrón Corona, al menos desde 1994, aunque ya en ese año, el FBI sabía que El Bat jugaba un papel de primera importancia en los planes de los Arellano Félix.
Con el tiempo, El Bat adquirió importancia hasta participar en el transporte de drogas desde Tijuana y Tecate y en la custodia de puntos de acceso de cocaína, heroína y marihuana en Estados Unidos.
EL HOMBRE ES EL CHAPO
En 1993 y 1994, el FBI sabía que el Cártel de Tijuana observaba con preocupación el crecimiento de un nuevo narcotraficante, un gánster que salía de la tradicional mezcla de ranchero y empresario de drogas que había distinguido a los hombres en el negocio de Miguel Ángel Félix Gallardo, el tío de Los Arellano.
Este jugador en ascenso era otro beneficiario indirecto del asesinato de Enrique Camarena y mostraba mayor capacidad de violencia que sus predecesores, quizá porque aunque era sinaloense y, más específicamente, de Badiraguato, creció con pocos recursos económicos, pero con el entendimiento de que la violencia era un buen recurso.
Los Arellano Félix tuvieron algunos encuentros, pero más desencuentros hasta el día en que Guzmán Loera estuvo a nada de matarlos en Puerto Vallarta. Desde entonces entendieron que una parte medular de los negocios era el asesinato del Chapo.
En 1994, el FBI logró la colaboración de un miembro de la Mafia Mexicana, Ernesto Castro El Chuco. Al hacerlo, Castro organizó una reunión en el área de Los Ángeles, California, en donde miembros de la Mafia Mexicana se reunieron y trataron negocios de La Mafia.
La junta que Castro organizó se celebró el 25 de junio de 1994 en una habitación de hotel en Los Ángeles, California. Antes de la reunión, los agentes del FBI colocaron una cámara de vídeo. Después, los agentes rentaron la habitación adyacente del cuarto en donde se iba a celebrarse la reunión. Desde el cuarto adyacente, los agentes vigilaron la reunión y el equipo de grabación audiovisual.
Uno de los aspectos importantes contenidos en la charla refiere la mención de la participación de la pandilla estadounidense en el atentado contra Joaquín Guzmán que terminó con la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 23 de mayo de 1993 en Guadalajara, Jalisco. Este es uno de los momentos clave en la historia del narcotráfico mexicano, hecho por el que Guzmán Loera se colocó en la ruta de ser el barón de las drogas más rico en el mundo.
Acudieron varios miembros de la Mafia Mexicana de Los Ángeles y del condado de Orange asistieron a la reunión. El Bat participó en representación de la EME en San Diego, pero centró su asistencia en un mensaje de Los Arellano.
Compraron cerveza y, antes de iniciar la reunión, Márquez explica su esposa y sus hijos ya estaban hospedados en otro hotel con alberca para que los niños disfrutaran el día.
–Mi amigo Popeye– intervino Márquez Esqueda– se encarga de la seguridad de Los Arellano Félix. Cada vez que viajan, proporcionan camionetas Suburban. Cada vez que uno de los hermanos (Arellano Félix) sale de Tijuana, Popeye se encarga de toda esa mierda.
Otras personas intervienen, pero el FBI transcribirá que esas partes de la conversación resultan inaudibles, palabras a las que indica como NI.
El Bat: Lo digo de verdad, como siempre que quiero, ustedes saben que yo conozco a cualquiera, bien. El único problema que tuvimos, es que el tipo es de Sinaloa. Chapo Guzmán, no sé si ustedes saben quién es.
Alguien más: Uhhuh.
El Bat: Me reuní con algunas personas de Sinaloa y ahora ellos quieren hacer negocios. Bien, ahora mi hermano Popeye anda por aquí (NI) está haciéndose cargo de los negocios, asi que le están pagando para dar el golpe.
El Bat: Vale unos pocos millones, pero están en él. Pero él tiene a los federales con él y toda esa mierda. Asi que lo que queramos hacer por allá lo podemos hacer. Tenemos vehículos blindados a nuestra disposición. Conducimos en ellos como si fueran de tracción en las cuatro llantas (NI) reventar las llantas, no pueden disparar a través del metal, sin ventanas, (NI), No estoy hablando locuras. Parecen locuras pero (ni).
Alguien más: (NI) No Inaudible
El Bat: Él revisó como, saben… Quiero decir, quiero encargarme de los negocios. Obtuve este contrato en el que ellos quieren que nos agarremos a este hijo de la chingada y ellos nos darán dos millones de dólares. Bien, el tipo es difícil de agarrar (…) Quiero conseguir un par de hermanos y mandarlos allá y tumbar a este hijo de la chingada. Él tiene 40 guardias protegiéndolo.
Alguien más: ¿Cuarenta?
El Bat: Sí.
Alguien más: ¿En este lado o en aquel lado?
El Bat: En aquel lado.
Las voces se confunden.
Alguien más: Él tiene cuarenta guardias protegiéndolo.
El Bat: (NI).
Alguien más: Este tipo quiere postularse para ser el presidente de México.
El Bat: Sí.
Alguien más: El que tiene el contrato sobre él, ¿cierto?
Las voces se confunden.
El Bat: Necesito que alguien vaya allá, al menos dos hermanos para devolver el golpe y el tipo les va a dar como, ya saben…Treinta mil o más, lo que sea. Simplemente devuelve el golpe, pero cuando te llame, sabes. Tienes que irte en su avión, ¡boom! Y agarrar a ese hijo de la chingada. (…) Si agarramos a este, si tumbamos a este hijo de la chingada cualquier estado que queramos, cualquier ciudad, como si queremos Tecate, Mexicali, Juárez, lo que sea, vamos ahí y nos encargamos de los negocios y esos somos nosotros. Cualquier droga que pase por ahí le imponemos impuestos.
Las voces se confunden.
El Bat: Cuando estaban en un club nocturno, todos ustedes muchachos escucharon hablar del club nocturno cuando llegaron y simplemente empezaron a dispararle a la gente. (…) Ellos llegaron disparando, con metralletas y mierda, cierto Así que todos ellos sacan sus armas. Sabes todos estaban disparando, todo al estilo Vietnam. Él se salió, él simplemente jaló al hijo de la chingada sacándolo del auto, él se detuvo y jaló al hijo de la chingada, lo tiró afuera del auto, va el en el auto, el tipo lo puso en el auto: “Mete tu cabrón culo aquí”. Se fue con el comandante de Mazatlán y les dijo: “Denos algunas pinches pistolas. Este cabrón es un maniático”. Él se llevó todas sus pistolas las aventó en el auto y regresó.
Castro: ¡Oh! Ellos vinieron por los hermanos Arellano…
El Bat: Si (…) Ese fue Chapo Guzmán. Esos son los tipos de Sinaloa. Ellos llamaron al cuate a Guadalajara. Esto es cuando asesinaron al cardenal (Juan Jesús Posadas Ocampo), no sé si ustedes muchachos oyeron sobre eso (…) Él se sale aproximadamente una hora antes, pero todos los cuates están todavía en el avión. Hay diez tipos, ¿sabes?, diez tipos de San Diego en el avión cuando sucedió el tiroteo, bien, Chapo Guzmán se escapó, como sea. El cardenal fue asesinado. Pero Chapo Guzmán, él es dueño de periódicos y mierda, él se les echó encima a los tipos de San Diego.
Los jefes de la EME en libertad intercambian teléfonos. El Bat camina hacia el teléfono y marca y, cuando le contestan, pide un número de habitación. Se entiende que habla con su esposa:
“Yo parezco un vagabundo y aquí todos están de traje… Yo no me cambié. Los veo en un rato. ¿Tienen trajes de baño? ¿Compraron trajes de baño?… Compraste uno nuevo… Está bien pasaré mañana Está bien… Déjame hablar con ella… ¿Qué estás haciendo?… ¿Nada?… Fuiste a nadar… Huh… Nadaste… ¿Estás cuidando a tu hermana?
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Meses después, El Bat volverá a cruzar la frontera. Esta vez tiene el encargo de los hermanos de Arellano Félix de asesinar a una ex novia de Benjamín, a quien consideran una infidente, una mujer que habla con la policía por el rencor que le ocasiona el asesinato de un hermano suyo.
Pero en las instrucciones del capo se percibe más ira que eso.
–Tiene que ser un trabajo sucio– le advierten al Bat. Benjamín quiere que la mujer sufra. –Tiene que ser con cuchillo, ¿tienes inconveniente?
El Bat sonríe.
–Los cuchillos son mi especialidad.
Y claro que lo son. La policía mexicana detuvo a Márquez Esqueda. Entraron a su casa en la colonia Bueno Aires de Tijuana, un sitio en que empaquetaban marihuana. Pero lo que llamó la atención de los agentes fue la cantidad de armas que había y, entre estas, las dagas, cuchillos y navajas.
El Bat
¿Cuántas vidas arrancó El Bat con las siguientes hojas de acero? Imposible saberlo. Este es el inventario:
1. Daga marca Westmark, con mango de madera con gris, filo sencillo y terminacion en punta.
2. Navaja tipo muelle marca Inox con mango de color hueso.
3. Verdugillo con cachas de madera con hoja en forma de curva con estuche de madera color negra.
4. Verdugillo marca Gerber doble filo en forma de sierra, mango de metal con funda de tela negra.
5. Daga marca Hermkonejung de un solo filo con un escudo nazi, mango de plástico color negro, funda de metal en color negro.
6. Verdugillo de metal en cuyo mango tiene una figura de viejito.
7. Navaja tipo muelle marca Catainless de una sola hoja y mango color hueso.
8. Daga con mango tipo manopla de metal con incrustaciones de plástico, terminacion en punta.
9. Verdugillo con mango de metal, con una figura de caballo y una piedra en forma de díamante en el mango.
10. Daga tipo machete corto de metal cromado con mango color madera con acabado de corteza de arbol y una moneda incrustada de medio dólar.
11. Daga tipo machete en curva de un solo filo y la leyenda India con mango de madera verde oscuro.
12. Daga cromada con hoja cromada en el centro con grabados entretejidos en ambos lados, mango color café, grabado con recuadros y en el extremo inferior cuenta con una cabeza de dragón con los ojos rojos; tiene otras dos cabezas de dragón que sobresal del mango, también con los ojos rojos.
14. Daga tipo machete en curva de un solo filo con mango de madera color verde funda de cuero color negra.
15. Verduguillo cromado con mango de incrustaciones de plástico y cromo.
16. Cuchillo tipo cachete con mango de madera color café y la leyenda Pakistán, con terminación en punta curvilínea.
17. Daga curva con mango de madera negro y roto con funda de piel.
18. Daga doble filo con mango de metal color verde militar.
19. Daga con filo en punta y sierra con mango de plástico color negro.
20. Daga con hoja oxidada de un solo filo.
21. Manopla metálica en forma semicircular en forma del logotipo de Batman y la leyenda “FOREVER”.
22. Verduguillo de doble fila con mango cromado y 14 calaveras y una piedra imitación diamante incrustadas.
23. Daga con punta oxidada y mango verde militar.
24. Daga sin marca con mango en forma de manopla y en la hoja la leyenda “cuando me veas reír prepárate a bien morir”.- El rumbo de la conversación pronto cambió de la necesidad de asesinar al Mecánico (a quien se tenía por un delator) a los detalles de dónde debería cometerse el homicidio.
Cinco toneladas de cocaína incautadas en apenas tres meses era un hecho inaceptable.
Después de cierta discusión, se acordó que el asesinato de un informante de los Estados Unidos en Tijuana podía crear problemas para el cártel de esa ciudad.
Finalmente se convino que el homicidio debía realizarse al norte de la frontera.
Benjamín Arellano Félix hizo una llamada telefónica en que ordenó la presentación del Mecánico para el día siguiente en Tijuana.
–¿Está Barrón disponible? –averiguó Benjamín Arellano Félix con Everardo Páez, su lugarteniente de toda la vida.
–Me pongo en contacto con él y le digo lo que tiene que hacer –resolvió el hombre de confianza.
–Deben hacer las cosas para que el Mecánico crea que tú y Barrón se van a encontrar con él para mover cocaína de San Diego a Los Ángeles –instruyó el capo.
A la mañana siguiente, Páez se encontró con David Barrón Corona y le explicó el asunto. El sicario, conocido como Popeye (David Barrón Corona), no tuvo ningún inconveniente. La víctima le sería entregada en el paso de San Isidro después de que llegara.
“Le recalqué a Barrón la importancia de que el homicidio se cometiera en los Estados Unidos”, confesaría Páez.
El lugarteniente recibió a Don Meno y al Mecánico en un centro comercial de Tijuana. El supuesto soplón salió del automóvil e ingresó al de Páez, quien contactó a Barrón por bíper y le avisó que se encontraba rumbo a la frontera.
Ahí, Páez ordenó al hombre que cruzara la línea, le dijo que Barrón lo esperaba al otro lado.
“Al saberse la noticia de que el homicidio se realizó exitosamente, se decidió que a Barrón se le pagarían 50 mil dólares. Benjamín Arellano me dijo que le dijera a Barrón que también le pagaría una bonificación posteriormente”.
Esa misma noche, Páez y Barrón se encontraron para liquidar el trabajo.
–Le disparé tres veces en el pecho, de cerca, pero salió corriendo y gritando. Lo tuve que perseguir y le disparé en la cabeza, atrás –explicó Popeye.
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El gobierno de Estados Unidos integró un equipo de agentes de varias agencias ocupados en el Cártel de Tijuana. Varias de las detenciones discurrieron en colaboraciones a favor de la investigación. Uno de estos testigos fue Everardo Arturo Páez Martínez, identificado como un lugarteniente.
Páez ofreció una extensa declaración ante la Corte Federal del Distrito Sur de California, misma que desahogó varios de los procesos abiertos contra los Arellano Félix y sus socios.
La propia historia de Páez dice mucho de ese mundo.
Antecedentes:
Se hizo narcotraficante en 1984. Hacía cuatro o cinco traslados semanales de 100 a 150 kilos de mariguana de San Diego a Los Ángeles. A finales de ese año, conoció a quien supuso era el verdadero beneficiario de su trabajo, Cornelio Aguayo, con quien amistó hasta el punto en que el narcotraficante le dio casa y enseñó el negocio: la selección de casas de seguridad, el pesaje y embalaje de la hierba, el trato con los clientes…
A principios de 1985, Páez acompañó a Aguayo a Tijuana para conocer a sus jefes, con quienes se reuniría en el futuro para suministrarles “las cifras”, término utilizado para describir la cantidad de drogas recibidas en los Estados Unidos, la cantidad existente en almacén en un momento determinado y los kilos distribuidos, algo similar a la función de un gerente de existencia.
Aguayo estaba cierto del talento y la seguridad de Páez y quería que se encargara de trasladar dinero en el sentido contrario de la droga: de norte a sur, de los clientes a los jefes en la frontera mexicana.
Y los jefes no eran otros que jóvenes de aspecto clase mediero, bien parecidos y de nombres Benjamín y Ramón Arellano Félix, entonces subalternos de Javier Caro Payán El Doctor, hombre de Miguel Ángel Félix Gallardo El Padrino.
Páez continuó la reuniones en una casa de Tijuana a la que llamaban “oficina”, referencia que mantendrían sus jefes durante los siguientes años para disimular el nombre de una casa de seguridad. Amistó con los muchachos.
A Benjamín se le conocía por los nombres de El Señor, El Min, 7-7, MK, Licenciado Sánchez, Licenciado Alegría. A Ramón se le decía El Tío, Colores, 7-3, 7-9.
Entre 1985 y 1987, la organización transportaba entre 400 mil y 700 mil dólares cada 10 días o dos semanas de ganancias de la mariguana. Nada mal para unos contrabandistas que iniciaron con alcohol y cigarros y en un momento en que difícilmente se les podría llamar capos. Su hermano mayor, Rafael Arellano Félix, había pisado la cárcel años atrás, en 1978, por tráfico de algunos cientos de gramos de heroína y un polvo blanco sudamericano del que apenas se hablaba como negocio en México. Era de tan poca monta el asunto que a Rafael –a quien le quitaría la vida un hombre disfrazado de payaso años después– le apodaron El Menso.
En esos años, el futuro cártel encargaba su distribución en Los Ángeles a tres tipos de nombres desconocidos y apodos Don Meno, Lalo y Farmer. Tenían a su cargo recibir, almacenar y verter los cargamentos de mariguana. También eran responsables del cobro de las ganancias. Años después, cuando los hermanos Arellano entraron de lleno en el negocio de la cocaína, al menos Lalo mantuvo las mismas funciones respecto de esta sustancia.
A la vez, Benjamín y Ramón lograron una adquisición notable: compraron un inspector corrupto del Servicio de Inmigración de los Estados Unidos identificado como José Barrón.
Benjamín y Ramón Arellano Félix y Javier Caro Payán utilizaron a Barrón para pasar cargamentos por la frontera. Los cruces fueron tan exitosos se convirtieron en el principal medio de paso de la mariguana que cruzaban esos contrabandistas hacia Estados Unidos. Sin embargo, en 1987, el inspector y toda la parte de la cadena que junto con él suministraban el sur de California fueron detenidos, incluido un hermano de Páez llamado Óscar.
Óscar Páez cumplió toda o parte de su condena en una prisión de Phoenix, desde donde escribía cartas al lugarteniente de los Arellano. En las misivas, le platicaba de los presos con los que compartía el encierro y se mostró particularmente interesado en un individuo llamado David Barrón Corona El Popeye –sin parentesco con el agente aduanal corrupto–, un tipo notable por su carácter violento y que se convertiría, años después, en el primer jefe de sicarios del sanguinario Cártel de Tijuana.
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En agosto de 1987, El Doctor Caro Payán fue arrestado.
A partir de entonces y hasta su propia detención, Páez trabajó directamente bajo el mando de Benjamín Arellano Félix. Desde entonces y hasta fines de la década de los ochenta, la sociedad funcionaba en la medida que Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés suministraban fuentes de mariguana, mientras que Benjamín y Ramón aportaban rutas para cruzar la frontera Estados Unidos.
Fue una relación empresarial duradera: Benjamín y Ramón mantuvieron sus asociaciones de negocios con Manuel Aguirre Galindo El Caballo y Jesús Labra Avilés desde 1986 hasta por lo menos noviembre de 1997, años que incluyeron el trasiego de cocaína. El Caballo fue detenido el 19 de octubre de 2013, un día después de la ejecución de Rafael, el mayor de los Arellano Félix.
Poco antes de la captura del Doctor, Benjamín y Ramón comenzaron a utilizar sus rutas de cruce de frontera para transportar cocaína. Pero no era su cocaína, sino de Ismael El Mayo Zambada, a quien cobraban entre 1 mil y 1 mil 200 dólares por cada kilo de estupefaciente que cruzaban y que luego le devolvían en Los Ángeles. La relación existió en estos términos entre ocho y 10 meses, de la primavera de 1987 al verano de 1988.
Durante ese lapso, los Arellano contrabandearon entre cinco y 10 toneladas de cocaína del Mayo Zambada a quien, en el ambiente de Tijuana se le llamó El Mayel, Clave Privada, Pluma Blanca, La Señora, 30 y 81.
El acuerdo cambió y de ser transportadores de Zambada García, los hermanos Arellano se convirtieron en socios de importación y distribución. La evolución de la sociedad implicó que Zambada García recibía los cargamentos de coca provenientes de Colombia y los transportaba a Tijuana o alguna otra ciudad fronteriza controlada por los Arellano quienes, con la asistencia de Ismael Higuera, la almacenaban.
Su responsabilidad también implicaba asegurar la colaboración comprada de las policías federal, estatales y locales.
Les correspondía luego pasar el alcaloide por la frontera y llevarla hasta Los Ángeles. Al desarrollarse esta asociación, Benjamín y Ramón comenzaron a cimentar su propia base de clientes.
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En 1989, Eduardo Arellano Félix se unió a sus hermanos en el negocio de tráfico de drogas. Desde el momento en que se unió a la empresa actuó como asesor y consultor personal de Benjamín en casi todas las decisiones importantes del cartel, tanto en aspectos de transporte de las mercancías o el dinero, como en los relativos a la guerra con otras organizaciones. A Eduardo también se le llamó Walin, El Doctor, El Profe, El Abuelito y 13.
Al poco tiempo, los hermanos Arellano Félix establecieron una sociedad de importación y distribución de cocaína con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés. Estos tenían a su cargo obtener y mantener fuentes de suministro de cocaína y su red de funcionarios corruptos, en tanto que los hermanos Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero tenían a su cargo las rutas de cruce de la frontera con Estados Unidos y mantener su propia red de policías dóciles.
A principios de 1991, Javier Arellano Félix El Tigrillo se unió activamente al clan. Antes vivió y estudió en Guadalajara, ciudad que dejó cuando Benjamín recibió información de un inminente atentado contra su vida, por lo que Javier se mudó a Tijuana. La idea era que continuara sus estudios, pero se unió al trasiego. Benjamín convirtió a Javier en su protegido y en adelante también participó en la mayoría de las decisiones importantes del grupo.
El Cártel de Tijuana utilizaba camiones tanque de propano como un medio de pasar cocaína. En promedio, cada semana, la organización pasaba por la frontera de dos a tres cargamentos de cocaína utilizando este método. Usualmente, los embarques de este tipo promediaban 3 mil 500 kilos de la sustancia. Otros métodos eran el uso de camionetas ocupadas, camiones de pasajeros y casas rodantes.
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Los momentos de bonanza se vieron amenazados cuando la aduana norteamericana detectó una discrepancia de peso en una de las pipas. Los agentes revisaron y encontraron la verdadera mercancía transportada. Meses después, en julio de 1991, dos cargamentos de cocaína en furgones que habían sido transportados con el apoyo de otro inspector corrupto fueron confiscados en National City, California.
En el verano y el otoño de 1991, la Organización de los Arellano Félix (OAF) sufrió múltiples confiscaciones de cocaína en las áreas de Fontana y Los Ángeles, California. Las pérdidas ascendían a cinco toneladas.
Benjamín y Eduardo Arellano Félix, Lalo y Don Meno concluyeron que uno de sus trabajadores, un individuo conocido como El Mecánico era un informante y que era culpable de las pérdidas.
No dudaron y ordenaron su ejecución. Este homicidio reviste importancia porque se convertiría en un estilo, el sanguinario sello de los Arellano.
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Los Arellano siguieron con la suerte atravesada. En noviembre de 1991 ocurrió un nuevo aseguramiento, aparentemente menor al tratarse de 99 kilos, pero importante porque mostraba que la racha adversa se mantenía.
La confiscación ocurrió cuando la droga estaba a cargo de personal del lugarteniente Everardo Páez a quien los Arellano reprimieron con dureza. Le advirtieron que su personal era sospechoso y le impusieron el pago de la pérdida.
La organización replanteó sus modos de tráfico.
Durante 1991 y 1992, utilizó camionetas Ford F150 y F250 adaptadas para transportar cocaína por el desierto e introducirla a los Estados Unidos. Cada camioneta estaba adaptada con compartimentos ocultos ubicados debajo de un banco tapizado detrás del asiento delantero; en los paneles laterales; encima de cada cavidad de rueda, y en un piso falso, en el espacio debajo de la plataforma de la camioneta.
Cada vehículo tenía capacidad para ocultar casi media tonelada de droga y el cártel poseía una flota de 18 a 20 unidades adquiridas en Estados Unidos. La compra fue encargada a Páez, quien realizó la adquisición asistido por David Barrón Corona Charles o Popeye, jefe de escoltas y eventual jefe de sicarios.
Desde antes, Barrón distribuía pequeñas cantidades de cocaína proveída por Páez.
Los Arellano operaban la frontera como si fuera su auténtica propiedad. En una ocasión detuvieron a un traficante extraño con 500 kilos de cocaína a quien asesinaron. Utilizaron una ruta por Tecate para cruzar la misma droga, nuevamente a cargo de Páez a quien volvió a tocar la situación de que personal suyo fuera detenido y el cargamento incautado. Las Ford habían perdido su aspecto común y corriente: las placas de camionetas confiscadas anteriormente comenzaban a tener relación para los agentes antidrogas.
Entonces convinieron el uso de mochileros. Los hombres a pie hacían el paso cerca del aeropuerto de Tijuana y proseguían a chatarrerías en Otay Mesa, California. Colocaban los paquetes de coca en automóviles chatarra, los cuales eran entregados a una célula de distribución en Chula Vista para luego cargarla en autos con destino en Los Ángeles.
Pero en mayo de 1992, la policía confiscó uno de estos cargamentos y arrestó a cuatro “mulas”.
La frontera, su frontera, se convertía en un dolor de cabeza. Y aún debían lidiar con El Chapo Guzmán.
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En esta época, de las camionetas Ford, los Arellano aprobaron la integración de Barrón Corona como sicario con la capacidad de realizar ejecuciones en ambos lados de la frontera. Durante 1991, Popeye cometió por lo menos tres homicidios, uno en Tijuana y dos en San Diego.
En 1992, Barrón se mudó de San Diego y comenzó a fungir de guardaespaldas de Ramón Arellano Félix. En noviembre de 1992, después de que David Barrón El Popeye les salvó las vidas a Ramón Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero durante el tiroteo de la discoteca Christine en Puerto Vallarta, los hermanos Arellano Félix lo premiaron pidiéndole que estableciera y dirigiera un grupo de ejecución.
Este grupo se convirtió en uno de los principales grupos de seguridad y ajuste de cuentas para el cártel.
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La sospecha se hizo un hábito incómodo que se resolvía con el asesinato.
Un hombre que vivía en Imperial Beach, Alejandro Cázares, se convirtió en blanco de las sospechas de Benjamín. El tipo era propietario de un club nocturno en Tijuana llamado Pacers. Varias semanas antes de que asesinaran a Cazares, Benjamín buscó a Páez por radio y le dijo que quería reunirse con él.
Cuando llegó a la cita, Páez notó de inmediato la molestia del capo.
–¿Conoces a Alejandro Cázares?– preguntó antes de saludar.
El estratega aceptó la relación y explicó cómo había iniciado.
–Tengo un general Monríquez (sic) al que le pago 250 mil dólares al mes para que me dé información y protección. Dice que Cázares ha estado tratando de gestionar mi arresto. Trabaja con Barrón para matarlo. No quiero que lo maten en Tijuana.
–Veré lo que puedo hacer– aceptó Páez disimulando el desagrado del encargo.
“Yo estaba renuente a tomar acción contra Cázares, porque lo consideraba un amigo. Sin embargo, después de que esquivé el asunto por un par de semanas, Benjamín Arellano Félix comenzó a presionarme. En esa oportunidad pensé que no tenía otra alternativa más que trabajar con Barrón para que matara a Cázares”.
Everardo Páez se encontró con Barrón y le explicó la necesidad de matar al empresario en Estados Unidos. Para entonces, el matón se había mudado permanentemente a Tijuana y no quería cruzar la frontera.
–Conozco a alguien que lo puede hacer. Un socio mío, Juan Félix.
Al día siguiente, el lugarteniente, el sicario y dos hombres más se reunieron en Tijuana. Popeye les enseñó el manejo de un cuerno de chivo.
Páez se dirigió a Félix.
–Cázares está en su club todas las noches, pero regresa a su casa, en The Coronado Cays, entre las 10 de la noche y las cuatro de cada mañana– apuntó Páez, le proporcionó los datos de la marca y el modelo del automóvil de Cázares, una camioneta Ford Explorer roja con placas mexicanas, y le entregó un radio.
Esbozaron un plan para el ataque.
–Te llamo tan pronto como Cázares cruce la frontera mañana para que lo intercepten.
“En la noche del homicidio, me quedé bebiendo con Cázares hasta que cerró el club. Se fue con otros dos individuos. Yo sabía que uno de ellos vivía en Tijuana y que se le dejaría en casa antes que los otros dos cruzaran la frontera, de manera que manejé hasta la frontera y los esperé. Tan pronto como vi a Cázares cruzar la frontera, llamé a Félix por radio y le dije que Cázares iba en el asiento de pasajero delantero”.
Una hora después, Barrón llamó por teléfono y explicó a Páez que el atentado era de resultado incierto, pues se atascó el fusil.
Falsa alarma.
Entre las seis y las seis y media de la mañana, una mujer que hacia striptease en el centro nocturno contactó a Páez y le informó de la muerte de Cázares.
El hombre llamó por radio a Benjamín y le pidió verse con él inmediatamente. Benjamín llegó acompañado de su hermano Eduardo.
–Cázares está muerto.
–¡Ah, qué bueno! ¿Cuánto quieres pagarle a Barrón?
–No tienes que pagarle dinero a Barrón. Tiene una cocaína que está vendiendo y podemos pagarle con cargo a la cocaína.
–Está bien, entonces dale 10 kilos.
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A finales de 1994, los Arellano contaban con un nuevo socio, un gringo de nombre Darreill Joseph, quien poseía relaciones en Colombia. El hombre arregló una cita con sus amigos sudamericanos y voló con Páez.
El contacto era Ezequiel Rodríguez El Cheque. La primera transacción se negoció en una cantidad máxima de 600 kilogramos.
Rodríguez y sus socios agregarían de 400 a 500 kilos adicionales a la compra de los mexicanos. La OAF aceptaría entre 40 y 45 por ciento de esa cantidad. Estas proporciones entre los colombianos y mexicanos eran un arreglo bastante típico en esa época.
Benjamín y Ramón apoyaron el acuerdo después de enterarse de los términos del negocio y después de reconocer al padre de Rodríguez como un ex “pesado” en el tráfico de cocaína colombiana.
A fines de 1994 o principios de 1995, Rodríguez viajó a San Diego y luego a Tijuana para finiquitar aspectos específicos del negocio y reunirse con los hermanos Arellano Félix. Abordaron asuntos relacionados con la forma del envío, las demoras y los gastos. Había buen ánimo y hablaron de futuras y mayores adquisiciones.
La transacción definitiva pactada con El Cheque Rodríguez implicó la entrega por paracaídas de 600 kilogramos de cocaína costa afuera de México. Después de eso, la cocaína se recuperó en lanchas y se transportó a Tijuana.
A finales de febrero de 1995, los Arellano pagaron a Rodríguez un anticipo de 1.3 millones de dólares para un siguiente flete. Al monto dispuesto se agregaron 250 mil dólares más por concepto de pago a los controladores de tráfico aéreo para permitir que el cargamento de cocaína volara por el espacio aéreo suramericano sin un plan de vuelo y para que no se notificara a las autoridades cuando se presentara en su radar.
La gente de Rodríguez dejó caer del cielo 540 kilos más cerca de Acapulco. La totalidad del embarque fue recuperado y fletado a Estados Unidos.
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Como los negocios mejoraban y se descomponían y la competencia crecía, la práctica del homicidio aún al interior del cártel se extendió.
Uno de los guardaespaldas con más antigüedad que tuvo Benjamín Arellano Félix fue un hombre al que sólo se recuerda como Juve.
En marzo de 1993, Juve discutió con otro guardia, sacó su arma y lo mató.
–Lo mató– dijo Lino, un tercer guarura por radio a Benjamín.
–¿A quién mató?– preguntó el capo.
–A uno-uno-uno-uno– empleó Lino la clave del asesino– mató a Pedro Romo.
En ese momento Lino se encontraba con Juve y algunos de los demás miembros del equipo de ejecución. Lino detalló la ubicación del tiroteo, a unos cinco kilómetros de la casa de Páez, quien concluyó que el alboroto iba en dirección suya.
–Voy en camino, deben quedarse donde están– ordenó el lugarteniente.
Cuando encontró a Lino, Juve y los demás, Páez entendió que lo mejor era llevarlos a su casa. Pasó a Juve y ordenó al resto del equipo que esperara en el garaje. Luego regresó a la cochera para pedir más detalles. Mientras hablaba con los hombres, El Popeye apareció entornando sus ojos de reptil antediluviano.
–¡Que venga para acá!– ordenó.
Cuando Juve salió al garaje, Barrón lo arrojó contra la pared y lo esposó. Barrón y Páez lo llevaron a una pequeña habitación. Ramón arribó al lugar; fue a la habitación en donde encontraba Juve y lo interrogó.
–¿Qué me va a hacer?– indagó Juve luego de admitir el asunto.
–No te preocupes.
Ramón llamó a su hermano Benjamín y le dijo que Juve debía morir por lo que había hecho. Molesto, Benjamín reconoció la necesidad de corregir la indisciplina más allá del afecto que pudiera sentir por el tipo que cuidara su vida.
El Popeye tomó una bolsa llena de heroína, la mezcló con agua y llenó una jeringa. Ahí, en el garaje de Páez, inyectó a Juve en la vena hasta vaciar el depósito.
Ramón dejó el lugar. Juve aún respiraba.
–Sácalo de mi casa– pidió Páez a Barrón.
El sicario ordenó que lo cargaran y el lugarteniente fue a la casa del capo.
–Ya está muerto– dijo Popeye por radio.
Ramón dio la noticia a su hermano.
–Murió como a él le gustaba.
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Habla Everardo Páez sobre el negocio de la yerba:
“De 1990 a 1992, Benjamín, Ramón y Eduardo Arellano Félix trabajaron junto con Ismael Zambada García, Amado Carrillo Fuentes y Kiki Fernández importando mariguana de México a Estados Unidos. Esta asociación fue responsable del tráfico de aproximadamente 225 toneladas de mariguana”.
El trasiego de la mariguana se hacía con la complicidad de un comandante apellidado Duarte y apodado El Loco, quien apoyaba el transporte hasta el borde fronterizo. Una parte del origen de la mercancía era provisto por Benjamín de una fuente en Mazatlán.
De manera complementaria, Páez tenía vínculos con operadores de buques de pesca capaces de trasladar la droga a Ensenada. El costo de mover cinco toneladas de mariguana del puerto de Sinaloa al de Baja California se fijó en 300 mil dólares.
“Luego de pocos días, mi gente se contactó conmigo y me informaron que el cargamento llegaría a Ensenada dentro de poco tiempo. Me puse en contacto con Benjamín Arellano Félix y le suministré un informe de avance”, continúa el operador del cártel.
“Gestioné una reunión con el comandante en Ensenada y pedí su permiso de el para llevar la mariguana. El comandante me informó que él no podía permitir que la mariguana ingresara a Ensenada, pero que podía hacer las gestiones para que atracara en San Felipe a un precio de 150 dólares por kilogramo, lo que representaba un precio de 450 mil dólares (…) Se hizo la descarga e informé a Benjamín y reconoció que estaba complacido”.
No por mucho tiempo.
La frontera ardía y cada vez era mayor la presencia de otro sinaloense cuyo estilo quedaba lejos del mostrado por el tío Miguel Ángel Félix Gallardo, un hombre cuyas formas sociales y actitudes paternales le granjearon el apodo de El Padrino. No. Este hombre taciturno y bajo de estatura se abalanzaba sobre Tijuana como si todo le perteneciera y que pronto desataría una guerra.
Los hermanos Arellano Félix apretaron las quijadas y se volvieron a reunir para discutir el tema con Ismael El Mayo Zambada, quizá el socio más importante que tuviera Joaquín Guzmán Loera y que después de la captura del Chapo el Mayo paso a ser el líder del Cartel de Sinaloa.
Lo que sigue es palabra jurada de Everardo Páez Martínez, lugarteniente de los Arellano, testigo presencial de los hechos y colaborador del FBI:
“Los dirigentes de la Organización de los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán Loera”.
“Me consta este complot, porque participé en conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a Guzmán. Además, Ramón me dijo personalmente que iba a Culiacán a matar a Guzmán. Y lo llevé en automóvil al aeropuerto el día que viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”.
Al llegar al aeropuerto de Tijuana o “51”, como en clave se referían a ese lugar, Ramón Arrellano Félix se encontró con sus hermanos Benjamín y Eduardo Arellano Félix en una camioneta estacionada afuera de la terminal aérea.
Los capos permitieron la presencia de su consejero, Everardo Páez.
–Asegúrate que todo salga bien –pidió Benjamín a Ramón–. Será muy difícil para nosotros si atacas a Guzmán y no lo matas.
Eduardo recalcó la misma idea.
Aparentemente, Ramón escuchó en silencio los consejos de ambos.
–Todo está listo para el ataque –concluyó Benjamín. El asesinato ocurriría en el interior de la casa del Mayo.
Ramón subió al avión. Descendió y tomó camino para matar al hombre que se convertiría en el más poderoso de su especie en el mundo.
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El homicidio de Armando López, un compadre de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, cometido en 1989 por Ramón Arellano Félix, fue el punto de partida en la tensión entre la Organización de los Arellano Félix y la Organización de Guzmán Loera.
Ambos eran beneficiarios directos del desastre venido tras el asesinato del agente especial de la DEA Enrique Camarena a manos de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, perpetrado en 1985 en Guadalajara. El gobierno de Estados Unidos se lanzó como un perro furioso y reclamó a su contraparte mexicana la detención de los culpables. Así ocurrió, además de la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo.
Recientes versiones apuntan a que el asesinato de Kiki Camarena fue orquestado por la CIA. De ser cierto el hecho, llama la atención que nunca ningún narcotraficante detenido entonces utilizara esa información en su defensa. Tampoco lo hizo ninguno de los varios funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad implicados con el narco.
Lo cierto es que lugartenientes del falleciente Cártel de Guadalajara tuvieron su oportunidad de ascender y, mientras lo hacían, se hicieron la guerra a muerte. Las facciones más claras en ese momento eran la dirigida en Juárez por Amado Carrillo, la de Joaquín Guzmán y Héctor El Güero Palma en Sinaloa, los Arellano Félix en Tijuana y, hacia el oriente, en el Golfo de México, Juan García Ábrego.
Durante el verano de 1991, período en que los cadáveres se hacían asunto rutinario en Culiacán y Tijuana, Ismael El Mayo Zambada García, entonces alineado con los Arellano Félix, concertó una reunión entre él mismo, Benjamín Arellano y Joaquín Guzmán.
El objetivo de la reunión era iniciar un diálogo entre las dos grupos e intentar resolver sus respectivos problemas. A Benjamín Arellano Félix no le quedaba mayor alternativa que sentarse a negociar y resolver las cosas con Guzmán.
En esa época, El Chapo tenía una relación estrecha con el jefe de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, un hombre señalado por Miguel Ángel Félix de orquestar el reparto de las plazas.
González Calderoni gozaba de otra fama: estaba en la mayor estima del gobierno de Estados Unidos.
Benjamín Arellano entendía que los vínculos de Guzmán con González Calderoni y otros funcionarios políticos y policiales representaban una situación peligrosa para su organización y aceptó la conciliación del Mayo Zambada.
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Everardo Páez, lugarteniente de los Arellano desde mediados de los ochenta, viajó a Culiacán con Benjamín, Eduardo y Ramón Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero, y otros varios miembros de Tijuana.
El encuentro ocurrió en la casa de Zambada, en Culiacán, pero los únicos que participaron en la propia reunión fueron Benjamín Arellano, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán. Cada cártel mantuvo la guardia alrededor de la residencia, según consta en los documentos de la propia PGR a los que se tuvo acceso.
“Abrimos la comunicación y los problemas estaban bajo control”, informó Benjamín a los suyos. “No quiero que nadie hiciera nada que creara malentendidos o desconfianza”, ordenó en general. “No persigas a nadie de la gente de Guzmán”, pidió a su hermano Ramón.
Aunque se suponía que las cosas se habían resuelto en la reunión del verano de 1991, poco tiempo después los 30 dirigentes del Cártel de Tijuana cayeron en cuenta que Guzmán Loera logró implantar a un comandante de la Policía Judicial leal a él en la propia ciudad de los Arellano Félix.
Se decía que Guzmán operaba en contubernio con un ex jefe de Fronteras de la Policía Judicial y del encargado de la Agencia Anti Narcóticos mexicana, González Calderoni.
Los Arellano apretaron las quijadas y se volvieron a sentar para discutir el asunto con El Mayo.
Hablaría Everardo Páez en los días de su encierro y pacto con las agencias de Estados Unidos empecinadas en extinguir al Cártel de Tijuana.
“Los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán”.
Pero el asesinato se frustró y Ramón volvió con las manos limpias a Tijuana.
“Yo estaba listo para asesinarlo, pero Kiki Fernández –un asociado de los Arellano Félix en esa época– se puso paranoico y físicamente me detuvo”, explicó a sus hermanos.
Benjamín estaba furioso.
–¿Y por qué no mataste a Kikí? –cuestionó Benjamín.
–No te preocupes… Yo mataré a Guzmán en Guadalajara –se justificó Ramón.
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En junio de 1992, Benjamín e Ismael Higuera Guerrero estaban listos a viajar a la Ciudad de México.
Los Arellano mantenían una dolorosa racha de incautaciones de cargamentos de cocaína y mariguana en Estados Unidos. Veían como su ciudad se convertía en un sitio hostil, en un lugar que los comenzaba a tratar como extraños a ellos, los dueños de la frontera.
Benjamín viajaba a la capital mexicana con la intención de hablar por segunda vez con Guzmán y Zambada y, nuevamente, abordar las diferencias. Sin embargo, antes de que partieran a la reunión, Ramón se enteró de que Guzmán tramaba el homicidio de Benjamín e Ismael Higuera Guerrero durante el traslado.
Se canceló el viaje.
Los Arellano confrontaron a Zambada y otros que ellos creían sabían del ataque proyectado, incluido otro traficante importante con el nombre de Rafael Aguilar Guajardo, ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad y cofundador del Cártel de Juárez.
Zambada y Aguilar Guajardo negaron conocer o estar implicados en el complot.
Después de este incidente, los dirigentes de la OAF mantuvieron comunicaciones cordiales con Zambada y Aguilar Guajardo. Sin embargo, los percibían como enemigos.
Poco después de eso, las organizaciones se encontraron en guerra. La alianza de los Arellano con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés se fortalecieron.
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Ese mismo año, en agosto de 1992, Ramón y un pistolero viajaron a Guadalajara para buscar una segunda oportunidad de ejecutar a Guzmán. Ramón se sentía seguro luego de obtener la localización precisa de Guzmán en la capital de Jalisco.
–No quiero que las cosas empeoren– habló Benjamín, visiblemente preocupado.
–Si otros traficantes importantes que nos están dando problemas ven que Guzmán está muerto, dejarán de atacarnos– repuso Ramón, según la reconstrucción hecha por Everardo.
Ramón y un contingente de ejecutores partieron en el avión privado de Benjamín. El día después de la partida de Ramón, sus hermanos Benjamín y Eduardo y otros jefes de Tijuana se encerraron en un rancho llamado “Las Bardas” en espera de noticias del ataque.
Dos o tres horas después, Ramón llamó por teléfono.
–Intentamos dispararle y matarlo, pero escapó.
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En otoño de 1992, Fulvio Jiménez Turegano comandaba a la Policía Federal en Tijuana. Los Arellano Félix tenían por cierto que ese hombre Jiménez, descendiente policiaco de Arturo El Negro Durazo, trabajaba en acuerdo con Guzmán Loera.
La presión no cesaba y las confiscaciones no paraban.
Los Arellano pensaron en tomarse un respiro y decidieron dar y darse a toda la jefatura de la organización criminal unas vacaciones en Puerto Vallarta.
Los narcotraficantes optaron por pausar y esperar que la frontera se enfriara. Benjamín, Ramón y Javier Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero; Efraín Pérez, y David Barrón Corona El Popeye, jefe de escoltas, y otros se prepararon para dejar su ciudad y tomar unas largas vacaciones en Puerto Vallarla.
“Hasta que todo se calme”, dijeron y volaron a principios de noviembre de 1992.
Pero ya nada volvió a la calma. Los gatilleros del Chapo y su socio Héctor El Güero Palma emboscaron a Ramón y Francisco Javier en la discoteca Christine de Vallarta.
La versión al interior del Cártel de Tijuana fue que un grupo de personas entraron a la discoteca, se dirigieron al baño y gritaron “¡Policía!”. En el lugar estaban Ramón, Javier e Ismael y Gilberto Higuera. Uno de los acompañantes de los capos replicó con la misma advertencia: “¡Policía!”. Lo mataron de inmediato.
Al comenzar el tiroteo, al menos una docena de hombres irrumpieron en el salón y abrieron fuego. Barrón respondió el fuego. Mató a uno de los atacantes y le quitó el rifle AK-47. Luego ayudó a los capos a salir del lugar trepando hasta el tragaluz y el techo del lugar por donde lograron escapar.
Las vacaciones se cancelaron y Eduardo Arellano Félix y Páez Martínez, que habían retrasado su salida, volaron a Guadalajara donde se reunieron con Benjamín y los otros. Resolvieron un contraataque inmediato. Gilberto Higuera llevaría a un equipo de sicarios a Culiacán para localizar y atacar a miembros de los grupos de Guzmán y del Güero Palma. En segundo lugar, se decidió que Ramón Arellano Félix trabajaría con un individuo apodado La Rana y llamadoHumberto Bañuelos Rodríguez, un ex comandante de la Policía Judicial de Sinaloa, para identificar a miembros de la familia Guzmán y sus domicilios en el área de Guadalajara.
Durante las semanas siguientes, La Rana localizó y secuestró a uno de los cuñados de Guzmán. El día en que secuestraron al cuñado de Guzmán, Páez Martínez y Barrón Corona El Popeye acompañaron a Ramón Arellano y a La Rana al lugar en donde lo tenían cautivo. Lo golpearon y torturaron hasta que el hombre proporcionó información relacionada con la identidad y ubicación de miembros de otros familiares de Guzmán.
Entonces lo ejecutaron.
Mientras tanto, Gilberto Higuera se mantuvo en Culiacán con un equipo. Sin embargo, mientras efectuaban la búsqueda fueron encontrados: él mismo fue secuestrado por cercanos de Guzmán. Inmediatamente después de recibir la información sobre el levantón, Ramón Arellano Félix y Barrón Corona fueron a una de las residencias de la familia de Guzmán que el cuñado de Guzmán había beatificado y tomaron varias personas como rehenes.
Ramón Arellano habló con El Chapo.
–Voy a matar a tus familiares a menos que sueltes a Gilberto.
Cada capo liberó los respectivos rehenes y se plegó a concentrar fuerzas.
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Poco después del regreso de los Arellano a Tijuana, Benjamín Arellano llamó por radio a Páez Martínez.
–Quiero una reunión con Barrón Corona– ordenó.
Páez Martínez localizó al Popeye y lo escotó para que se encontrara con Benjamín.
–¿Tienes hombres rudos disponibles para que nos proporcionen protección a mí y a mis hermanos?– indagó el narcotraficante.
–Conozco a varios muchachos del área de Logan Heights de San Diego, pero ninguno de ellos conoce Tijuana muy bien– repuso el asesino.
–Eso no será problema. Quiero empezar con cuando menos 10 hombres.
Benjamín fundaba un cuerpo de sicarios de tiempo completo, realizaba un salto evolutivo en la historia de las empresas criminales mexicanas al reclutar personal ajeno a la organización por su sola capacidad de ejercer violencia. El gánster ordenó al Popeye conseguir casas, automóviles, armas y lo que fuera necesario para organizar un grupo. Le llenó las manos con 200 mil dólares y arriba de los billetes le colocó un radio.
–Eres CH– Benjamín, con tono complacido, otorgaba clave a su jefe de asesinos. CH era una abreviatura de Charles, como gustaba el narcotraficante llamar al Popeye en alusión a Charles Bronson o, más precisamente, a los rudos personajes que el actor interpretaba.
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Charles o Popeye inició inmediatamente la contratación de miembros de las pandillas de Logan Heights para ser guardaespaldas y miembros de los equipos de sicarios. Estableció tres casas amplias, llamadas “oficinas” en Tijuana como casas de seguridad.
La oficina con clave 73 tenía la primera responsabilidad de la seguridad de Ramón Arellano; otra más concentraba la vigilancia de Benjamín Arellano, y la otra, denominada L-H –quizá en alusión a Logan Heights– concentraba un equipo de ejecución general y refuerzo.
Estos fueron algunos de los pandilleros reclutados: Alberto Bayardo Robles El Gori, Alfredo Araujo también apodado Popeye, Adelaido Peña Huerta Lalo, Marcos Quiñones El Pato, Enrique Vascones El Puma, El Tarzán, El Jimmy, Night Owl, El Gizmo, El Gordo, Cougar, Spanky y El Paisa provenientes tanto de la banda Logan Heights como Posoles o Del Sol, las tres con ascendente en la Mafia Mexicana, una de las más poderosas pandillas carcelarias en Estados Unidos.
A fines de 1992 y principios de 1993, el equipo de sicarios de los Arellano Félix estaba concentrado en el entrenamiento y en la espera de una oportunidad para asesinar a Guzmán Loera.
El sueldo semanal de cada pistolero era de 500 dólares más bonificaciones por participar en “misiones” especiales, es decir, trabajos de represión consistentes en asaltos, secuestros y asesinatos. El entrenamiento formal consistía en el manejo y uso de rifles de asalto AK-47, pistolas .38 Súper, arma de cargo de las policías mexicanas, y subametralladoras UZI.
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¿Cómo era el proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix? ¿Cómo se elegía a un hombre cuya principal ambición en la vida debía ser quitarle la vida al Chapo Guzmán?
Night Owl fue miembro de la pandilla Posole, la misma a la que en libertad pertenecía El Bat. Entre 1978 y 1981, Night Owl fue condenado en siete ocasiones por diferentes cargos que purgó como menor de edad. En 1987 tuvo paso por la cárcel de San Quintín, donde conoció a Albert Esqueda El Bat.
A principio de los años 1990, las autoridades estadunidenses ya sabían exactamente la mezcla de Night Owl: fue procesado por posesión de metanfetaminas y de explosivos. Sus estancias en las penitenciarías fueron lo suficientemente relevantes como para sumarse con cierta influencia en el directorio de la Mafia Mexicana.
Entre abril de 1992 y el 1 de marzo de 1993, el pandillero coincidió en la cárcel con otro llamado José Ayala y conocido como Bugsy, a su vez amigo cercano de David Barrón Corona El Popeye para las clicas, Charles para los Arellano Félix. La amistad entre Night Owl y Bugsy se estrechó hasta el momento en que el último enroló al primero en el grupo de Popeye mediante correspondencia.
En marzo de 1993, Night Owl abandonó la prisión estatal. Afuera de la penitenciaría lo esperaba una mujer, hermana de Barrón Corona y lo llevó a una casa a la que se referían como oficina en el área Logan Heights de San Diego. Ahí conoció a Barrón Corona y a otros miembros de la pandilla: Zig Zag, Tarzán, Puma, Roach, Big Smokey, Little Smokey, Happy… Todos asesinos bajo sueldo de los capos de Tijuana a donde casi de inmediato fue llevado Night Owl.
Tuvo por bienvenida la entrega de sus armas, de las que no debía despegarse en adelante. Barrón Corona instruyó a dos de los miembros de más antigüedad del equipo que enseñaran a Night Owl cómo usarlas, desarmarlas, limpiarlas, re ensamblarlas y conservarlas. Era clara la familiaridad con el uso de las armas.
“Periódicamente los miembros que eran sicarios y yo recibíamos entrenamiento formal de armas de fuego con estas armas El entrenamiento consistía de prácticas de disparo y de tiempo. Después de efectuar los simulacros, Barrón Corona y nuestro instructor de armas de fuego, un hombre del Medio Oriente, nos daba su evaluación y crítica respecto a nuestra actuación”, explicaría Night Owl.
Además del revólver .38 y un fusil AK-47, el recluta recibió un uniforme estilo oficial de la policía: un traje negro de una pieza con las letras PJF (Policía Judicial Federal) impresas en espalda y una cachucha con las mismas siglas. También existía vestuario con las iniciales de la Procuraduría General de la República. Los pandilleros utilizaban los uniformes cuando realizaban algunas actividades de seguridad a favor de los Arellano o en algunas ocasiones en que funcionaban como sicarios.
También le indicaron las reglas básicas del grupo de asesinos: quedaba prohibido el consumo de drogas y de alcohol, se imponía la restricción de salir a menos que específicamente existiera permiso para hacerlo y se les requería listos y uniformados en cualquier momento para realizar un trabajo.
El Popeye comandaba un grupo de pandilleros con la estructura jerárquica entendida desde su pertenencia a una clica con un acendrado sentido de lealtad al que se agregaban controles de tipo militar, como el encuartela miento, el uniforme y la disponibilidad permanente.
Night Owl fue expulsado temporalmente por consumo de drogas. Regresé a San Diego y, casi al mismo tiempo, regresó a la prisión, donde se reencontró con el viejo Bugsy, quien integró una vez más al otro a la cuadrilla de sicarios en Tijuana. Ahí se reencontró con otro viejo conocido de las penitenciarías, El Bat.
En enero de 2001, Night Owl fue detenido por tercera ocasión en quebrantamiento de su libertad condicional. Tal vez por cansancio o por el paulatino desgate del Cártel de Tijuana, buscó a funcionarios federales en California y les informó de su deseo por cooperar en la investigación que realizaban de sus antiguos jefes.
Y dio el santo y seña del proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix.
De estas incorporaciones surgió la contratación de José Albert Esqueda El Bat, un hombre que buscó convencer a los miembros de las pandillas sureñas en Estados Unidos, asociadas bajo el gobierno de La Mexican Mafia o EME, de asesinar a Guzmán Loera.
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El atentado en la discoteca Christine encendió todas las alarmas. Una tarde, a finales de diciembre de 1992 o principios de enero de 1993, Ismael Higuera Guerrero informó a Ramón Arellano Félix de la existencia de un espía de Guzmán Loera.
Pronunció el nombre de Juvenal Gómez Buenrostro, un proveedor ocasional de mariguana para el cártel sin mayor importancia en la trama, pero, en ese contexto, el Cártel de Tijuana lo entendió como un sujeto que podría representar la desaparición de la organización entera.
–Él y su padre son, además, informantes para el gobierno de los Estados Unidos– atizó Ismael Higuera la paranoia de Ramón. –Juvenal Gómez vive en San Diego, pero tiene un gimnasio aquí, en Tijuana.
Como los Arellano preferían asesinar en Estados Unidos, resolvieron la ejecución de Juvenal Gómez en California sin mayor trámite que la anterior conversación.
Un par de días después, Ramón y Benjamín Arellano Félix intercambiaron información sobre Juvenal Gómez con los demás miembros de su estado mayor con respecto de la sospecha de su colaboración con las agencias policiales.
–Es un enemigo a quien se le tiene que matar– reiteraba Benjamín como si detrás de la cara de cualquier hombre estuviera el rostro del Chapo. –Que vaya Charles– ordenó en referencia a David Barrón Corona, su jefe de escoltas a quien comparaba con Charles Bronson o, más correctamente, con los personajes que interpretaba ese actor.
En esos días, Ramón alquilaba una casa en Del Mar, California. Ahí citó a Everardo Páez, lugarteniente del cártel. Ramón también parecía especialmente interesado con lo localización y ejecución de Gómez. El tema se volvía prioritario y El Popeye fue urgido para resolver el asesinato y escogió a dos de sus pistoleros: Alfredo Araujo y Night Owl, quienes utilizarían las armas de uso común de los sicarios de Tijuana, pistolas .38 Súper y fusiles AK-47. El propio Martínez se sumó a la búsqueda de Gómez, a quien finalmente asesinó un sicario integrado en un segundo equipo formado por Popeye.
–Le disparé en un negocio de celulares, en Chula Vista. Ahí abandoné el carro y por ahí boté las armas– presumió el matón identificado como Adelaido Peña Lalo, quien obtuvo una bolsa de 50 mil dólares por el asesinato.
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Durante la segunda semana de mayo de 1993, Ramón Arellano averiguó que su enemigo se encontraba en Guadalajara. Informó a sus hermanos Benjamín, Eduardo y Javier y todos acordaron el ataque.
Al día siguiente, Ramón y un grupo de sicarios partieron de Tijuana con destino a Guadalajara para localizar y matar a Guzmán. Seis o siete días después, el 23 de mayo de 1993, La Rana informó que su gente participó en un tiroteo en el aeropuerto de la capital de Jalisco. El matón daba por muerto a Guzmán Loera, pero quien en realidad murió fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Al regresar a Tijuana de Guadalajara, los sicarios que participaron en el ataque recibieron órdenes de huir a los Estados Unidos. La guerra resultaba un mal negocio para todos. La muerte de un príncipe de la Iglesia en medio de un fuego cruzado era demasiado. Apenas habían pasado ocho años del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena. Alguien debía pagar.
Ante sus jefes, Barrón se disculpó por el intento fallido por asesinar al Chapo Guzmán.
–No te preocupes– respondió Benjamín. Ahora lo necesario es enfrentar la situación lo mejor que se pueda. Estoy tratando de arreglar el problema. Tengo que entregar a la PGR dos personas para aliviar la presión sobre nosotros. Van a testificar que El Chapo estuvo implicado en el tiroteo. Yo los sacaré de la cárcel en uno o dos años y le daré a cada uno 300 mil dólares y lo que sea para sus familias.
–Yo me encargo que uno o dos se ofrezcan– ofreció El Popeye.
Entre las nueve y diez de la noche, Barrón avisó a Benjamín que ya estaban listos los asesinos expiatorios: Puma y Spooky o Spanky. La entrega la haría Jesús Labra a un comandante que tenían comprado desde antes.
Un par de días después, los narcotraficantes vieron en las noticias el relato del asesinato del purpurado. Vieron los rostros de sus enemigos y los suyos mismos. Escucharon que la Policía Judicial Federal había logrado la captura de dos participantes en el tiroteo que confirmaban la guerra de los cárteles.
El Chapo estaba en el centro de la escena. Poco tiempo después fue detenido y aunque los Arellano no, al menos en lo inmediato, Guzmán Loera se fortaleció desde la prisión federal en que estuvo preso.
Mantuvo el apoyo incondicional de sus primos, los Beltrán Leyva a quienes años después traicionaría y de El Mayo Zambada, quien años atrás conspirara para matarlo.
A la vez, los Arellano pelearon en otro frente de guerra contra Amado Carrillo Fuentes El Señor de los Cielos. Los documentos detallan por ejemplo, el asesinato de una mujer llamada María Olivas en Imperial Beach, California, por el simple hecho de que la consideraban asociada, así fuera indirectamente, con el capo de Juárez.
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Poco a poco, la capacidad de negocios de los Arellano se reducía y algunos de los espacios eran llenados por sus sicarios, avenidos en operadores de los cargamentos.
Hacia 1996, Popeye no era un simple pistolero. Movía cargamentos de cocaína de Ensenada, Baja California, a San Diego, California, que luego fletaba o custodiaba personalmente hasta Nueva York.
En ese tiempo, la cocaína se importaba a los Estados Unidos en cargamentos de 50 kilos y se transportaba de California a Nueva York en envíos de 100 a 200 kilos. Ya desde entonces, en realidad desde antes, los Arellano Félix cumplían cierta función arancelaria: cobraban el derecho de paso de las drogas ilegales provenientes de Colombia o México con paso por Tijuana y Mexicali.
En el presente, la participación del antes poderoso Cártel de Tijuana se reduce a esta operación aduanal y cada vez menos presencia en el mercado con su propia mercancía. En los años de gloria, sus propios empleados podían realizar negocios por su cuenta de hasta dos toneladas de mariguana por embarque.
El Popeye, Charles Bronson o CH murió el 27 noviembre de 1997. Fue alcanzado por la esquirla de una bala que atravesó la camioneta del semanario Zeta de Tijuana, pegó en un barandal de herradura y penetró por el ojo del matón. Ahí mismo, en posición de ataque, empuñando el arma, murió Barrón Corona, el sicario del Barrio Logan, mientras intentaba asesinar a Jesús Blancornelas.
Esta muerte reconfiguró los cuerpos de matones del cártel. José Albert Márquez El Bat, el hombre amante de las dagas y los verduguillos, quedó bajo las órdenes inmediatas de Rivera Martínez.
Así, con la clave CH, es como refiere el semanario Zeta de Tijuana al sicario que dirigió uno de los atentados contra el periodista Jesús Blancornelas, un hombre al que decidieron asesinar por publicar la relación entre la guerra de los cárteles y el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
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El mapa de 2014 elaborado por el gobierno de Estados Unidos sobre las zonas de influencia de los cárteles en México es muestra del levantamiento de imperios: se observa el avance de Los Zetas hasta tener bajo su dominio la mayor cantidad de los estados, ya por encima del Cártel de Sinaloa, que mantiene la hegemonía como empresa de las drogas.
Se observa la decadencia de Los Caballeros Templarios de Michoacán y la emersión del Cártel Jalisco Nueva Generación.
También se apunta la contracción del Cártel del Golfo, porque ese mapa no cuenta sólo la fundación y el zenit de los imperios, sino también su decadencia y sus ruinas: coloreados apenas sobre las ciudades que les dieran nombre se indican los antes hegemónicos cárteles de Juárez y de Tijuana.
Hubo un tiempo, no muy lejano, porque los imperios de los cárteles son productos perecederos de corta caducidad en que los Arellano Félix pudieron asesinar al narco que sería el más poderoso del mundo hasta su captura, Joaquín Guzmán Loera, a quien los de Tijuana odiaron hasta consumirse.
Todos los hermanos varones que construyeron su cártel están presos o muertos.
Muchos de sus temibles sicarios también, entre ellos José Albert Esqueda, el hombre que en una de sus varias dagas llevaba grabada la leyenda “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”.
La investigación contra El Bat corrió a cargo de Denaire L. Rigney, agente especial del FBI, con experiencia desde 1974 y ocupado de los Arellano Félix desde 1995 junto con un equipo conformado por miembros del Servicio de Inmigración y Aduanas, la Administración Antidroga, el Servicio de Recaudaciones Internas y el FBI.
El 24 de noviembre de 2003,
Lo encontraron en su casa de Tijuana, donde empaquetaba mariguana. Descubrieron sus decenas de armas de fuego, cortas y largas. Pero lo que más llamó la atención de los policías fue la extensa colección de verduguillos, navajas, cuchillos.
Una de sus dagas tenía escrita en la hoja, como si fuera una representación del propio Bat: “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”.
El gobierno de los Estados Unidos solicitó al gobierno mexicano la detención provisional con fines de extradición internacional de José Alberto Márquez Esqueda. El Bat fue entregado, como casi todo lo que pida Washington a México.
El Bat pasará el resto de su vida en prisión, donde la Mexican Mafia controla buena parte del suministro de drogas en Estados Unidos.
Cosas de la vida, cosas de la muerte: la EME, verdadera nación del hombre del cuchillo sonriente, es una de las principales distribuidoras de la gente del Chapo Guzmán que ahora dirigen sus hijos del Chapo y el Mayo Zambada.