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EL "COMANDANTE TORO",DE SICARIO "PERRA FLACA" A CAPO DEL CARTEL DEL GOLFO.

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Reynosa le debe a El Comandante Toro, el jefe regional del Cártel del Golfo abatido el viernes pasado por la Marina, algunos de los años más negros de su historia.

El Comandante Toro fue el sucesor de José Rodríguez Sánchez, El Gafe, al que un convoy del Ejército localizó en las calles de Reynosa a mediados de abril de 2015.

El Gafe fue conducido a las instalaciones de la PGR ubicadas en la zona norte de la ciudad. Pero había dejado instrucciones a sus subordinados. Varias unidades blindadas y repletas de hombres armados fueron por él. Se desató un cruento tiroteo.

Agentes federales y elementos del Ejército respondieron el ataque desde la azotea de la delegación de la PGR, y en cuanto les fue posible salieron rumbo al aeropuerto de Reynosa, escoltados por helicópteros, y con El Gafe esposado dentro de una camioneta.

El Cártel del Golfo hizo lo posible para que su líder no fuera sacado de la ciudad. Grupos de sicarios incendiaron camiones y autos y los fueron sembrando en las bulevares principales y en la carretera Reynosa-Monterrey.

En una conferencia de prensa, la Comisión Nacional de Seguridad anunció la detención de El Gafe y, como ya es costumbre, lo consideró “el principal generador de violencia” en el corredor que va de Matamoros al Río Bravo.

Se ha visto que la política de descabezamiento de los cárteles suele ocasionar que choferes y guardaespaldas de los antiguos jefes hereden el poder que la captura o la muerte de estos deja vacante. Por regla general, esos choferes y guardaespaldas son más crueles, delirantes y sanguinarios.

Eso exactamente sucedió en Reynosa. Un ex guardaespaldas de El Gafe recibió el poder. Era precisamente Juan Manuel Loza Salinas, apodado El Comandante Toro, y lo que siguió en Reynosa se apegó matemáticamente a lo que arriba he descrito: vino un escenario de terror y violencia no conocido. Secuestro, narcomenudeo, extorsión a empresarios, comerciantes, profesionistas y prestadores de servicios, “cobro de piso”, robo de combustible y tráfico de drogas a niveles que no se recordaban.

Quienes pudieron hacerlo huyeron de Reynosa y se refugiaron en McAllen. Quienes no tuvieron esa oportunidad se resignaron a pagar “piso” y a vivir pendientes del encendido o apagado del semáforo rojo, que avisa cuando hay “situación de riesgo en distintos puntos de la ciudad” y recomienda a los ciudadanos “resguardarse y tomar precauciones”.

Muchas veces se encendió el semáforo en los años en que El Comandante Toro se convirtió en mandamás de la parte central del estado.

Hace un año fuerzas federales lanzaron un operativo en su contra, y el horror regresó a Reynosa. A lo largo de un día —desde las 4:30 de la mañana hasta bien entrada la noche— se sucedieron los tiros, los granadazos, las persecuciones. Todas esas horas se oyó el ruido de los helicópteros y se vio el humo de los vehículos ardiendo.

El Comandante Toro había escapado seis veces, gracias a la complicidad de policías locales y federales y el apoyo de halcones, taxistas y vendedores ambulantes encargados de anunciar el paso de convoyes militares.

En febrero se intensificó la cacería del capo. Ese mes hubo 72 horas de enfrentamientos entre la Marina y presuntos grupos delincuenciales. A toda hora circulaban por Reynosa unidades blindadas y a toda hora la sobrevolaban helicópteros artillados.

Finalmente lo encontraron el viernes, “durante un recorrido de vigilancia”. Según el parte de la Marina, El Comandante Toro intentó huir, se impactó contra un árbol, bajó de su camioneta disparando “contra el personal de esta institución” y falleció “durante un intercambio de disparos”. Las autoridades que dieron cuenta de su muerte lo señalaron como uno “de los principales generadores de violencia en la entidad”.

El Cártel del Golfo activó de inmediato sus mecanismos de respuesta: bloqueos, incendios, vehículos particulares quemados.

El sábado pasado el vicealmirante de la primera zona naval, Francisco Pérez Rico, fue informado de que sicarios del Golfo irían “a Reynosa y a Victoria a vengar a sus jefes abatidos”. Ordenó a los jefes de la zona —según el oficio C-1S.13.33.c-145017— reforzar medidas de seguridad y reportar diariamente, a las 8:30, novedades relacionadas con “faltistas, probables desaparecidos, amenazas recibidas, agresiones, etcétera”.

La película ya la vimos. No tardará en llegar “otro generador de violencia”. No tardará en formar su red de protección y continuará secuestrando, extorsionando, traficando. Será más violento y más sanguinario. Es el guión de la guerra que comenzó hace once años.

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