Hoy entre quienes han interactuado con El Licenciado hay preocupación de que cumpla sus amenazas. Están redoblando precauciones.
Dicen que cuando los más poderosos delincuentes son capturados, cambian de actitud. De las amenazas y el tono sanguinario con el que suelen hablar en libertad, mutan a la cortesía, el nerviosismo, el miedo, la condescendencia.
Así me lo han conversado a lo largo de varias administraciones federales distintos funcionarios que han tenido frente a sí a los más buscados, sea en los operativos para detenerlos o al interrogarlos ya dentro de las oficinas de gobierno.
Parece que es diferente Dámaso López Núñez, El Licenciado, considerado por las autoridades federales como sucesor de El Chapo Guzmán en el Cártel de Sinaloa.
Según los primeros reportes de fuentes confiables, El Licenciado ha confrontado y amenazado a quienes han interactuado con él.
Me relatan, de entrada, que al momento en que se vio rodeado en el departamento que ocupaba en la zona de Polanco de la Ciudad de México, lo primero que hizo fue encerrarse en el baño, arrojar al inodoro su celular y jalarle varias veces a ver si se iba al drenaje, o cuando menos se mojaba al grado de quedar dañado de forma permanente. No saben si logró inhabilitarlo.
Tal fue, me cuentan, su primera reacción. Dejar fuera del alcance de las autoridades lo que pudiera encontrarse en su celular. En el reporte inicial, el gobierno informó que en el triple cateo para dar con él y su presunto operador financiero, incautaron una memoria USB y dos laptops.
Acorde con el relato de quienes tuvieron acceso al operativo de detención, realizado por la PGR y el Ejército, una vez que salió del baño ofreció dinero a los elementos de élite: les preguntó que cuánto querían por dejarlo libre, que les daba lo que pidieran.
Cuando se negaron, pasó de la propuesta de plata a la promesa de plomo. Según la información que hicieron llegar a sus superiores los ahí presentes, Dámaso López Núñez les dijo que los mataría a todos.
Y se siguió: al llegar a las instalaciones de la PGR mantuvo la actitud agresiva. Se ufanó de que quedaría libre en unos años y entonces se encargaría de matar a todos los que habían intervenido en su aprehensión e interrogatorio: soldados, agentes de investigación, ministerios públicos, funcionarios de alto rango.
Este comportamiento, me resaltan, contrasta dramáticamente con el de otros detenidos, incluso con más poder y dinero que él. Muy diferente, por ejemplo, al de su compadre El Chapo, quien fue respetuoso y caballeroso con las autoridades que lo detuvieron dos veces este sexenio.
Algunos atribuyen esta actitud a que recientemente a Dámaso López se le ha vinculado con el Cártel Jalisco Nueva Generación, considerado oficialmente el más grande y poderoso de México en la actualidad, y también el más sanguinario, violento fuera de todo rango. Su líder, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, es objetivo prioritario para el Ejército mexicano. Los soldados prevén que cuando lo tengan, este capo ofrecerá una resistencia con armas y fuego sin precedente.
Hoy entre quienes han interactuado con El Licenciado hay preocupación de que cumpla sus amenazas. Están redoblando precauciones.