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"Recorrimos la ruta del terror en Guerrero"

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ZIHUATANEJO

Todo ocurrió en tres minutos. Reportero y fotógrafo regresábamos de cubrir la nota y sobre la carretera Lázaro Cárdenas (Michoacán)-Zihuatanejo (Guerrero), dos vehículos nos bloquearon el paso. Descendieron una veintena de sujetos armados, rodearon la camioneta y nos apuntaron. El terror nos invadió y ellos parecían disfrutarlo. Uno —quizá el jefe— contestó un mensaje de su radio y les dijo algo, se retiraron. Fueron 90 segundos, pero nosotros sentimos que viajamos al infierno y se nos permitió regresar.

El corredor turístico Lázaro Cárdenas-Zihuatanejo, ubicado entre los estados de Michoacán y Guerrero, cada vez se vuelve más peligroso para el turista, para el viajero, para las autoridades y para los propios habitantes de esa región costera, nos platicarían después.

Las camionetas de cualquier modelo y automóviles de lujo son el blanco perfecto para los integrantes de Guerreros Unidos, cártel de mayor predominancia en esa zona, donde los asaltos están a la orden del día, advierten autoridades de las fuerzas federales, que responden al embate criminal.

¡Lo comprobamos aquella tarde mientras circulábamos sobre la carretera Lázaro Cárdenas-Zihuatanejo!

Sentimos el terror cuando al menos una veintena de sujetos armados, quienes no rebasaban los 20 años, apuntaron hacia nosotros.

Estábamos incrédulos, pero era real lo que sucedía. Mientras ellos con firmeza sostenían sus armas y nos apuntaban, nosotros no lográbamos entender si nos iban a atacar por ser michoacanos, periodistas o por haber cubierto los operativos de la Marina Armada de México del otro lado de la frontera estatal; en el puerto de Lázaro Cárdenas, donde se había desatado la violencia en los últimos días.

Pero no, el objetivo no éramos nosotros; iban por la camioneta en la que viajábamos hacia Zihuatanejo, Guerrero, después supimos.

Después de que los criminales, a bordo de una camioneta y de un taxi del servicio público se retiraron del lugar donde nos habían detenido, con la amenaza clavada en su sarcástica risa, nos regresamos en busca de militares y/o policías federales.

Mi compañero y yo apenas podíamos hablar, pero coincidimos en que fueron los dos o tres minutos más largos de nuestra vida y que estábamos seguros que nos matarían por la forma en la que rodearon el vehículo en el que viajábamos; por fortuna no fue así.

Lo cotidiano

“Ya nos deberíamos estar acostumbrando”, suelta el encargado de un establecimiento comercial ubicado entre los poblados de Petacalco y Lagunillas, donde nos detuvimos a comprar unos refrescos, pues era agobiante el calor.

Circulan libremente, en su mayoría jóvenes con fusiles de asalto al servicio del crimen organizado, a los que les pagan desde 750 hasta mil 500 pesos semanales para asaltar a quienes circulan por esa vía de comunicación.

Según datos de la Policía Federal y del Ejército Mexicano que se han sumado al Operativo Guerrero Seguro, los jóvenes que han logrado capturar confiesan que no buscan como meta ser profesionistas o por necesidad, pues su mayor anhelo es ser jefes de plaza del narco.

“Ellos con que traigan sus cuernos de chivo, sus AR-15, sus camionetas y poder, lo que quieren es ser jefes para controlar su comunidad, a las mujeres, los cobros de piso, las extorsiones, los secuestros y dar órdenes; quieren eso, el poder”, comenta un elemento policial.

Poco antes del episodio ocurrido a plena luz del día, cerca de las 13 horas, los civiles armados hacían otra vez de las suyas con plena impunidad. A tan sólo ocho kilómetros, cerca del acceso a Petacalco, un grupo de viajeros era encañonado de igual manera y despojado con violencia de su vehículo. No corrieron con la misma suerte que nosotros.

“Allá atrás están golpeando bien cabrón a unos turistas; son personas armadas y encapuchadas; sólo se escuchan los gritos y les están dando de cachazos; los tienen hincados. Ayúdenlos, los van a matar”, alertaba un automovilista que circulaba en esa carretera a elementos de la Policía Federal.

Los federales, apoyados por militares nada pudieron hacer: el hecho ya estaba consumado y los criminales se habían esfumado, aun con todo y el despliegue policial en la misma vía de comunicación.

Los operativos sólo son reactivos, ya que en nuestro caso tuvimos que recorrer varios kilómetros para poder encontrar a una autoridad y dar aviso de lo que pasaba. Fue la segunda ocasión que habíamos tenido suerte.

La presencia de las fuerzas federales a 200 metros de llegar al poblado de Lagunillas del municipio de La Unión se debía a que sobre la misma carretera, otro o tal vez el mismo grupo armado había baleado un camión urbano de transporte público del cual no se quiso revelar el saldo humano.

En el asfalto, además de la unidad abandonada y baleada, se encontraron al menos un centenar de cartuchos percutidos, provenientes de fusiles de asalto .223 (AR-159) y 7.62 (AK-47, mejor conocido como cuerno de chivo).

Fue necesario entonces que avanzáramos con el apoyo de las fuerzas federales hasta el destino turístico de Ixtapa, Zihuatanejo, localizado a 24 kilómetros de la zona donde pasaron en pocos minutos estos tres sucesos.

Hermetismo

Las autoridades del estado de Guerrero, principalmente las municipales, guardan silencio, no hablan de la operatividad de los cárteles, como si su doctrina política se lo impidiera, pese a que las carreteras, comercios y jóvenes son controlados y vigilados por la delincuencia organizada, como una vez más se comprobó.

El pasado 26 de junio, se dió a conocer la manera en la que operan los grupos criminales y el asedio con el que controlan este corredor turístico Lázaro Cárdenas-Zihuatanejo, que una vez fue bautizado como Frente Urbano Turístico (FUT).

“No nos dejen solos”, imploraba esa mañana el presidente municipal de Lázaro Cárdenas, Michoacán, Armando Carrillo Barragán, luego de una jornada anterior de balaceras en el segundo puerto más grande del país.

A diferencia de los municipios de Guerrero, en Lázaro Cárdenas tomó el control de la seguridad el Grupo de Coordinación Michoacán, conformado por fuerzas estatales y federales, incluida la Marina Armada de México.

El alcalde, aun así, adelantó que ya busca a través de todos los medios posibles que ese apoyo que recibe del Estado sea más fuerte, sea más decidido, para que en el municipio de Lázaro Cárdenas no sucedan más ese tipo de situaciones violentas.

“Ya en años pasados tuvimos unas experiencias no muy gratas en ese sentido y no quisiéramos regresar a eso, pero de ahí a que la gobernabilidad se haya perdido, yo le diría que no”, enfatizó Carrillo Barragán.

Finalmente, por esa misma carretera pudimos regresar, pero ya con la presencia de más oficiales de la milicia y de la Policía Federal que recorrían esa ruta turística del terror, pues reconocen que este tipo de prácticas suceden a diario, sin que hasta el momento puedan hacer algo para combatirlas.

“Menos podremos mientras el narco siga reclutando jóvenes, mujeres, ancianos, niños y habitantes en general para que ingresen a sus filas, por muy pocos pesos y mucho poder”, insistió un mando policial.

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