Policías federales en un operativo realizado en 2014 por la sierra de Michoacán, en busca de miembros del grupo de Servando González La Tuta |
Por suerte, Adrián y su compañera vestían de civil, por lo que los liberaron
Las primeras asignaciones del oficial Adrián, de la División Antidrogas, fueron en la Ciudad de México, y como parte de su trabajo, asegura, fue posible desarticular al primer círculo de seguridad de diversos criminales, que se creía, eran una leyenda.
En 2011, luego de la detención de Gilberto Barragán Balderas El Tocayo, uno de los líderes principales del Cártel del Golfo, la Policía Federal obtuvo líneas de investigación que permitieron ubicar a otro capo más del grupo delictivo en el municipio de Miguel Alemán, Tamaulipas.
Para realizar labores de inteligencia se comisionó a Adrián y a otra compañera para que acudieran al municipio tamaulipeco.
Recuerda que ambos, con ropa y vehículo civiles, circulaban por la carretera Nuevo Laredo-Reynosa, cuando se dieron cuenta que en el camino no había más vehículos. Negocios, algunas viviendas e incluso las gasolineras, se encontraban en completo abandono, con muestras de haber sufrido un incendio intencional.
A pesar de ello, señala, continuaron con el viaje. Al llegar a la entrada del municipio de Miguel Alemán fueron abordados por una camioneta tipo pick-up color naranja y dice que en ese momento se dieron cuenta que en la batea había un sujeto que portaba un arma de fuego tipo Barret, calibre 50 milímetros, que apuntaba justo hacia el vehículo en el que viajaban.
“Segundos después bajaron de la camioneta naranja dos personas con armas de fuego cortas y largas, chalecos tácticos y granadas de fragmentación”, detalla.
Comenta que al alzar la vista, pudieron darse cuenta que la camioneta naranja estaba acompañada de unas veinte vehículos más con hombres a bordo, quienes además de portar armas de fuego, estaban bajo los efectos de alguna droga.
Narra que los sujetos los comenzaron a agredir física y verbalmente. Les daban golpes en la cabeza y cachetadas, mientras les preguntaban sobre el motivo por el que circulaban por la carretera de La Ribereña.
Relata que después de hora y media de amenazas, los sujetos recibieron la instrucción del jefe de que los dejaran ir porque “estaban limpios” y no pertenecían a un cártel.