Este es uno de los testimonios que hemos recopilado en la guerra contra el narcotráfico y que forman parte de los narcorelatos un proyecto que recopila las historias que se cuentan a diario en México y que damos cuenta aquí.
Ana Lucía González de la Garza de 25 años trabajaba en el casino Texas Holdem del centro de Monterrey. Un día conoció a un hombre que le dijo que era soldado y estaba en una misión encubierta en la Cuarta Región Militar, algo sumamente delicado que era “extraoficial”. Al mes se casó con él. Algo que sorprendió a su madre: “Era obvio que se trataba de un muchacho que andaba mal”, dice la madre de Ana Lucia.
En junio de 2009, Ana Lucía González, estudiante de psicología en la Universidad del Norte, aceptó un trabajo en el Texas Golden Casino. La chica de 23 años y ojos café estaba enamorada de su nuevo trabajo como dealer en mesas de póker y de hecho hacía tan bien su trabajo que le fueron ofreciendo cada vez más horas como dealer, conociendo gente y desenvolviéndose cada vez más en ese empleo.
Ana Lucía era guapa y animada, además tenía el corazón roto después de terminado una larga relación amorosa, así que a nadie sorprendió cuando de pronto empezó a salir con un tipo que decía ser vendedor de autos de lujo ademas de que también dijo ser militar y estar en una misión de encubierto.
Después de unos pocos meses de conocerse y tener citas, este hombre de treintaitantos, delgado y de pelo negro le propuso matrimonio a Ana Lucía. Su mamá, Guadalupe de la Garza, le advirtió que era muy pronto para un compromiso así, pero no sospechó del hombre que pedía su mano, pues se había ganado su confianza y no veía problema en él.
Se casaron en diciembre del 2009 y rentaron una casa en el municipio de Escobedo. Casi desde el principio, Ana Lucía se dio cuenta que su ahora esposo no era en realidad un vendedor de autos. Salía todas las noches fuertemente armado, usando máscaras y falsos uniformes militares. Ana Lucía hablaba constantemente con Guadalupe. Le mencionó su preocupación y los uniformes que encontró en la casa, pero le escondía mucho de lo que realmente le estaba sucediendo.
En febrero de 2010, Ana Lucía y su esposo desaparecieron.
Los padres pidieron ayuda a militares de la Séptima zona, quienes se interesaron en el caso debido a los uniformes falsos que Guadalupe les dijo que tenían ahí. Con una orden de cateo, los militares registraron la casa. Allí encontraron documentos que relacionaban al esposo de Ana Lucía con una banda de tratantes de blancas ubicados en Cancún. También encontraron armas, chalecos antibalas y joyería.
Guadalupe comenzó a investigar por su cuenta. Entre los documentos encontrados había algunos a nombre de Estela Percival, pareja y mano derecha de Raúl Martins, ex agente espía de la dictadura argentina y dueño de centros nocturnos en Buenos Aires y Cancún, acusado numerosas veces (entre ellas por su hija, Lorena Martins) de poseer una red de trata de blancas internacional.
El general del ejército que en principio ayudó a Guadalupe y su familia para buscar a Ana Lucía fue transferido a otra zona militar, por lo que el caso quedó pendiente. Las autoridades han planteado a Guadalupe la posibilidad de que su hija no siga con vida. Con frecuencia ella suele imaginar lo mismo. El pensamiento no dura mucho tiempo, siempre hay alguien que le dice que la vio en Cancún, otro la vuelve a desanimar, y así continúa con su búsqueda.
Con la ayuda de CADHAC una organización sin fines de lucro que ayuda a victimas de desaparecidos , donde recibe asistencia legal y psicológica, tras años después, Guadalupe de la Garza sigue luchando para encontrar a su hija. Ahora está ahorrando para pagarse un viaje a Cancún y poder buscar a su hija en aquella zona turística, actualmente Ana Lucia aun sigue desaparecida...