El diario The New York Times publicó un reportaje especial sobre el cártel de Sinaloa y su líder, Joaquín “El Chapo” Guzmán, a quien considera como uno de los capos más poderosos del mundo y está al frente de la que el diario considera la organización criminal más exitosa de la historia. En el reportaje se combinan análisis sobre la historia del capo y del cártel, las ganancias y las técnicas de la organización, así como sus orígenes. Además se afirma que el cártel tiene ganancias como las de Netflix o Facebook y una organización como la de UPS o Amazon.
La publicación inicia contando uno de los últimos hechos conocidos en la vida de “El Chapo”, afirmando que una tarde de agosto pasado, en un hospital a las afueras de Los Ángeles, una ex reina de belleza llamada Emma Coronel dio a luz a un par de herederas. Las gemelas que nacieron a las 3:50 y 3:51, respectivamente, podrían heredar algo de la fortuna que Forbes estima en mil millones de dólares. El esposo de Emma Coronel no estuvo presente para el nacimiento, es un magnate legendario que sobrellevó una infancia difícil en el campo para después establecer un negocio multinacional muy exitoso.
Si Coronel eligió dejar en blanco el nombre del padre, no fue por ninguna disputa por patrimonio, más bien temía por el hecho de que su esposo, Joaquín Guzmán Loera, es el “director ejecutivo” del Cártel de Sinaloa, como escogió llamarlo el NYT. Un funcionario del Departamento del Tesoro recientemente descrito como el traficante de droga más poderoso del mundo.
La organización de Guzmán es responsable por alrededor de la mitad de drogas ilegales ingresadas a Estados Unidos desde México cada año y podría ser el criminal más buscado en el mundo después de la muerte de Bin Laden. Pero su novia tiene ciudadanía estadounidense sin cargos en su contra. Así que las autoridades sólo pudieron observar mientras ella tomó a sus hijas y cruzó de regreso la frontera para presentarlas a su papá.
Conocido como “El Chapo” por su corta estatura y fornida constitución, Joaquín Guzmán tiene 55 años, lo que en “años narco” son como 150, afirma el diario neoyorquino. El capo es también una figura casi mítica en el país, sujeto de incontables corridos, y que ha sobrevivido a muchos enemigos y cómplices, desafiando a la pelea con la muerte que implica la vida de un traficante de droga, una carrera que es resplandeciente pero breve y siempre termina en prisión o en la tumba. Cuando se cumplieron los 55 años del nacimiento de Pablo Escobar, éste ya tenía una década muerto. De hecho, de acuerdo con la DEA, el líder del cártel de Sinaloa vende más droga que Escobar en lo más alto de su carrera.
Hasta cierto punto, este éxito se explica fácilmente: como Hillary Clinton reconoció hace varios años, la demanda insaciable de drogas ilegales de su país es lo que dirige esta industria clandestina. No es un accidente que el principal traficante de drogas y el principal consumidor sean vecinos. “Pobre México”, recuerda el NYT que afirmaba Porfirio Díaz: “Tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos.”
El cártel de Sinaloa puede comprar un kilo de cocaína en las tierra altas de Colombia o Perú por dos mil dólares, luego observar cómo aumenta su valor mientras hace el viaje hasta el lugar de venta, pues en México ese mismo kilo se vende en más de 10 mil dólares y, si salta la frontera hacia EU, la venta puede dar 30 mil billetes verdes. Finalmente, si la repartes y distribuyes en paquetes más pequeños para su venta minorista y el mismo kilo se llega a vender en 100 mil, es decir, más que su peso en oro. Y es sólo cocaína. El cártel de Sinaloa es el único de los cárteles mexicanos que está bien diversificado y bien integrado verticalmente, produciendo y exportando además mariguana, heroína y metanfetamina también.
Estimar el tamaño preciso del cártel de “El Chapo” es difícil, pues las estadísticas de la economía “subterránea” es inherentemente especulativa, pues los cárteles no hacen anucios anuales ni un auditor examina sus libros. Más bien, estamos en extrapolaciones y conjeturas hechas con con información que ofrecen agencias gubernamentales que pueden tener incentivos para sobredimensionar el problema.
Así que en un espíritu de humildad empírica, no deberíamos aceptar los estimados como un coro del Departamento de Justicia, con cifras que afirman que los cárteles mexicanos y colombianos cosechan de 18 a 39 mil millones a través de la venta de drogas en Estados Unidos cada año. El diario señala que tan sólo la existencia de este rango debería causar una reflexión. Aún así, incluso si los números más pequeños, el cártel de Sinaloa emerge como un jugador titánico en el mercado negro global.
En el sobrio cálculo de RAND Corporation, citado por el NYT, la ganancia bruta de todos los cárteles mexicanos sólo por exportación de droga a EU, suma sólo seis mil 600 millones de dólares. En casi todos los estimados, aunque Sinaloa ha conseguido una partida de entre 40 y 60% de este mercado, lo cual significa que “El Chapo” aparentemente logra anualmente ganancias de alrededor de tres mil millones de dólares, comparables en términos de ganancias con Netflix o Facebook.
La guerra contra el narco en México ha tomado más de 50 mil vidas desde 2006, pero lo que tiende a perderse dentro de la cobertura de este épico baño de sangre es cuán efectivo se ha vuelto el negocio de las drogas. Un estudio más de cerca al cártel de Sinaloa, basado en documentos de miles de páginas de expedientes y registros de juicios y decenas de entrevistas con traficantes de drogas presos y ex funcionarios mexicanos y estadounidenses, revelan una operación que es global, activa en más de 12 países, aunque muy ágil y, sobre todo, asombrosamente compleja. El cártel de Sinaloa no solamente sobrevivió a la recesión, sino que además prosperó en estos años. Y después de prevalecer en algunos de los recientes enfrentamientos con numerosos muertos, controla ahora más territorio en la frontera que nunca.
“El Chapo siempre habla sobre el negocio de las drogas, dondequiera que esté”, afirmó un antiguo informante a un jurado hace varios años, describiendo a un emprendedor impulsivo e incluso obsesivo con una proclividad hacia la microadministración. Desde una remota montaña donde se cree que está escondido, rodeado en todo momento por una batería de hombres armados, “El Chapo” supervisa una red de logística que es tan sofisticada en algunas cosas, como lo es aquella de las empresas Amazon o UPS. Además, el diario neoyorquino afirma que en otras cuestiones el cártel es doblemente sofisticado pues los traficantes deben mover sus productos y sus ganancias en secreto, constantemente maniobrando para evitar la muerte y el arresto. Como un espejo de un negocio legal de mercancías, el cártel de Sinaloa hace recordar la vieja actuación cinematográfica de Ginger Rogers en la que hacía los mismos movimientos de Fred Astaire, sólo que al revés y en tacones. En su longevidad, rentabilidad y enfoque, el cártel podría ser la empresa criminal más exitosa de toda la historia.
El estado de Sinaloa, del cual toma el nombre la organización, se encuentra apretado entre la Sierra Madre Occidental y la costa del Pacífico mexicano. Caluroso y remoto, Sinaloa es la Sicilia mexicana, pues ambas son la cuna y el refugio de hombres violentos y la tierra ancestral de muchos de los más famosos narcotraficantes de México. “El Chapo” nació en un pueblo llamado La Tuna, alrededor de la Sierra, en 1957. Su educación formal terminó en 3° de primaria, y ya como adulto, supuestamente luchó por leer y escribir, e incluso tuvo que contratar a un escritor para “componer” cartas para su esposa. Poco se sabe de los primeros años del capo, pero para los años 80 se unió al cártel de Guadalajara (aquel de donde salieron después los de El Golfo, de Tijuana, de Juárez y de Sinaloa), el cual era dirigido por un ex policía conocido como “El Padrino”, Miguel Ángel Gallardo Félix.
Por décadas, traficantes mexicanos han exportado mariguana cosechada en casa y heroína a EU, pero mientras la cocaína colombiana llegó al boom en los 80’s y las autoridades estadounidenses empezaron a patrullar el Caribe, los colombianos fueron en busca de una ruta alternativa hacia los Estados Unidos y descubrieron una en México. En un primer momento, los narcotraficantes mexicanos, como hiciera el piloto Miguel Ángel Martínez de 25 años, jugaron el rol de contratistas independientesque recibían paga para mover carga colombiana. En 1986, el cártel de Guadalajara llevaba a Martínez al puerto colombiano de Barranquilla, con la esperanza de que alguien lo comisionara a llevar drogas a México. Pero Martínez no pudo encontrar a nadie y terminó en una espera de meses en Colombia, preocupado por haber desperdiciado su gran oportunidad con el cártel. Eventualmente, consiguió un vuelo comercialde regreso a Mexico, y pronto, supuestamente tendría una reunicón con “El Chapo”, quien entonces era un jefe menor en el cártel. “Te comportaste muy bien en Colombia”, le dijo Guzmán, de acuerdo con el testimonio del piloto. El capo parecía impresionados por la paciencia de Martínez en esa espera.
Habiendo pasado la prueba, Martínez inició el trabajo con Guzmán como una especie de controlador de tráfico aéreo, negociando directamente con los cárteles de Cali y Medellín, luego guiando sus vuelos con cocaína desde Sudamérica a escondites secretos en México. Martínez sabía que agentes de EU estaban monitoreando sus comunicaciones por frecuencias de radio, así que más que usar palabras, silbaba señales a los pilotos para que pudieran despegar.
Con la decadencia de la ruta caribeña de trasiego de drogas, los colombianos empezaron a pagar a los traficantes mexicanos, aunque con cocaína en lugar de dinero. Más que cualquier otro factor, fue esta transición lo que reorganizó las dinámicas del poder entre los cárteles en todo el continente, pues el cambio permitió a los mexicanos encabezar la logística y dejar de ser intermediarios mientras invertían ahora en sus propias drogas. En 1986, Martínez no podía aterrizar un vuelo como repartidor en Barranquilla y en menos de cinco años estaba organizando cientos de vuelos llenos de cocaína para “El Chapo”. “Algunas veces conseguía cinco vuelos en una sola noche,” recordaba el ex piloto. “Algunas veces 16.” Ahora eran los colombianos lo que se acercaban humildemente a “El Chapo“, buscando no contratarlo para mover su droga sino venderle a él directamente y daban propinas de hasta 25 mil dólares a Martínez sólo para conseguir una audiencia con el capo.
El joven piloto se convirtió en el más cercano a Guzmán, administrando su teléfono y acompañándolo en sus viajes al extranjero. Martínez, conocido como “El Gordo” (aquí el NYT señala la inocencia para poner los apodos: “El Gordo” y “El Chapo”, “Fatty and Shorty”, en inglés) hizo un gran equipo con su nuevo jefe directo. Según el diario, un testimonio del piloto, ambos habrían viajado a “Japón, Hong Kong, India y a toda Europa.” El líder del cártel de Sinaloa supuestamente poseía una flota de jets y juntos habrían visto “el mundo entero.” Los dos consumían cocaína, aunque es un hábito que “El Chapo” dejaría con el tiempo. El diario afirma que años después, cuando un abogado lo cuestionaba sobre si había sido la mano derecha de “El Chapo”, Martínez contestó que él pudo haber sido, pero que “Guzmán tenía cinco manos izquierdas y cinco manos derechas.” El piloto agregó en su testimonio que Guzmán Loera “es un pulpo.” Por sus esfuerzos, Martínez recibió un millón de dólares como pago anual “en efectivo, en un portafolios, cada diciembre.” Cuando nació el hijo de Martínez, “El Chapo” pidió ser el padrino.
En 1989, “El Padrino”, mentor del Chapo, fue capturado por las autoridades mexicanas, y los miembros restantes del cártel de Guadalajara se reunieron en Acapulco para repartir las rutas de contrabando heredaría cada uno. De acuerdo con el libro de Ioan Grillo, El Narco, las reuniones se realizaron ostensiblemente entre amigos, pero los herederos de “El Padrino” y el cártel de Guadalajara se convertirían en las bases de los cárteles de Tijuana, Juárez y Sinaloa, y quienes alguna vez fueron amigos se convertirían en antagonistas de un ciclo de guerras por territorios que continúa hoy en día (cártel de Juárez, Tijuana y Los Zetas).
En el inicio, la organización de “El Chapo” controlaba una sola ruta de tráfico a través del oeste del país, hacia Arizona. Pero para 1990, estaba moviendo tres toneladas de cocaína cada mes a través de la frontera. Este cártel siempre ha sobresalido por las eclécticas formas de transporte que utiliza. cuando aún trabajaba con los colombianos, el cártel movía cocaína en maletas en vuelos privados, posteriormente en el equipaje en vuelos privados y eventualmente en sus propios aviones 747, en los que podía cargar hasta 13 toneladas de cocaína. Ellos usaban barcos contenedores, veleros de pesca, botes rápidos y submarinos. Algunos de estos transportes podían costar un millón de dólares, pero los traficantes podían pagarlos.