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Reynosa y el DESMADRE del Comandante Toro del CDG

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El nuevo gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, no tuvo un buen inicio de mandato en su ciudad natal, Reynosa. El domingo pasado, un día después de su toma de posesión, visitó esa comunidad fronteriza y fue recibido con un incendio. Literalmente.

Grupos de sicarios montaron barricadas de fuego con llantas y vehículos robados en las principales avenidas de la ciudad. Se suscitaron balaceras, enfrentamientos y persecuciones en buena parte de la zona urbana hasta bien entrada la noche.

¿La causa de tamaña conmoción? Al parecer, un intento (fallido) de captura de Julián Loisa Salinas, alias El Comandante Toro, líder de una facción del Cártel del Golfo conocida como Los Metros.

El grupo del Comandante Toro se encuentra en una guerra a varias bandas. Por una parte, enfrenta a grupos de Zetas que han buscado penetrar la plaza de Reynosa. Por la otra, está confrontado con otra facción del Cártel del Golfo, conocida como Los Ciclones, con base en Matamoros, pero con presencia en buena parte de la región fronteriza de Tamaulipas.

Para hacer más confusa la situación, existen, de acuerdo a información provista por Lantia Consultores, empresa presidida por Eduardo Guerrero, al menos seis células más del Cártel del Golfo operando en Reynosa: el Grupo de Apoyo Ceros, el Grupo Lacoste, Los Fresitas, Los Pantera, Los Sierray Los M3. Y al lado y en contra de todos ellos, operan al menos dos células de Zetas: el Comando Zetas y las Fuerzas Especiales Zetas.

Esa situación no es privativa de Reynosa. En Tamaulipas, coexisten al menos 21 células criminales con origen en el Cártel del Golfo y al menos ocho surgidas de Los Zetas. Esos grupos operan de manera básicamente independiente y no se sienten restringidos por su afiliación original. Dicho de otro modo, hay Zetas peleando contra Zetas y Golfos contra Golfos. Y por momentos, algunos Golfos, aliados con algunos Zetas, entran en guerra contra otros Golfos u otros Zetas o alguna combinación.

En buen mexicano, el asunto es un desmadre.

Y ese desmadre le está cobrando la cuenta a Tamaulipas. Según algunos reportes, los negocios establecidos en diversas localidades deben pagar piso simultáneamente a varios de los grupos en disputa. O, también, pueden escoger pagarle a sólo uno, pero a riesgo de que el dueño o algún miembro de su familia sufra un secuestro a manos de una banda rival.

A nivel estatal, la violencia homicida no ha crecido mucho (+0.3% en los primeros ocho meses de 2016), pero en algunas ciudades, la situación está que arde. En Reynosa, por ejemplo, el número de homicidios dolosos ha crecido 18% en 2016. Mientras tanto, en Ciudad Victoria, capital del estado, el incremento ha sido de 300% (como lo leyeron).

¿Qué hacen las fuerzas federales ante ese revoltijo? Pues lo que pueden y lo que han venido haciendo desde hace muchos años: a) capturar a uno y otro y otro cabecilla de los diversos grupos criminales, y b) tratar de compensar en la medida de lo posible la ausencia de policías locales o estatales mínimamente capaces. Eso, ya está visto, no es suficiente.

Y no es suficiente porque ni el gobierno estatal ni los municipales han hecho su parte. Existe supuestamente un mando único, pero eso es básicamente irrelevante porque las policías municipales han (casi) desaparecido y la nueva policía estatal, la llamada Fuerza Tamaulipas, está a medio hacer (por decirlo suavemente).

Pero, bueno, hoy hay al menos espacio para la duda. El estado tiene nuevo gobernador y nuevos alcaldes. Eso abre una oportunidad para afrontar de manera seria el problema ¿La tomarán las nuevas autoridades? Ojalá, porque es posible sobrevivir el desmadre, pero eso no es vivir.

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