San Pedro de las Colonias, Coahuila.- Los testimonios de los ejidatarios de Patrocinio, ese inmenso pedazo de semidesierto en el municipio de San Pedro de las Colonias, son contundentes: en el lugar se realizaron masacres en las que hombres, mujeres y hasta niños eran ejecutados y luego calcinados.
Uno de los “chiveros” que caminaba por los matorrales cuidando sus animales refiere que fue testigo de la masacre cometida en la zona hace “cuatro o cinco años”. Contó que vio unos cuerpos bocabajo, atados de las muñecas. No supo si estaban con vida, pero los vio.
Otro dijo que los criminales llegaban en camionetas y se perdían por la brecha, luego de un rato prendían fuego, que provocaba una humareda en el cielo. Uno más escuchó gritos. Dijo que eran de personas que estaban sufriendo, que además había unos tanques, que eran como 80, que no vio pasar gente, pero que había gente porque los escuchaba. Que eran como unos 80 tambos en los que “cocinaban” seres humanos. Que algunos pobladores se los llevaron “pa’l kilo”, para completar la venta de fierro y tener dinero.
Ante esto, el subprocurador para la Investigación y Búsqueda de Personas no Localizadas, Atención a Víctimas, Ofendidos y Testigos, José Ángel Herrera, dijo que en los operativos de búsqueda que realizan autoridades en el ejido Patrocinio, en el municipio de San Pedro (desde abril del año pasado), se lograron recuperar 3 mil 147 restos, y que sólo 36 muestras se han analizado de las que solamente se ha podido cotejar el registro genético de una persona.
El funcionario estatal precisó que los operativos han cubierto entre el 45% y 50% del territorio del ejido y que estos se originaron por la petición de Grupo Vida, que obtuvo testimonios de lugareños de que tiempo atrás era frecuente la presencia de personas ajenas al lugar que realizaban maniobras sospechosas.
EL DOLOR DE ESCARBAR EN UNA TUMBA INFINITA
Hay zapatos con tacón, uno blanco y otro café, despintados por el sol. Están rotos, descosidos por el paso del tiempo. Hay una bota café que pudo ser de una adolescente. Hay también un par de tenis que advierten un pie mediano.
Enfrente, debajo de un mezquite, se observa uno pequeñito, sin par. Incluso las ramas que están a su alrededor son más grandes. Es plateado, tiene una correa delgadita al frente y conserva la hebilla cerrada.
Pudo ser de una niña, quizá de la dueña del oso de peluche que está tirado sobre la tierra unos metros más adelante, o tal vez de la que llevaba puesta una sudadera morada, esa que está enterrada a un lado de las hierbas secas.
Hasta ahora nadie sabe. Tampoco se sabe a quién pertenecía la blusa a rayas, o la playera rosa con una orilla hecha nudo y que están hechas pedazos sobre el desierto. No se sabe de quién era el otro zapato negro, retorcido, sin cintas y con la lengua rígida por el sol, tiesa.
Nadie sabe con certeza qué fue lo que pasó en Patrocinio, el ejido del municipio de San Pedro, a unos 90 kilómetros de Torreón y que se convirtió en una tumba infinita.
La mayoría de los pobladores de la comunidad guardan silencio, pero hubo algunos que aunque temían por su vida hablaron. Contaron lo que vieron.
Uno de los “chiveros” que caminaba por los matorrales cuidando sus animales fue testigo de la masacre cometida hace 4 o 5 años en la zona, porque no hay indicio de una fecha exacta. El hombre contó que vio unos cuerpos boca abajo, atados de las muñecas. No supo si estaban con vida, pero los vio.
Otro dijo que los criminales llegaban en camionetas y se perdían por la brecha, luego de un rato prendían un fuego que provocaba una humareda en el cielo.
Uno más escuchó gritos. Dijo que eran de personas que estaban sufriendo, que además había unos tanques, que eran como 80; no vio pasar gente, pero se escuchaba su presencia. Eran niños y gente grande.
Contó como unos 80 tambos en los que “cocinaban” seres humanos. Algunos pobladores se los llevaron “pa’l kilo”, para completar la venta de fierro y tener dinero. Eso recuerda.
La zona es inmensa, sin viviendas y con intermitente señal telefónica. En medio de matorrales, ramas, tierra y animales desérticos yacen todas esas evidencias, las que componen la fosa clandestina que hasta ahora es la más grande de Coahuila.
Son cerca de 2 kilómetros que guardan restos humanos. Hay numerosos vestigios de la vida de personas que consumió el fuego, enterradas por el tiempo y la impunidad.
Porque nadie vio, porque nadie ha explicado cómo todo terminó en cenizas.
BÚSQUEDA ETERNA
“¡Anda, es una muela!”, grita Silvia Ortiz y las tres mujeres que se encuentran caminando por el terreno erosionado se apresuran al lugar del hallazgo. Se agachan y observan la pieza con detenimiento.
En el lugar hay tierra seca, a simple vista no se advierten los fragmentos de hueso calcinado que sobresalen en la superficie, a un costado del molar. “Esta es muy buena, de aquí se puede sacar mucha información”.
Silvia Ortiz es maestra de secundaria y madre de una hija desaparecida. Integrante y líder del Grupo Vida (Víctimas por sus Desaparecidos en Acción), formó parte del colectivo que en abril de 2015 encontró la fosa de Patrocinio.
El grupo, que ha documentado e indaga 52 casos de personas desaparecidas, está integrado por familiares, la mayoría madres, que ante el nulo avance en las investigaciones decidió salir al desierto a buscar con sus propios recursos.
Es una tarde de martes, después de las 10 de la mañana y el desierto sigue guardando los vestigios de la muerte. Es la decimosexta vez que el grupo visita la fosa clandestina. Va preparado con rastrillos, palas pequeñas, guantes.
En Patrocinio no cesa la búsqueda. Silvia, junto con su esposo, Óscar Ortiz, y los integrantes de Grupo Vida, se han encargado de exigir a las autoridades que continúen las investigaciones de la fosa. “Hay muchísima información aquí, estar aquí es darse cuenta de la magnitud de la tragedia, de entender que hay mucho por hacer, que no se trata nada más de decir que estamos buscando, nosotros caminamos, encontramos de todo, no es fácil tampoco venir aquí, pero estamos en pie”.
En su espíritu sigue la esperanza de encontrar a su hija. Daría todo por verla otra vez. Busca a Silvia Stephanie, “Fanny”, desde 2004. Tenía 16 años cuando desapareció en Torreón. Desde entonces no ha dejado de preguntar, de buscar debajo de las piedras algún indicio de su paradero.
Silvia siente que su hija está viva. Ha confirmado, hasta ahora, que “Fanny” no se encuentra en un Cefereso mexicano, porque así lo dijeron las pruebas de ADN y de biometría que fueron realizadas a cuatro internas en Morelos, para descartar que se tratara de su identidad.
Un hombre le aseguró a través de Facebook que su hija se encontraba presa, por lo que inició una investigación junto con las autoridades para confirmar el indicio que recibió. Entonces supo que no era ella. La búsqueda continúa.
El año pasado, junto con el Grupo, acudió a Patrocinio. Encontraron los primeros restos calcinados. Las autoridades tuvieron que usar la criba para diferenciar los huesos y con éxito se encontraron algunos fragmentos de piezas dentales.
Es octubre de 2016, martes 4 y Silvia sigue bajo el sol buscando.
Se inclina sobre la tierra, se pone guantes y recoge piezas que están a la vista, con mucho cuidado. Indica tener prudencia al pisar, “hay que estar atento, aquí ya te das cuenta que puedes estar sobre una osamenta, que la lluvia empieza a remover lo que estaba enterrado o lo entierra más”.
‘NO SUPE NADA’
“Yo busco a mi hijo Sergio Vázquez Flores. El desapareció el 1 de febrero de 2010, tenía 27 años, ahorita ya tiene 32. Él salió de la casa, íbamos a cenar, salió a comprar el refresco y no regresó, hasta ahorita no he sabido nada, ni cómo fue, ni cómo desapareció.
“Mi nombre es Rosa María Flores García y soy una madre de familia que nunca pensó que fuera a padecer esto. Aquí a Patrocinio hemos venido a buscar hasta que nos dan las 3 o 4, las 5 de la tarde. Nos da para abajo de repente, porque uno se encuentra tanta cosa aquí, tanto resto.
“Pero yo pienso que mi hijo sigue vivo. Voy a seguirlo buscando hasta que Dios me dé fuerza, si alguien lo conoce o sabe algo, que lo hayan visto, que le digan que aquí estoy, que no voy a descansar hasta encontrarlo, porque yo sé que le va a hacer mucha falta a sus hijos.
“Me hace falta a mí también y a toda su familia. Que sepa que lo estamos esperando, que cada día pasan cosas alegres y nos acordamos de él y cuando pasan las tristes, también pensamos en él.
“Al principio lo busqué sola, después me dijeron que me arrimara al Grupo Vida. Gracias a Dios que aquí encontré una familia más porque no me siento sola, porque me siento unida con ellos y somos una familia que buscamos y que nos echamos porras de seguir adelante, este grupo es de seguir adelante y buscar.
“Para mí, Patrocinio es en donde encontramos restos y da dolor, pues se nos figura que ya es el de nosotros, que es nuestro familiar. Piensas lo peor y todos los que buscamos nos ponemos mal en un momento, pero también hemos agarrado muchas fuerzas, de decir ‘no hay que dejarlo, vamos a seguir adelante’.
“Esta fosa nos dice que tenemos que seguir buscando, que si encontramos algo, aunque no sean nuestros familiares, hay que informarlo, pensar que a alguien ya lo pudo encontrar su familia y que ya saben dónde está, porque nosotros también queremos saber de los de nosotros.
“Buscamos a quien sea, nosotros lo que encontramos lo compartimos y esperamos que en otros lados que busquen otros familiares también nos compartan información, porque no sabemos dónde están, ni dónde quedaron, y si hay un dato, que nos informen.
“Soy trabajadora doméstica y los sábados los dedico a mi búsqueda. La señora con la que trabajo sí me comprende, me apoya para que siga buscando. A la hora que sea, yo estoy disponible, trabajo, pero busco, sé que un día voy a encontrar a mi hijo”.
HUESOS BAJO LA TIERRA
Dicen que los huesos de humano son porosos. Dicen que han aprendido a diferenciarlos. Que los que están calcinados pueden confundirse con un trozo de madera o con los restos de un animal.
Dicen que de las muelas se puede sacar ADN y hacer pruebas de compatibilidad. Que también han encontrado huesos esponjosos, osamentas semicompletas, enterradas. Han aprendido la forma de la tierra, porque un cadáver primero se infla y luego se hunde. Por eso hay que pisar con mucho cuidado.
A veces un hueso puede permanecer intacto, aun después de la muerte. Es como si hablara, como si le indicara al grupo que está ahí, listo para ser recolectado, analizado y descubrir su identidad.
Cuando caminan, observan con detenimiento. Intentan construir un rompecabezas en el desierto. El mismo que las autoridades de la Procuraduría General del Estado y la Procuraduría General de la República tiene años investigando sin resultados.
En el estado, según datos oficiales, hay mil 791 personas desaparecidas, existen 458 cuerpos sin nombres en fosas comunes y un sinnúmero de muestras óseas esperan ser analizadas en los laboratorios de la Policía Federal. Tan sólo en abril pasado sumaron 3 mil 147 las muestras recolectadas, de las que sólo 36 se han analizado, sin que haya existido compatibilidad con los casos documentados por el Grupo.
Los buscadores dicen que saben que los culpables eran delincuentes, sicarios del crimen organizado. Grupo Vida asegura que saben del déficit de elementos, de la falta de peritos especializados, de la falta de equipo, del empeño que algunos funcionarios han puesto en las búsquedas conjuntas. Que tal vez se pudo evitar la tragedia.
Pero en los recorridos, a pesar de las evidencias que indican muerte, el buen humor se conserva y si alguno de los integrantes del Grupo se quiebra emocionalmente, hay solidaridad con la tristeza. Se abrazan, se dan palabras de aliento. La ausencia los ha unido.
‘Sonia casquillos’
A Sonia Castañeda Magallanes una corazonada le dice que a su hijo ya no lo encontrará con vida. La primera vez que estuvo en la fosa de Patrocinio encontraron una osamenta semicompleta, esposada. Pensó lo peor, que era su hijo.
Pero hasta no ver, no creer. Busca a Guillermo Contreras Castañeda. Tenía 17 años cuando lo vio por última vez. Era la noche del 23 de julio de 2014. Guillermo fue a dejar a su novia en la colonia Residencial del Norte, en Torreón.
La ultima conversación que tuvo con él fue cuando le pidió que les preparara la cena a él y a su novia.
“Mamá, súbase ya a dormir”, le dijo y él se quedó en la planta baja con la novia. Sonia escuchó cuando abrió la puerta y se salió, iba a acompañar a la muchacha, como frecuentemente lo hacía, a su casa. La madre ya no supo nada. Dicen que a su hijo se lo llevó la Policía, desconoce si fueron elementos estatales o municipales.
“Lo que me dicen sus amigos es que van y agarran un taxi y se van para una gasolinera y parece que ahí había una balacera, ellos corren y se esconden y de mi hijo ya no supieron nada”.
Su hija mayor puso la denuncia y ella comenzó a buscarlo en San Pedro y en Gómez Palacio, Durango. A la fecha, no hay una línea de investigación confirmada en el caso de su hijo.
Sonia aprendió a desenterrar rastros de vida, a encontrar casquillos, a diferenciarlos. Aprendió a identificar cabellos, pedazos de cráneos y zapatos bajo la tierra.
En el Grupo Vida le apodaron “Sonia Casquillos” por la frecuencia con que los halla.
Cada visita que realiza a Patrocinio significa dolor. “Me imagino todo lo que les hicieron aquí, cómo encontramos todos los restos, o sea, yo me imagino que a lo mejor así hicieron con mi hijo”.
Autoridades han peinado casi la mitad de Patrocinio
Aunque las autoridades han realizado operativos de búsqueda que han cubierto entre el 45 y el 50% del territorio del ejido Patrocinio, en el municipio de San Pedro de las Colonias, a la fecha solamente se ha podido cotejar el registro genético de una persona.
El subprocurador para la Investigación y Búsqueda de Personas no Localizadas, Atención a Víctimas, Ofendidos y Testigos, José Ángel Herrera, dijo que un operativo realizado junto con el Grupo Vida permitió recolectar 341 fragmentos óseos en mayo del año pasado.
El operativo se originó por la petición de Vida, que obtuvo testimonios de lugareños de que tiempo atrás era frecuente la presencia de personas ajenas al lugar que realizaban maniobras sospechosas.
En abril de 2015, Grupo Vida y elementos de la Procuraduría General de Justicia del Estado realizaron un recorrido por la zona y unos días después montaron un operativo de búsqueda.
Herrera dijo que los fragmentos encontrados fueron embalados y trasladados a la Ciudad de México por la Policía Federal Científica, con el fin de obtener registros genéticos que permitieran la identificación de los restos.
Apuntó que la mayoría de las piezas se encontraban carbonizadas y deterioradas por el clima, lo que dificulta el trabajo de identificación.
De estos fragmentos, se obtuvieron 25 muestras que permitieron determinar que se trataba de una persona, cuya identidad fue cotejada con la plataforma nacional sin que tuvieran éxito. “Esto quiere decir que la persona no está dada de alta en el registro de personas desaparecidas”.
Desde abril del año pasado, la PGJE ha realizado al menos cinco operativos, el último los días 7 y 8 de abril pasado, donde se lograron recuperar 3 mil 147 restos, así como material balístico como casquillos calibre .22.
Entre estos restos, se logró identificar un fragmento de cráneo y tres secuencias anatómicas (columnas).
Estos restos fueron enviados a la Ciudad de México para su identificación.
Señaló que este proceso de identificación en las condiciones en que se encuentran los restos, llevan de cinco a seis meses en promedio.
Herrera dijo que no existe una grieta natural como tal, sino un canal de riego construido por la misma gente del lugar.
Agregó que los operativos continuarán hasta que se cubra el área total del ejido, que es de 108 kilómetros cuadrados.