En apenas cuatro años, un grupo criminal poco conocido ha crecido en México hasta desafiar al capo del narcotráfico más célebre del mundo, Joaquín “El Chapo” Guzmán, generando una nueva oleada de violencia y corrupción entre las autoridades.
Alguna vez a las órdenes del Cártel de Sinaloa, de Guzmán, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se volvió en contra de sus amos, apoderándose de territorios y comprando a miles de policías corruptos.
Liderado por el ex policía Nemesio Oseguera, alias “El Mencho”, el cártel forjó un imperio a expensas de rivales más débiles. La velocidad de su ascenso muestra qué tan rápido puede cambiar de manos el poder en el multimillonario negocio de las drogas en México.
Con intereses desde China hasta el norte de África y Europa del este, el sangriento avance del CJNG ha llevado los asesinatos a sus mayores niveles bajo la administración del presidente Enrique Peña Nieto, quien juró restaurar la ley y el orden cuando asumió el cargo en diciembre del 2012.
De la lista de los 37 capos más buscados de México en el 2009, sólo cuatro no están muertos o en la cárcel, y la violencia se redujo al inicio del mandato de Peña Nieto.
Pero un resurgimiento que llevó la cifra de homicidios a 3,800 entre julio y agosto puso en evidencia el fracaso del Gobierno en derrotar a los cárteles y en evitar que nuevas organizaciones tomen su lugar.
Intimidando, sobornando o directamente atacando a la policía, los líderes del CJNG han aplicado despiadadamente las lecciones aprendidas bajo el mando del cártel de Guzmán para sacar a la fuerza a rivales debilitados y arrebatarles rutas de tráfico, según expertos de seguridad.
Entrevistas de Reuters con más de una decena de policías en servicio o retirados explican hasta qué punto la colusión entre miembros de la banda y las fuerzas del orden en el estado occidental de Jalisco, bastión del cártel, sentó las bases para el avance de la organización.
“La gente dejó de confiar en la policía. La gente creía y percibía que la policía del estado servía a un grupo delictivo”, dijo el fiscal general de Jalisco, Eduardo Almaguer.
También han sido afectados por el caos los puertos y cruces de frontera que dan cuenta del rastro de miles de millones de dólares en metanfetaminas enviadas desde México a Estados Unidos, la principal fuente de ingresos del CJNG.
El CJNG es a la vez salvaje -un sicario de la banda filmó la explosión de víctimas a las que les había atado dinamita- y astuto. Uno de sus pilares es su brazo financiero liderado por los hermanos Valencia, conocidos como “Los Cuinis”.
“Son los empresarios. Ellos han hecho grandes inversiones en desarrollos inmobiliarios, en restaurantes, en arrendadoras de vehículos. Ellos son los que saben hacer negocios y corromper también a autoridades”, dijo Almaguer.
El fiscal ha despedido a decenas de funcionarios estatales sospechosos de corrupción desde que asumió el cargo en julio del 2015, pero es sobre las policías municipales que recae la mayor responsabilidad en Jalisco, estado que alberga a la segunda ciudad más grande de México, Guadalajara.
Casi uno de cada cinco policías municipales colabora activamente con los cárteles y cerca de un 70 por ciento “no actúan” contra ellos, dijo Almaguer.
Hasta septiembre, 1,733 policías en servicio en Jalisco, o casi el 16 por ciento de la fuerza municipal, ha reprobado las evaluaciones conocidas como “controles de confianza” dirigidos a erradicar la corrupción, según datos recopilados por “Causa en Común”, una organización en favor de la transparencia.
El peor desempeño lo tuvo Sinaloa, tierra natal del encarcelado Guzmán, donde la mitad de los policías activos reprobaron la evaluación.
POLICÍA EN LOS BOLSILLOS DEL CÁRTEL
La corrupción de la policía, cuyo pago regular puede ser tan bajo como 500 dólares al mes en algunas regiones, ha sido un problema en México desde hace mucho tiempo.
Un integrante del cártel actualmente en prisión afirmó que tenían a la mitad de la policía municipal de Jalisco en su nómina, dijo un ex funcionario del gobierno del estado que lo entrevistó.
Dependiendo de su rango, el CJNG pagaba a los policías entre 1,000 y 50,000 pesos mexicanos (52 a 2,600 dólares) al mes o más, dijo el oficial, quien pidió el anonimato.
Las sospechas del CJNG de que policías locales estaban cediendo a presiones del Cártel de Sinaloa para traicionarlos y cambiar de bando fueron una de las razones por las que la banda arremetió en contra de fuerzas de seguridad en el 2015, dijeron cuatro oficiales de Jalisco en servicio y fuera de servicio.
En seis semanas, el CJNG mató a más de dos docenas de policías en un fiero ataque que culminó con el derribo de un helicóptero del Ejército el 1 de mayo del 2015 durante un intento por capturar a Oseguera.
Desde octubre del 2015, cuando la oposición de izquierda comenzó a gobernar Guadalajara, alrededor de 10 por ciento de sus 2,600 agentes han sido o están en proceso de ser despedidos debido a sus posibles vínculos con el crimen organizado, dijo Salvador Caro, el jefe de la policía.
Pero no es la única organización que “emplea” policías.
Documentos recuperados por agentes locales y revisados por Reuters mostraron que el cártel de los Caballeros Templarios, uno de los principales rivales locales del CJNG, tenía copias de archivos de inteligencia con datos de sospechosos del CJNG, incluyendo policías.
El fiscal general Almaguer dijo que los problemas no se concentran sólo en la policía y que también quiere que los jueces en el estado hagan pruebas de confianza para detener la colusión con el crimen organizado.
“Hemos encontrado resoluciones donde es evidente que se busca proteger a los integrantes de estos grupos delictivos por parte de unos malos integrantes del poder judicial”, dijo Almaguer.
EL PODER DEL CRISTAL
El CJNG surgió con células del grupo de Ignacio “Nacho” Coronel, principal lugarteniente de Guzmán asentado en Jalisco, quien fue abatido por fuerzas federales en el 2010.
En septiembre del 2011 hicieron su irrupción bajo el nombre de “Matazetas” cuando dejaron más de 30 cadáveres en una avenida principal de Boca del Río, zona metropolitana del puerto de Veracruz, donde operaba el sanguinario cártel de los Zetas.
Según analistas, el cártel de Sinaloa utilizaba a los Matazetas para combatir a uno de sus principales enemigos.
En algún momento este grupo se salió del cártel, pero fue hasta después de la captura de Guzmán en febrero del 2014 -escapó de prisión en julio del 2015 y fue recapturado en enero de este año- que la división degeneró en una guerra.
Para abril del 2015, un mapa de la DEA mostró a la banda como dominante en la mayoría o en parte de 10 estados, con una creciente o significativa presencia en otros cuatro.
Desde entonces, la marejada del CJNG ha provocado niveles récord de homicidios en torno a los puertos del Pacífico, que alimentan la demanda de la banda por precursores químicos provenientes de China para fabricar metanfetaminas.
Su poder también ha acrecentado la violencia en Veracruz, con costas en el Golfo de México, la mayor puerta para las exportaciones de metanfetaminas a Europa y el norte de África.
Algunos expertos consideran que el CJNG es actualmente el principal proveedor de metanfetaminas en Estados Unidos.
Mike Vigil, un ex jefe de operaciones internacionales de la DEA, cree que la división está todavía alrededor de 60/40 a favor del Cártel de Sinaloa en un mercado controlado completamente por ambos grupos.
Vigil dijo que la base de poder del CJNG y la absorción de experiencia local implican que el grupo tiene la capacidad de convertirse en la nueva “superpotencia” del segmento de las metanfetaminas.
“Tienen un doctorado en tráfico de drogas gracias a la educación provista por el Cártel de Sinaloa y otros cárteles”, dijo.