El secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, se quedó corto. En el Ejército no sólo existe desgaste. Oficiales y tropa hablan de enojo, zozobra, desconfianza y un desánimo creciente.
Son 20 años de que los militares salieron a las calles para hacer labores de policía. Pero desde hace 10 años fueron colocados, por el entonces presidente Felipe Calderón, en la llamada guerra contra el narcotráfico que al paso de los años, por el mal manejo político y mediático, se convirtió en un verdadero fenómeno de guerra irregular. Así lo han vivido y así explican su estado anímico cinco militares de distintos rangos desplazados en diferentes entidades entrevistados por ejecentral.
“(Se siente) rabia e impotencia porque posteriormente a esos lamentables eventos hemos visto que los apoyos a los deudos de los caídos son muy pobres, lo que genera rabietas que no se pueden manifestar, más que en murmuraciones al interior. Nuestras familias no comen lealtad, te mueres y nuestras familias reciben una bandera si bien les va, mientras que los políticos gozan de sueldos y prestaciones estratosféricas”, soltó enojado un oficial.
Todos los entrevistados pidieron no dar su nombre salvo su rango: un capitán, un mayor, dos tenientes y un cabo; para poder hablar libremente, porque expresarse mal de las políticas dentro o fuera del Ejército, coincidieron, puede ser mal visto y hasta ser acusados de cometer una falta a la disciplina militar.
Y es que más de uno de los entrevistados, sobre todo oficiales operativos, acusan a la clase política de haberles fallado, incluso cuestionan su ética e integridad.
“Lo que dijo mi general secretario no es más que aceptar algo que desde hace años se percibe al interior del Ejército: un ejército desprotegido por las leyes, al que le dejaron toda la responsabilidad, mientras las autoridades civiles se desentendieron de esa responsabilidad”, aseveró uno de los oficiales.
Militares también de rango, señalan a intereses y a la corrupción, como las razones de la clase política para no actuar: “los políticos tienen miedo porque en un momento dado, si se llevan a cabo investigaciones serias, más de uno de ellos serían llevados ante la justicia”.
Las tareas de seguridad en las que participa el personal militar, “junto con los cuerpos policiacos de los tres órdenes de gobierno, es lo que más ha desgastado al personal, porque finalmente llevan todo el peso del trabajo, los cuerpos policiacos van en apoyo, pero cuando hay enfrentamientos contra grupos de la delincuencia organizada, por lo regular muy bien equipados, no le entran… Es por eso que nuestros pañeros recriminan: ‘mejor solos que mal acompañados’, mientras que los políticos presentan estos episodios como operativos de coordinación de los tres niveles de gobierno”, ejemplificó uno de los oficiales consultados.
Lo que dijo
mi general secretario es algo que desde hace años se percibe: un Ejército desprotegido por las leyes, mientras las autoridades civiles se desentendieron de responsabilidad” Oficial del Ejército
El dinero
Los oficiales operativos del instituto armado considera
ron que, además de los riesgos contra la integridad personal, las limitaciones económicas “son las que más
le pegan a la moral del sindicato verde, porque por lo regular nuestras familias viven en condiciones que no distan mucho
de las de las clases populares”, comentó un teniente.
“Las familias del sindicato verde están mal económicamente, a lo que hay que agregar que tenemos un número mayor de misiones o actividades que, sobre todo en los últimos años, han incrementado los riesgos de muerte para tropas y oficiales, que soportan condiciones laborales distintas a las de los jefes y mandos del Ejército”, abundó un oficial.
La mayoría de los militares, aseguran, han tenido muy pocos beneficios económicos y de poder.
“Yo ingresé al sindicato verde por necesidad. En mis casi 30 años de servicio ininterrumpidos sólo tengo una casa de una planta en una colonia popular y un vehículo usado de modelo reciente, aunque no estoy arrepentido de haber abrazado la carrera de las armas. Para medir cómo están los compañeros y sus familias o para pulsar la situación, les diré que la mayoría de oficiales y tropa del sindicato verde radican en colonias populares -aunque hay sus excepciones contadas-, sus hijos van a escuelas de gobierno, normalmente sus esposas también trabajan, algunos se afilian a programas de asistencia social gubernamentales y sus modos de vida son muy modestos, porque no alcanza para más”, soltó uno de ellos.
Última línea de contención
Lo difícil no es dejar a la familia por meses, tampoco pasar semanas enteras sin descanso, ni salir a operativos sin tener la certeza de lo que pasará. Lo más difícil, relata un alto mando, es sentirse usados como si fueran policías, sin respeto a la investidura militar, minar su disciplina con decisiones políticas, con la ausencia de leyes y ni siquiera dotarles de recursos económicos para aumentar su capacidad técnica y humana para desplazarse y enfrentar al enemigo.
“Los discursos políticos eso son, discursos, promesas, pero vemos pasar los años sin que se consuman las promesas de los discursos”, expresó el mayor.
Lo que queda claro es que se trata de “una lucha muy pesada contra personas o grupos que se dedican a actividades jurídicamente clasificadas como ilícitas, lo que ha causado un desgaste en todo, lo físico, moral y económico, todo lo cual te afecta psicológicamente”, coincidieron.
La moral, aceptan, está en niveles bajos desde fines del sexenio pasado, pero se ha ido deteriorando más y en prospectiva poco les alienta confirmar que el Ejército no dejará pronto las calles, por el contrario, se les demandará más.
“Pero hay que sobreponerse, porque el país se está cayendo a pedazos y el personal militar es la última línea de resistencia”, expuso un tercer oficial.