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“Me iban a decapitar [...]. Yo sí empecé a llorar. Tenía 16 años…”

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Existe una coincidencia que haría levantar ambas cejas al más impasible de los alemanes: un rifle G-3 de Heckler & Koch fabricado en el sur de Alemania, una de las regiones más prósperas y seguras del mundo, y un cuchillo utilizado para decapitar en la Tierra Caliente mexicana, una de las zonas más violentas del planeta.

El rifle fue diseñado a partir de una carabina automática desarrollada al final de la Segunda Guerra Mundial para las tropas nazis.

El cuchillo fue ensamblado y afilado por Los Caballeros Templarios de Michoacán y utilizado, muy probablemente, para decapitar enemigos y dejar cartulinas al lado de las cabezas arrancadas con la leyenda “para que aprendan a respetar”.

Y ambos objetos coinciden en el cuerpo de un niño artillado, un muchacho con menos de 20 años de edad.

Ambos objetos, arma de fuego y arma blanca, se hicieron coincidentes en la Tierra Caliente, integrada por 24 municipios michoacanos, nueve guerrerenses y un municipio adicional del Estado de México.

Todos guardan la misma tradición por la siembra de marihuana y ceden a la tentación ocasional de quererle cosechar amapola, pero a las flores no les gusta el vaho del diablo.

La mayoría son lugares generalmente pobres, algunos miserables. Hay quien divide la Tierra Caliente en dos zonas: una, con capital en Apatzingán, y la otra, con Huetamo, Michoacán, y Ciudad Altamirano, Guerrero, como polos principales. Los recovecos, los miles de pliegues de la sierra y la inexistencia de caminos formales han favorecido los cultivos ilegales.

Cuando los jefes de aquí hablan sobre las razones por las cuales la gente tiene vocación para cosechar marihuana y amapola siempre aparece la palabra migración. Los jornaleros de la región fueron a Estados Unidos hace más de medio siglo contratados a través del Programa Bracero. Algunos de ellos arribaron a California, al área hoy conocida como Sillicon Valley, uno de los símbolos mundiales del crecimiento a partir del desarrollo tecnológico.

Pero aquí la necesidad de ir al otro lado no ha cambiado.

Le dicen El Huacano y hablé con él a fines de 2014, cuando el chavo era miembro de las autodefensas michoacanas. Punteaba y andaba a la topa de Templarios con una corta a la cintura, un tubo de guacho al hombro y una espada en el pecho.

Traducido del español terracalentano contemporáneo, esto significa que el muchacho de 20 años de edad va por la vida en una patrulla de reconocimiento al frente de un grupo de autodefensas y que, con frecuencia, a él toca el primer choque con los Caballeros Templarios que permanecen en la región de Tierra Caliente.

Utilizaba con mucha seguridad un HK G-3, arma no sólo de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas mexicanas, sino de cargo del Ejército.

Debería resultar raro encontrar esta arma lejos de una chaqueta verde olivo, pero en algún momento se volvió común.

Se apoyaba con una .9 milímetros, la pistola automática de mayor circulación en el mercado ilegal de las armas cortas en México —el campeonato de las largas se lo lleva, por mucho, el rifle AK-47 o cuerno de chivo—, con las cachas doradas y adornadas con líneas curvas de plata.

La daga, dorada y larga, va enfundada en el compartimento frontal de su chaleco antibalas. Es esta arma la que le hace sonreír breve y discretamente.

“Se la quité a un templario que yo mismo tumbé. Seguro que utilizaba este cuchillo para cortar cabezas… No es que yo haya cortado cabezas, pero he visto videos y estos son los cuchillos que utilizan para decapitar”, explicó en un puesto de control en el que pocos días atrás desaparecieron 12 milicianos de quienes se encontrtaron solamente las cabezas de dos.
El Huacano, apodo dado por su lugar de origen, nunca aprendió a leer ni a escribir y si salió a matar Templarios fue por el secuestro de la hija de un empresario aguacatero de Tancítaro para el que trabajó luego de huir de los Templarios apropiados de su pueblo, La Huacana.

Los criminales pidieron 14 millones de pesos por la vida de la joven y determinaron un plazo para la entrega del dinero. Al cumplirse la fecha, el hombre sólo había reunido siete millones de pesos, pero ofreció como compensación sus huertos, sus casas y, si así lo querían, la ropa que llevaba puesta.

Los secuestradores estuvieron de acuerdo e instruyeron al aguacatero sobre cuándo y dónde entregar la plata. Así hizo el hombre, pero, a cambio recibió a su hija descuartizada.

“¿A quién no le va a molestar que maten a una mujer? Y más a una… pues a esta chavilla tenía 14 años”, dijo El Huacano.

El Huacano es delgado y viste una sudadera gris con capucha bajo el chaleco negro blindado y pantalones de mezclilla azules. Tiene los ojos negros contornados por una línea oscura que los hace parecer delineados con maquillaje, pero es lodo formado con la humedad de sus globos y las polvaredas de los caminos de Michoacán.

El sonido de sus palabras no contiene la misma emoción que su significado. Adentro del muchacho de armas se percibe un vacío, un pozo tan profundo que, si se pudiera arrojar una moneda ahí dentro, jamás se le escucharía trocar el fondo.

— ¿Cómo aprendió usted a usar el arma? —le pregunté.

—Yo veía cómo le hacían mis compañeros y le hice igual. Después del primer enfrentamiento enseñas a agarrar tu arma; porque si no tiras, ahí quedas.

— ¿Y cuándo debió aprender a usarla?

—En Nueva Italia. Bajamos hacia Apatzingán para librar el pueblo de Templarios, cuando se nos atravesaron los guachos [soldados] y nos impidieron el paso. Nos quisieron desarmar, pero dijimos a los soldados que, si no ayudaban, nos dejaran avanzar. Así hicimos y, de repente, nos tiraron desde las azoteas, desde los carros, desde todos pinchis lados. Nos tiraron con la [ametralladora calibre] .50 y los pedazos de ladrillos nomas volaban. Eso sí intimida, pero los Templarios no saben pelear: levantan su cuerno de chivo y, sin ver, nomás avientan ráfaga. Yo peleé con una AR-15, pero eso no sirve. Los cuernos de chivo son especiales pa’ el combate. Si se mojan, truenan. Si se enlodan, truenan. Si están abajo del agua, truenan.

HECKLER & KOCH
El rifle del Ejército mexicano es hijo del nazismo alemán y del fascismo español.

El HK G-3 y sus versiones posteriores es un rifle del mundo. No como el AK-47, pero sí lo suficientemente difundido como para sostener que han muerto más personas bajo el fuego de ese fusil alemán que durante las estallidos de las dos bombas atómicas sobre Japón.

El fusil está basado en un diseño de Máuser, armería asentada en la misma ciudad de Oberndorf  que innovó en la fabricación de rifles de repetición manual con cerrojo y que desarrolló la Maschinekarabiner Gerät 06 o carabina automática aparato 06, antecedente remoto, pero directo del HK G-36 —que terminó en los hechos de Iguala de septiembre de 2015—, para la infantería nazi a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Máuser, que proveyó de diferentes armas, incluida artillería antiaérea producida en esta misma ciudad de Oberndorf, fue desmantelada por los aliados y varios de sus expertos se refugiaron en Francia y España, donde se integraron al Centro de Estudios Técnicos de Materiales Especiales de la dictadura franquista y desarrollaron el rifle CETME con cartucho 7.62 x 51, munición adoptada por los países integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

En alemán, el arma se llamó Automatisches Gewehr G-3 y, a partir de 1959, se convirtió en el rifle oficial del recientemente formado ejército de la República Federal de Alemania, cuyo gobierno logró hacerse de la patente mediante un juego de intercambio de licencias y encargó su producción a dos empresas.

La primera fue Rheinmetall, otra armería que sirvió al Tercer Reich y que ahora es el mayor fabricante de armas en Alemania con producción de cañones pesados y vehículos de combate. Esta empresa vende al ejército mexicano los derechos de fabricación de su ametralladora MG-3, otro artefacto descendiente del diseño bélico nazi.

La otra empresa fue fundada en 1949 por tres ingenieros egresados de Mauser, Edmund Heckler, Theodor Koch y Alex Seidel, quienes, a escondidas, se hicieron de algún equipo de Mauser que no fue destruido por las tropas francesas que ocuparon esa parte de Alemania. Ocultaron la maquinaria en una colina situada a algunos kilómetros del centro de Oberndorf  y ahí, en 1949, cuando Alemania recobró la posibilidad de fabricar armas, instalaron la planta de Heckler & Koch.

La empresa creció hasta convertirse en la principal proveedora de armamento ligero para las fuerzas policíacas y militares de los países integrantes de la OTAN y naciones paralelas, como México, cuyo ejército porta el G-3 desde 1979.

EL EJÉRCITO MEXICANO
Siete días después de asumir su polémica Presidencia, el Presidente Felipe Calderón inició aquí, en Michoacán, la llamada guerra contra el narcotráfico. En resumen, para los críticos de la iniciativa, fue como disparar al avispero y luego pretender matar cada avispa a balazos.

El Operativo Conjunto Michoacán, primer ensayo de militarizar en su totalidad el combate a los cárteles de las drogas, recurrió a efectivos castrenses de la Policía Federal, la Marina y el Ejército, cuyas armas de cargo son el fusil HK G-3, la subametralladora MP-5 y la pistola P7, las tres diseñadas e inicialmente fabricadas en la fábrica de Heckler and Koch en Oberndorf am Neckar, Alemania.

La Dirección General de la Industria Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional ha producido las tres armas de fuego bajo licencia de Heckler and Koch, cuyos técnicos e ingenieros han realizado estancias en las instalaciones militares mexicanas.

Durante el desfile militar del 16 de septiembre de 2006, las Fuerzas Armadas mexicanas presentaron el FX-05 Xiucóatl o Serpiente de Fuego —en referencia a la mítica arma blandida por el dios azteca Huitzilopochtli cuando, recién parido como guerrero, mató a sus 400 tíos, las estrellas.

La SEDENA presumió que la carabina reemplazaría gradualmente al HK G-3 y ostentó el diseño como netamente mexicano, pero H&K reclamó el supuesto plagio del HK G-36 versión Vesa y la fabricación del Xiucóatl se suspendió.

El 1 de febrero de 2007, generales mexicanos y directivos de la armería alemana se reunieron en la Ciudad de México y, tras una exhibición a puerta cerrada y cuyos detalles poco o nada se han hecho públicos, convinieron que el ejército mexicano no violaba los derechos de propiedad intelectual de H&K.

Varias cosas ocurrieron después. La primera fue que el general Alfredo Oropeza Garnica, titular de la Dirección General de la Industria Militar fue destituido de su cargo. Otro aspecto es que la fabricación de la Serpiente de Fuego cayó en suspenso y México compró más armas a H&K, justo las mismas que habría de suplir con el Xiucoatl.

URUAPAN II

— ¿Y esa daga? —pregunté al Huacano, el muchacho de la Tierra Caliente michoacana que lleva un fusil G-3 de Heckler & Koch en el hombro y un largo cuchillo enfundado en el pecho.

—Pues era de un Templario.

— ¿Y cómo llegó ahí?

—Pues se la recogí.

— ¿Muerto?

—También esta pistola —se lleva la mano a la cadera derecha y desenfunda una  .9 milímetros. En el anochecer, el nombre de su dueño muerto, Panchillo, refulge en el lomo del cañón como un relámpago en la mano del Huacano. —Se la recogí en el suelo. No me recuerdo si vestía de negro o camuflado. Después de que se terminan las balaceras, uno camina, peina, y en el camino te encuentras cosas, porque tiran los ajuares, los chalecos, los rifles cuando corren pa’ ir ligeros. La espada estaba en su chaleco, como la traigo yo. Es un trofeo, sí.

— ¿Qué se imagina usted que se hizo con ese cuchillo?

—Pues con este… así como está, pues normalmente se hacen decapitaciones. De hecho… Yo, yo nunca he cortado una cabeza, pero he visto videos y se usan este tipo de cuchillos. Sí, iguales: cuchillos delgados, pero bien afilados. Se lo entran aquí —ladea la cabeza y apunta al lado de su tráquea —y, cuando está en la yugular, lo pasan de lado a lado, y jalan.
— ¿Usted se imagina en la situación de la persona a la que hacen eso?

—Sí —sonríe de lado.

— ¿Qué piensa?

—Pues ’ora sí que yo le voy a ser sincero: yo ya he estado de los dos lados. Me han tenido así, a punto de matarme, y la verdad sí se siente feo. Ya tiene mucho. Por eso yo me salí de mi pueblo.

— ¿Cuánto tiempo fue usted Templario?

—No, yo jamás… ¿Qué palabra me dijo usted de lo que sentía cuando yo miraba esos videos y de lo que sentía la persona cuando la iban a decapitar?… Situación… Pues sí, porque en mi pueblo me amarraron y me iban a decapitar… Y cuando empezaron en este movimiento [de las autodefensas], con los militares, a los que agarraban en enfrentamientos, los interrogaban y yo miraba cuando estaban amarrados y lloraban. Yo, en ratos, me ponía de su lado, porque yo también estuve así y se siente feo.
— ¿Qué dice un hombre cuando está seguro que lo van a matar de esa manera? ¿Qué decía usted?

—Yo, la verdad, no decía nada. Yo sí empecé a llorar. Yo tenía 16 años entonces. Nomás cerré mis ojos y me encomendé a Dios. Fue todo lo que hice.

— ¿Por qué lo agarraron para matarlo?

—Es que pues… los Templarios querían que trabajara con ellos.

— ¿Haciendo?

—Punteando —vigilancia o halconeo. —Yo les dije que no, que eso no era lo mío, que yo mejor no. Me levantaron policías municipales y me llevaron a un puente grande, a las orillas de una presa. Se llevaron también a un compañero mío. Nos amarraron con vendas, pero me solté, y solté a mi amigo. Caminamos por el cerro, por el puro cerro. Recogí algo de ropa de mi casa y me vine para Tancítaro. Cuando entraron los comunitarios, me les pegué.

Y, al poco tiempo, se hizo de su G-3 de H&K, un tubo que, en teoría, no debió salir de la Selva Negra o no debió fabricarse en la Ciudad de México.

Pero aquí está, en el trópico de la Tierra Caliente.

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