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"El Ponchis" la historia del Niño Sicario que ejecutaba, torturaba y descuartizaba por encargo

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Edgar, también conocido como El Ponchis o El niño sicario, es un joven de diecisiete años de edad que fue detenido en 2010, cuando tenía apenas catorce, por la tortura y degollamiento de cuatro personas. Ayer martes, durante la madrugada, fue liberado de su reclusión, al haber concluido ahí el periodo de tres años ordenado por el juez.

Edgar Jiménez Lugo, El Ponchis, nació en San Diego California, Estados Unidos. A los cinco años fue separado de su madre y desde entonces su vida se torció.

Empezó la escuela, pero sólo pudo concluir el tercero de primaria. Se salió porque no le gustaba. Sin vigilancia de sus padres, no le fue difícil deshacerse de los estudios y se convirtió en presa fácil de la delincuencia.

Su carrera criminal la inició a los 11 años, con el asalto a un negocio del que no salió bien librado. Fue detenido, pero salió libre inmediatamente por tratarse de un menor de 12 años.

Las hermanas de Édgar eran conocidas como Las Chabelas, una de ellas era novia de Julio de Jesús El Negro Radilla Hernández, quien fue señalado por las autoridades federales como el presunto jefe del Cártel del Pacífico Sur, quien ordenó el asesinato de más de 20 personas en el estado de Morelos, entre los que se encontraba el hijo del poeta Javier Sicilia.

El niño operaba con sus hermanas y “El Negro” en diversas actividades ilícitas sobre todo la venta y distribución de drogas, fueran detenidas en febrero del 2011, por su presunta responsabilidad en los delitos de secuestro, delitos contra la salud, avocación delictuosa.

De vuelta en las calles, según su propia versión, fue “levantado” por la banda de Julio de Jesús Hernández Radilla, El Negro, líder de los sicarios del Cártel del Pacífico Sur y su mentor.

Fue él quien lo introdujo en el flagelo del narcotráfico, de la tortura y el asesinato; le asignaba trabajos como degollar y cortar los órganos genitales de rivales, bajo el influjo de la mariguana.

Además, reveló que fue entrenado bajo un régimen “militar” porque lo ponían a marchar, lo formaban con otros ‘reclutas’, y era golpeado o puesto bajo arresto si incumplía. Por su trabajo le pagaban dos mil 500 semanales, en dólares o en pesos.

A mediados de 2010, él mismo atrajo los reflectores de la ciudadanía y las autoridades cuando empezaron a circular en YouTube una serie de videos en los que El Ponchis demostraba lo que había aprendido: torturar a sus víctimas para luego ultimarlas.

El mismo confesó que sólo mató a cuatro, pero testigos afirman que fueron muchos más.

En plena guerra del gobierno contra el crimen organizado y con las pruebas exhibidas en las redes sociales, inició la persecución del “niño sicario”, como también lo apodaron.
Hermanas del Ponchis alias "Las Chabelas"
Finalmente, el viernes 3 de diciembre de 2010 fue detenido en el aeropuerto Mariano Matamoros del municipio de Xochitepec, al sur de Morelos, cuanto intentaba viajar a Tijuana en la línea Volaris, y de ahí a San Diego –su lugar de origen—acompañado de sus dos hermanas conocidas como Las Chabelas.

“Me detuvieron ahí, en el aeropuerto. Iba a San Diego, California. Iba a cambiar, a ver a mi madrastra, iba con mi hermana. El dinero para viajar me lo dio mi mamá”, declaró en esa ocasión, aunque en otra entrevista afirmó que no tenía padres.

El viaje lo hizo por recomendación del mismo Hernández Radilla quien, según declaraciones de El Ponchis, le advirtió que se fuera del país. “Aquí está muy feo, te van a agarrar, cuídate mucho”, le habría dicho.

Su hermana Isabel, de ahí el apelativo de Las Chabelas  era novia de Radilla Hernández. Las Chabelas, se encargaban de tirar los cadáveres.

Cuando fue detenido, El Ponchis tenía 14 años. Las autoridades lo buscaban por su participación en los asesinatos y por pertenecer al CPS, encabezado por Héctor Beltrán Leyva.
El Ponchis torturando y posando con el grupo operativo al que pertenecía
Al momento de su captura sólo reconoció el crimen de cuatro personas y confesó que lo hizo bajo los influjos de la droga y por órdenes de su jefe, Radilla, quien lo amenazaba con matarlo si se negaba a hacer lo que le ordenaban, según contó el propio Jiménez Lugo.

El Ponchis confesó que él era el encargado de degollar a las víctimas, pero nunca admitió que su participación en la mutilación de sus víctimas ni tampoco en colgarlos de los pies en un paso a desnivel en el sur de Cuernavaca.

El último crimen en el que participó, dos meses antes de ser capturado, fue el asesinato de un hombre, cuyo cadáver fue arrojado en la autopista Cuernavaca-Acapulco, a la altura de la colonia Antonio Barona.

De acuerdo con un informe de la Dirección General de Despliegue Regional Policial de la Procuraduría General de la República, al cadáver le sacaron el cerebro y en su lugar le pusieron carne molida.

Además de los cuatro asesinatos que confesó, las autoridades lo responsabilizan de otros delitos, como el secuestro de tres personas, transporte de mariguana y portación de arma prohibida.

“He matado a cuatro personas, los degollaba. Sentía feo al hacerlo. Me obligaban”, dijo en una entrevista después de su captura.

–¿Cómo te convencían de que lo hicieras?—le preguntaron

— (Me decían) que si no lo hacía que me iban a matar. Yo nada más los degollo (sic), pero nunca fui a colgarlos a los puentes, nunca.

–¿Tienes miedo?

–No

–¿Estás consciente de que te van a juzgar por delitos federales?

–Sí—contestó en aquella ocasión el “niño sicario” quien días antes de su liberación pidió la protección de las autoridades por “miedo” de que el cartel intente reclutarlo otra vez.

Un usuario de Facebook de nombre José Serna escribió en su cuenta tras enterarse de la liberación de El Ponchis:

“llate manchastes lasmanos desangre noqueda deotra solo queda entrarle ponchis acuerdate las calles ansido tu escuela I elvandalismo tuvida cps te espera plebe” (sic), escribió el usuario seguidor de la Santa Muerte y radicado en Bakersfield, California.

El Ponchis  fue liberado la madrugada de este martes y de inmediato se trasladó a Tijuana, Baja California, donde se reunión con familiares, en espera de cruzar la frontera para dirigirse a San Diego.

A continuación un texto dedicado a él.

¡Perdónanos, Ponchis, nuestros pecados!

No merecemos, hermano Ponchis, que escuches nuestras palabras, pero hay algo que te quisiera decir: Perdónanos, Ponchis, perdónanos.

Perdónanos por haber sido indiferentes ante tu situación de sufrimiento y violencia, por haber convertido tu infancia en una historia de dolor, por lo que te hemos permitido ver, por las experiencias a las que te hemos empujado. Perdónanos por vivir nuestro cristianismo en el templo y no saber salir a los sitios necesitados de amor. ¡Perdónanos, Ponchis, por no haber asumido el Evangelio!

Perdónanos por no haber intentado rescatarte, por no habernos comprometido a transformar las estructuras sociales de muerte, por haber enterrado el amor del que eres capaz, porque debes saber, Ponchis, que eres imagen y semejanza de Dios. Perdónanos por no hablar de los niños que están en tu situación en nuestras homilías, por habernos acostumbrado a leer en los periódicos el número de muertes de cada día, y que sean sólo eso: un número.

Perdónanos por no alzar la voz en tu nombre, en el nombre de tu madre, tus hermanas, de Jesucristo que te ama, que padeció, murió y resucitó para darte vida en abundancia. Perdónanos por tenerle miedo a morir en la cruz, por no haber reconocido a Cristo en tus ojos, ¡porque no nos ha dolido tu dolor!

Perdónanos, Ponchis, hermano nuestro, que has padecido nuestra falta de compromiso, que te hemos convertido en la noticia del momento, perdónanos por tener nuestras entrañas tranquilas. Por gastar horas y horas frente a la televisión y no contemplar en oración a Jesús yendo al encuentro de los pecadores, por olvidar que Jesús no vino para atender a los sanos, sino a los enfermos, perdona que las bancas de nuestros templos sean tan cómodas, perdónanos por no haberte hecho sentir el amor de Dios.

Perdónanos, Ponchis, hijo de Dios, ser humano con dignidad, hermano nuestro, víctima de nuestras omisiones, de nuestra parca valentía. Perdónanos porque Jesús nos pidió que visitáramos al preso, porque escuché eso cuando fui a la catequesis, a misa, pero nunca te fui a visitar.


Perdónanos porque lo poco que hemos hecho no ha sido suficiente, ¡perdónanos, Ponchis, por no llorar en el confesionario lo que te hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer por ti! Perdóname, Ponchis, mis pecados, porque a ti es a quien he lastimado.

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