El comandante Raúl Castillejos fue reconocido por la Presidencia y ascendió como titular de División de Seguridad Regional por coordinar la captura del capo mas buscado del mundo.
Jefe… ¡Tenemos aquí a Joaquín Guzmán Loera! El comisario se cimbró. En 23 años de carrera como policía federal nunca antes había recibido una llamada así. Habían trascurrido cinco meses de búsqueda, a través de la Operación Tiburón Azul, desde que el capo se escapó del penal de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México.
Es el 8 de enero de 2016. Son las 9:30 de la mañana. Raúl Castillejos Solís, comisario de la División de Seguridad Regional de la Policía Federal, estaba en su oficina. Aquel día, que parecía quizá otro más, sería determinante en su carrera. Al terminar su jornada de trabajo, el panorama de su carrera se vería fortalecido y reconocido por cada una de las decisiones que debió tomar aquel día: decisiones respaldadas por años de experiencia.
Uno de los elementos de la Policía Federal adscritos a la División de Caminos le marcaba por celular desde la carreterapara recibir órdenes ante la captura del hombre más buscado de México y del mundo.
Tres de los agentes bajo su mando esperaban sus instrucciones para proceder en el Tramo Las Brisas-Los Mochis, en Sinaloa, lugar donde acababan de marcarle el alto a un Focus rojo en el que huían Joaquín Guzmán Loera y su lugarteniente Orso Iván Gastelum El Cholo.
Aquel viernes, Castillejos Solís llevaba puesto su uniforme y un rosario de madera que usa desde hace 25 años cada vez que porta su uniforme táctico.
—¡Tómenle una fotografía y me la mandan de inmediato!— instruyó.
A los pocos minutos recibiría la imagen de Guzmán Loera con una playera sucia en el asiento trasero de una patrulla, y a su lado El Cholo, con el torso desnudo. Esta fotografía fue reenviada a Enrique Galindo Ceballos, comisionado general de la Policía Federal. La siguiente instrucción fue que se dirigieran al aeropuerto de Los Mochis.
Tres policías federales le retiraron una pistola a Orso Iván Gastelum. Él y el capo fueron esposados dentro del vehículo oficial mientras ofrecían sobornos y amenazaban.
—No sabes con quién te estás metiendo—, dijo el lugarteniente Gastelum.
—Sí lo sabemos y lo estamos buscando desde hace mucho tiempo—, respondió uno de los agentes.
—Si nos dejan ir, se olvidarán de trabajar toda su vida; si no nos dejan, habrán grandes consecuencias para la Policía Federal—, sentenció Guzmán Loera.
Continuaba el soborno. Los agentes no aceptaron. El comisario Castillejos Solís aún coordinaba el operativo desde la Ciudad de México.
“Activamos el llamado protocolo Tiburón Azul para capturar a Guzmán Loera. Se cerraron todas las carreteras; le marqué al coordinador estatal de Sinaloa [hoy fuera del país].
Los tres agentes adscritos a la División de Caminos supieron a través de sus radios de la llegada de 30 camionetas que planeaban rescatar a Guzmán Loera y a su principal lugarteniente. Decidieron trasladarse al Motel Doux sobre la Carretera de Los Mochis-San Miguel y los resguardaron en una habitación, en espera de refuerzos. Llegó el coordinador de la Policía Federal de Sinaloa. La respuesta de todos los compañeros fue contundente.
“Resguardarse en el hotel a la espera de refuerzos fue una decisión que tomaron en el camino y que apruebo totalmente”.
En el sitio, y con las patrullas de la Policía Federal escondidas o resguardadas para que no las identificara el crimen organizado, el comisario Castillejos pide una segunda fotografía, aquella en la que se ve a Guzmán Loera sentado en la cama de un cuarto; también hubo una selfie de uno de los policías federales junto con Guzmán Loera. “Esta fotografía se eliminó por el riesgo que implicada para nuestro compañero”, narra Castillejos en entrevista.
“Le llamé al jefe Enrique Galindo Cevallos, le dije que teníamos a Joaquín Guzmán Loera, me comenta que esto es algo muy delicado; pide una segunda fotografía para comprobar y es cuando los compañeros de la Policía Federal me envían esa segunda fotografía. Comencé a mover las coordinaciones de Nayarit, de Chihuahua, todas las que están aledañas a Sinaloa”.
Según la cadena de mando, el comisario Raúl Castillejos Solís le avisa al comisionado General de la Policía Federal, Enrique Galindo, éste, al comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales, quien le avisa al secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, y éste al presidente Enrique Peña Nieto.
El apoyo de la Marina fue vital, señala Castillejos. “Tomo un helicóptero que me traslada al Aeropuerto de la Ciudad de México, pero por los tiempos [eran dos horas y media de trayecto] se comparte el operativo con la Marina, por lo que no es necesario trasladarme a Los Mochis. Recibí a mis compañeros aquí en la Ciudad de México”, asegura quien tiene bajo su mando a 8 mil 500 elementos de la División de Seguridad Regional de la Policía Federal.
El comisario Castillejos hace una pausa y recuerda: “Lamentablemente la fuga de Guzmán Loera le pegó en el corazón al Estado mexicano. Todas las autoridades, todas las fuerzas del orden mexicano se unieron: Armada de México, Sedena, las policías Federal, Municipal y Estatal. Se activaron protocolos, un plan de acción a nivel nacional. Cada una de las siete divisiones de la Policía Federal diseñó su propio operativo.
Con un plan general de acción para cada división, comenzamos a hacer barridos, se colocaron puntos de revisión, contundentes y agresivos en todos los tramos carreteros, puntos de revisión obviamente muy sensibles con la ciudadanía en los aeropuertos y en las centrales camioneras.
Tan sólo en Los Mochis, Sinaloa, teníamos siete puntos de revisión carreteros. Éstos siempre estuvieron vigentes. El detonante fue el 8 de enero de este año. Nos enteramos de un operativo en la madrugada por parte de la Secretaría de Marina, nos enteramos de que hubo un enfrentamiento armado y activamos nuestro Tiburón Azul. El coordinador estatal de Sinaloa en aquel entonces activa el operativo y se cerraron todas las carreteras. Hacemos exhaustiva; supimos que Guzmán Loera se fugó por una alcantarilla, tomó un vehículo Focus rojo y huyeron por la carretera. Fue cuando se encontró con la Policía Federal y lo detuvieron tres compañeros; se bajó el conductor, que ahora sabemos corresponde a Iván Gastelum, quien amenazó a los compañeros. Fueron arrestados y trasladados al aeropuerto de Los Mochis.
“Nada fue al azar ”
Esta historia no se tejió con hilos del azar. El protocolo continuaba rotundo.
“Una vez retenidos en el motel, solicitamos apoyo de la Secretaría de Marina y el operativo en conjunto entre la Policía Federal y la Marina. El código para el protocolo de captura de Guzmán Loera se llamó ‘Cisne Negro’. Ambas instituciones debíamos mantener nuestras operaciones bajo un código de silencio”.
El comisario Raúl Castillejos Solís recibió en días recientes, con motivo del Día de la Policía Federal, un reconocimiento por parte del presidente Enrique Peña Nieto, por la Operación Tiburón Azul, con la que se capturó al hombre más buscado del mundo.
Dice tener la fortuna de conocer “a estos tres compañeros que son policías muy preparados, que saben hacer su trabajo, que actuaron con toda honradez y que saben perfectamente cómo asumir su compromiso.
Avalo en todo momento la decisión que tomaron de meterse a aquel motel; era obvio que la delincuencia organizada les iba a arrebatar a Guzmán Loera y a Orso Iván Gastelum. Salvaron su vida y la detención fue contundente. Sabían a quién tenían entre manos y conocían su obligación como policías. Una suma de voluntades y aciertos hizo de esta captura algo perfecto. Su valor fue totalmente heroico porque estaban amenazados y sabían con quién se estaban enfrentado”, asegura.
Al día siguiente de la captura, los tres elementos de la Policía Federal salieron del estado de Sinaloa, fueron blindados por la institución y están bajo un código de silencio. “Están dentro de nuestra filas pero en el anonimato, encubriéndolos desde el 9 de enero. El Código del silencio lo determina nuestro comisionado general cuando alguien hace una acción heroica, se trata de blindar lo más posible su nombre para que no queden vulnerables ante la delincuencia organizada. Es proteger al elemento con un número encriptado.
“Su nombre y apellido se omiten para preservar su vida e integridad. Guzmán Loera pensó que al verlos se iban a debilitar, que su sola presencia era suficiente para que se hubieran debilitado. Son compañeros de profesión que comenzaron desde hace muchos años conmigo”, explica.
Para concluir Castillejos Solís reflexiona: “A veces la gente me pregunta: ‘¿cuándo va a terminar la delincuencia?’, y respondo que también quiero que se acabe, yo la pago doble, porque tengo familia y soy ciudadano.
“En el día a día damos un esfuerzo mayúsculo para demostrarle a la ciudadanía que la policía está de su lado, también queremos acabar con la delincuencia (…). Dicen que cuando te das de alta en la policía te das de baja en la sociedad, esa frase duele, uno se siente herido cuando la gente nos grita asesinos, corruptos, porque no lo somos, somos personas que amamos esta profesión y vivimos también de la recompensa, del aplauso, del reconocimiento y del deber cumplido de ser un policía. Este reconocimiento lo recibo a nombre de mis compañeros y lo leo como un voto de confianza a la Policía Federal y a esta división que representamos”.
Aquel jueves 8 de enero, Castillejos Solís terminó su día y se fue a descansar de otra manera. Con el deber cumplido, “ante esta noble institución, ahora dirigiendo la división donde nací, donde crecí. Tengo el orgullo de portar un uniforme y representar una institución mexicana como es la Policía Federal. Venimos desde abajo, comencé como patrullero en Monterrey, Nuevo León. Los policías somos gente que queremos otro México, un México en paz.
“Hemos dado una gran batalla, hay estados, que evito mencionar aquí, donde hemos recuperado la seguridad en las carreteras que antes eran intransitables; con todas las fuerzas armadas hemos apretado mucho con la delincuencia organizada”.
El comisario obtuvo su designación como titular de la división el 21 de marzo de 2015. Al salir de su oficina camina firme. A su paso, como piezas de ajedrez colocadas estratégicamente, sus subalternos honran a su superior, clave de la operación Tiburón Azul.