En junio de 2005, en Zapopan, Jalisco, Iván Archivaldo Guzmán Salazar fue detenido tras un accidente de tránsito al salir de una fiesta. Se le indentificó como hijo de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, “El Chapo, entonces el hombre más buscado en México y Estados Unidos. Se le sentenció a cinco años de prisión por lavado de dinero pero fue absuelto en 2008 por falta de pruebas. De acuerdo con los informes derivados de esa detención, “El Chapito” no tuvo una gran convivencia con su padre, si acaso las visitas que junto a su madre le hizo cuando éste estuvo preso en Puente Grande. Su test psicológico revela que lo extraña y lo considera “una buena persona”. Para autoridades en México y en EU hay indicios claros de que “El Chapito” sí tuvo, o tiene, implicaciones directas en los negocios de su padre, estimados en muchos miles de millones de pesos. Un emporio ahora sin su principal cabeza, pero que incluye transacciones que van más allá de las drogas y que se extienden a los sectores inmobiliarios, la hotelería y el turismo y agencias automotrices, entre otros. Son negocios jugosos donde no sólo se vincula a “El Chapito” sino a la familia más cercana del capo que, hasta el sábado pasado, era el enemigo público número uno.
“Siento que mi padre es… ‘buena persona’”, no dudó en completar en el test psicológico Iván Archivaldo Guzmán Salazar respecto del hombre presentado el sábado pasado como uno de los principales responsables de la muerte violenta de al menos 100 mil personas y la desaparición de otras 25 mil en los últimos años de las guerras del narcotráfico en México.
Cuando Iván Archivaldo nació, el 15 de agosto de 1983, su padre, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera era un joven narcotraficante al servicio de Miguel Ángel Gallardo Félix, “El Padrino”, el último capo mexicano que gobernó en razonable paz y orden a los clanes de las drogas en México.
En ese tiempo, principios de los ochenta, Joaquín Guzmán Loera no aparecía siquiera en la lista de los objetivos de la DEA [la principal agencia antidrogas de Estados Unidos] como uno de sus objetivos, trazados desde fines de la década anterior con la Operación Cóndor, la primera gran operación conjunta entre México y su vecino del norte para erradicar el cultivo de marihuana y amapola con apoyo del ejército mexicano en el “Triángulo Dorado”, la serrana frontera de Chihuahua, Durango y Sinaloa.
Los capos se mudaron a Guadalajara, entendida como la capital del occidente mexicano, y compraron cuanto policía hubiera. La vida les resultaba relativamente sencilla hasta que tuvieron la mala idea de secuestrar, torturar y asesinar al agente especial de la DEA Enrique Camarena Salazar.
Antes de morir, “Kikí” Camarena explicó quiénes eran los objetivos prioritarios de la lucha antinarcóticos. Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo, Rafael Caro Quintero, Manuel Salcido, “El Cochiloco”, y Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, de acuerdo con el expediente de uno de los asesinos materiales del policía norteamericano.
Ni una sola ocasión aparece el nombre de Joaquín Guzmán Loera. Tampoco existe en la causa penal de más de 20 mil hojas levantada contra José Antonio Zorrilla Pérez, el jefe de la policía política mexicana de la época y quien pasó casi 30 años de su vida en prisión por vender su alma al narco.
El retrato documental más puntual de la connivencia de autoridades hacia los criminales organizados de esos días está plasmada en el libro Desperados. Los caciques de la droga, los agentes de la ley y la guerra que Estados Unidos no puede ganar, de Elaine Shannon (Lasser Press, 1989).
¿Cuántas líneas dedicó al hombre presentado el sábado 22 de febrero de 2014 como el narcotraficante más buscado del mundo? Ninguna.
Tras la detención, en 1989, del “Padrino” y la consecuente muerte del Cártel de Guadalajara, “El Azul” Esparragoza convocó a los sobrevivientes. Los narcos se convencieron de que todos cabían –luego se darían cuenta y de lo peor forma que no era sí.
Dueños de las almas de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad que migraron a la Policía Judicial Federal, convinieron la constitución de cuatro cárteles: Tijuana, para los hermanos Arellano Félix, sobrinos de Miguel Ángel Félix Gallardo, y Jesús Labra Avilés, “El Chuy”; Sinaloa, encabezado por Joaquín “El Chapo” Guzmán; Juárez, para Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, y del Golfo, en manos de Juan García Ábrego.
En ese momento, Iván Archivaldo, hijo de Joaquín Archivaldo tendría seis o siete años, así que la vida de ese muchacho coincide con la historia criminal de quien fuera el hombre más buscado en el mundo.
“El Chapito” vivió y sobrevivió a las guerras iniciadas y todas ganadas por su padre contra los cárteles de Tijuana, El Golfo Juárez y los Beltrán Leyva. Ese joven ha visto volar cabezas de uno y otro bando en la disputa con Los Zetas. Ha crecido en el entendido de que su padre sometió a dos presidentes de México.
Y, después de todo, ¿qué se depositó en su mente?
En junio de 2005, en Zapopan, Iván Archivaldo Guzmán fue detenido tras un accidente de tránsito al salir de una fiesta. Se le sentenció a cinco años de prisión por lavado de dinero. Fue absuelto en 2008 por falta de pruebas.
Durante su estancia en prisión, al igual que a todos los demás los reos, el hijo del capo debió resolver distintos exámenes psicológicos y sociales para la elaboración de su perfil.
El 19 de mayo de 2005, las autoridades del Reclusorio Sur le practicaron el estudio social. Ahí se indica que nació el 15 de agosto de 1983 en Durango, que tiene por apodo “El Chapito”, que con 21 años de edad solamente había concluido la secundaria, que vivía en Zapopan, Jalisco, y que su ocupación era soldador de automóviles.
El reo identificó como su padre a Joaquín Guzmán Loera, entonces de 48 años de edad, pero negó conocer cualquier dato relacionado con él: su estado civil, ocupación o domicilio; de “El Chapo” sólo dijo que había estudiado la primaria.
Es decir, el presente de México está parcialmente determinado por un hombre que apenas concluyó la educación primaria.
“El Chapito” dijo que su madre es Alejandra Salazar Hernández, una mujer que en la época contaba con 47 años de edad y se dedicaba a los bienes raíces. Mencionó a sus hermanos: César y Gisel, mayores que él cinco y tres años, y Alfredo, tres años menor.
Un trabajador social describió el aspecto familiar:
“La dinámica familiar primaria se desarrolla completa, desintegrada, funcional, refiriendo el entrevistado que cuando tenía 12 años sus padres se separan principalmente por los problemas judiciales de su padre, de quien desconoce su paradero desde la fuga del penal de Puente Grande [Jalisco]. Menciona que lo visitaba en la cárcel al igual que sus demás hermanos y madre.
“Ella es la principal figura de autoridad y proveedora económica, a pesar de que el interno tiene una actividad remunerada. Su madre le proporcionaba una cantidad al mes para cubrir sus gastos personales. Las relaciones intrafamiliares de sus hermanos y madre son favorables. Durante los 100 días de arraigo recibió visita, apoyo moral y económico de su familia. Indica que de su padre no sabe nada y no recibe ningún tipo de apoyo ni ha vuelto a tener comunicación con él”.
Iván Archivaldo reprobó el tercer año de primaria. Inició la preparatoria en un sistema escolarizado, pero desertó y se apuntó en un bachillerato abierto que dejó por su detención y encarcelamiento.
Inició su vida económicamente activa a los 17 años de edad como mensajero de un despacho de abogados y, entre 2003 y 2005, se ocupó en un taller de hojalatería y pintura, aseguró en la entrevista. También aseguró que sus ahorros ascendían a 40 mil pesos.
Aseguraba que compartía su tiempo libre con su novia, que bebía alcohol de manera habitual, pero que no fumaba ni utilizaba drogas.
En la misma fecha del examen social, el 19 de mayo de 2005, un psicólogo practicó al “Chapito” los estudios de personalidad.
El especialista anotó que el muchacho negaba tatuajes o cicatrices, pero apuntó la existencia de mezquinos en las manos. También describió su actitud: “Se muestra ansioso, suspicaz, reservado y evasivo, con hostilidad encubierta. Se torna sensible”.
El psicólogo lo consideró lúcido y orientado, con la memoria conservada y dueño de un pensamiento con nivel concreto y de contenido lógico, coherente y congruente, con curso rápido tanto inductivo como deductivo, pero con una realidad de contenido bloqueada y pobre y con una formación conceptual de subvaloración.
La primera impresión no arrojó ninguna alteración.
El hijo del “Chapo” mostró una capacidad de juicio crítica, tanto de sí mismo como de los demás, disminuida y una capacidad de organización y planeación irregular. Tanto su capacidad de análisis como síntesis fue considerada media baja.
En los rasgos del carácter, su tolerancia a la frustración, su capacidad de demora y su control de impulsos fueron considerados por el técnico en una escala media baja.
“[El manejo de la agresión] Adecuado: canaliza hacia el estudio. Desplaza (hacia) actividades recreativas como el automovilismo. Inadecuado: probable violencia psioclógica hacia personas que no considera de su nivel socioeconómico”.
Para el psicólogo, el hijo del narcotraficante y supuesto narcotraficante él mismo observaba conflicto con la autoridad, un rol de grupo sumiso y pasivo, una introyección parcial de normas y valores y un aprovechamiento limitado de la experiencia.
“Sujeto de 21 años. Proviene de una familia incompleta, aparentemente organizada y funcional con un nivel socioeconómico alto. Se muestra como una persona con baja motivación al logro, con niveles medios bajos de capacidad de demora, tolerancia a la frustración y control de impulsos. Con tendencia a canalizar la agresividad hacia la violencia psicológica.
“Inmaduro en su desarrollo e inseguro. Denota necesidad de apoyo y afecto. No obstante, es suspicaz y sensible a la opinión que los demás tengan de él. Percibe a la figura paterna protectora y poderosa, como concepto, pero distante y ausente en la relación psicoafectiva. Idealiza a la figura materna atribuyéndole cualidades de guía, cuidado y protección dependiendo de ella para tomar decisiones.
“El tipo de relaciones que establece es utilitario y de dependencia o de dominación hacia personas que considera de menor rango o nivel. Utiliza como mecanismo de defensa la negación, la represión y la fantasía”.
Y concluyó:
“Debido a las características de personalidad resulta vulnerable por su proclividad a afiliarse a grupos para y anti sociales. Asimismo representa un riesgo institucional”, apuntó en referencia a la seguridad del Reclusorio Sur del Distrito Federal, la prisión de mediana seguridad en que estaba interno.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos relaciona a un empresario y varios familiares de Joaquín Guzmán Loera como sus relaciones operativas en el Cártel de Sinaloa:
Dámaso López Núñez, “El Licenciado”, con fecha de nacimiento del 22 de febrero de 1966. “El ahijado de Guzmán Loera”, según le canta la Banda El Recodo, organizó parte de la fuga del capo en 2001. De acuerdo con el diario estadounidense The Washington Times, un gran jurado lo acusó en noviembre de 2012 de conspiración para distribuir cocaína y lavar dinero, que le reportaron ganancias de más de 280 millones de dólares.
Inés Coronel Barreras, nacido el 21 de enero de 1968. Es el padre de Emma Coronel, última esposa del “Chapo”.
Ovidio Guzmán López, nacido el 29 de marzo de 1990. Es uno de los hijos del jefe del narcotráfico.
Griselda López Pérez, nacida el 19 de agosto de 1959. Es una de las ex esposas de Guzmán.
María Alejandrina Salazar Hernández, nacida el 17 de julio de 1958. Otra de las ex parejas del narco sinaloense.
Iván Archivaldo Guzmán Salazar, nacido el 15 de agosto de 1983 o el 2 de octubre de 1980. Es uno de los primeros hijos conocidos del narcotraficante.
Jesús Alfredo Guzmán Salazar, nacido el 17 de mayo de 1986. Es hermano menor del anterior.
Iván Archivaldo Guzmán Loera resolvió, entre otros, el test de frases incompletas. También dibujó un hombre, una mujer y una casa con sus respetivas historias.
Lo que respondió el hijo del criminal, quien hasta el sábado pasado era el “más buscado del mundo”, muestra cómo la vida íntima de los narcotraficantes está hecha exactamente de lo mismo que de quienes no lo son.
Estos son algunos de sus reactivos y su complementación textual por parte del hijo del “Chapo”.
1. Pienso que mi padre rara vez… “come carne”.
2. Cuando llevo la de perder… “aceptar las cosas”.
3. Siempre quise… “un carrito”.
4. Si yo tuviera autoridad… “fuera justo”.
5. El futuro me parece… “justo”.
6. Los hombres que son mis superiores… “se les respeta”.
7. Sé que es tonto pero tengo miedo… “a estar solo”.
8. Pienso que un verdadero amigo… “esta en las buenas y malas”.
9. Cuando era niño… “Jugaba mucho”.
10. Mi idea de mujer perfecta… “mi mamá”.
11. Cuando veo a un hombre y una mujer juntos…”alegría”.
12. Comparada con la mayoría de las familias, la mía… “es buena”.
14. Mi madre… “es lo que mas quiero”.
15. Haría cualquier cosa por olvidar la vez que… “le contesté mal a mi mama”.
16. Ojalá mi padre… “estuviera conmigo”.
20. Anhelo… “ser mejor”.
22. La mayoría de mis amigos no saben que tengo miedo de… “estar solo”.
23. No me gusta la gente que… “es presumida”.
24. Antes de la guerra, yo… “ago paz”.
46. Siento que mi padre es… “buena persona”.
47. Cuando la suerte me es adversa… “la acepto”.
48. Cuando doy órdenes a los demás… “los respeto”.
52. Mis temores me obligan a veces… “aguantarme”.
54. Mi recuerdo infantil más vívido… “jugando futbol”.
57. Cuando era niño, mi familia… “hacia piñatas”.
“El Chapito” escribió lo siguiente al reverso de la hoja en que trazó un muchacho sonriente. La transcripción es textual:
“Erase una vez un niño de 10 años y le hicieron una fiesta muy bonita estaban todos sus amigos y siguio cumpliendo años aoraya tiene 16 y esta muy bien se yeva bien contodos juegafutbol en la escuela estudia y trabaja en el fututo va a encontrar a una persona que se quieran y respeten mutuamente y se casen y tengan hijos bonitos en lo que le gusta y estar bien”.
HIJO DEL “CHAPO”, “CHAPITO”
¿Participa el hijo del “Chapo” en la red de negocios?
También posee copia de la causa penal 48/2005 abierta en su contra por el Juzgado Octavo de Distrito de Procesos Penales Federales. En la acusación, la Procuraduría General de la República (PGR) presentó el testimonio de un testigo protegido identificado con el nombre de “Peña”, quien admitió participar en la transportación de dinero de distintas ciudades de Estados Unidos a México.
Admitió, por ejemplo, que en agosto de 2004 trasladó por vía terrestre 470 dólares producto de la venta de drogas. Un enlace del Cártel de Sinaloa, un sujeto apodado “Moy” ocultó el dinero en un compartimento secreto de la camioneta y, sin conocer su exacta ubicación, “Peña” lo llevó de una ciudad de Ohio a Ciudad Juárez, Chihuahua.
Llegó a la casa conocida por los traficantes como “amarilla y verde”, en la calle Bosque de Coníferas número 7623, colonia Bosque de San José de esa frontera.
Un hombre identificado como Héctor abrió la puerta a “Jorge Peña” y lo condujo a una habitación en el segundo piso de la casa, donde estaban tres hombres jóvenes: Mario, uno presentado como “Jorge” y el otro identificado como el guardaespaldas del anterior.
En su declaración, el informante describió a “Jorge”: delgado, 1.62 metros de altura, tez blanca, cabello corto ondulado y castaño oscuro, ojos cafés oscuros medianos, nariz medio chata, cara mediana y alargada, cejas semi pobladas y unos 22 años de edad. El transportista recordó que este hombre joven apoyaba más la pierna izquierda que la derecha, como si recién le hubieran retirado un yeso.
“Jorge” y Mario estaban sentados en una cama rodeados de paquetes de billetes. “Peña” calculó que eran alrededor de millón y medio de dólares en denominaciones de 20, 50 y dólares. El guarura mantenía una actitud vigilante.
–¿Dónde están los pescados? –preguntó Mario a “Moy” por teléfono.
–En la puerta trasera y en la consola de en medio –respondió el vendedor en Estados Unidos.
“Peña” y Héctor descendieron al garaje, abrieron los compartimentos ocultos de la camioneta y encontraron los dólares empaquetados al alto vacío. Subieron con el dinero y lo pusieron en el suelo, a la vista de Mario y “Jorge”. Abrieron el paquete y desbordaron fajillas de 5 mil y 10 mil dólares. Junto a la cantidad anterior, en el sitio había unos 2 millones de dólares.
Una hora después, llegó Pablo, un contador encargado de lavar el dinero a través de unas casas de cambio de su propiedad. Los demás introdujeron el dinero en dos maletas de lona negra. Timbró el teléfono celular de “Jorge”.
–Ya está arreglado todo –dijo el joven a la persona con quien hablaba. Luego se despegó el teléfono de la oreja y lo acercó a Mario. –Mi ‘apá quiere hablar contigo –y le extendió el aparato.
–No puedo ir ahorita, porque necesito levantar otro dinero. Me desocupo y agarro boleto para visitarlos en Sinaloa –explicó Mario y devolvió el celular a “Jorge”.
–Me comunico más tarde, voy a la casa de cambio – se despidió y se dirigió a Mario y a Héctor –en cuanto estén listos toman un avión a Chihuahua y, de ahí, a Sinaloa.
El contador intentó mover las maletas, pero no pudo. El guardaespaldas lo ayudó con el beliz de mayor tamaño y subieron a una camioneta Ford Expedition color verde azulado con placas de Chihuahua. Condujeron a la Casa de Cambio Coronado, en el centro comercial Plaza Real.
Sólo bajaron Pablo y Héctor con las valijas. Los demás esperaron por dos horas y medio dentro del vehículo, excepto el momento en que fueron a comprar una cerveza con mariscos para “Jorge”.
–Estoy preocupado, porque la marihuana que tenemos no la quieren en Estados Unidos, ya se está haciendo fea –dijo Mario.
–Ya viene la cortada nueva y va a salir chingona –lo tranquilizó “Jorge”.
Pablo y Héctor volvieron con una enorme sonrisa. Comentaron que sin mayor problema habían transferido un millón y medio de dólares.
“Me invitaron a una fiesta de 15 años en la capital de Chihuahua. No recuerdo la fecha exacta, pero debió ser en septiembre u octubre del año pasado”, habló el testigo protegido en referencia de 2004. En esa fiesta vi al ‘Chapo’ Guzmán”.
Sobre la mesa, los policías federales dispersaron varias fotografías sobre el escritorio en que tomaban la declaración de “Peña”. El hombre escogió una foto tomada a un hombre joven de piel blanca, cabello ondulado y castaño, vestido con una sudadera gris.
“Él es “Jorge”’, señaló en referencia de Iván Archivaldo Guzmán Salazar, el hijo del “Chapo”.