Elementos de la Fuerza Rural del municipio de Coahuayana, Michoacán, detuvieron a un mando de Los Caballeros Templarios. El sicario, quien revela que participó en al menos ocho secuestros que terminaron en ejecuciones, ha sido clave para la localización de fosas clandestinas, donde el grupo criminal sepultaba a sus víctimas tras secuestrarlas o cobrarles con su vida alguna resistencia a sus demandas.
La forma de secuestro y asesinato del grupo criminal de Los Caballeros Templarios siempre fue despiadada. Torturaban a las personas, las golpeaban y los tableaban —azotaban con tablas—, pero eso no le importaba a Francisco Javier El Pibe, uno de los líderes en el municipio de Coahuayana que habla de los gritos y súplicas de las víctimas mientras las vigilaba y al tiempo cuidaba que no se les metieran los contras.
Comenta que a unos meses de integrarse a las filas del crimen organizado bajo las órdenes de El 500 o La Quinina —un jefe de plaza que extendió su poderío desde Caleta de Campos hasta Aquila, en Michoacán, en sus límites con el estado de Colima—, alcanzó el grado de jefe de “punteros, vigías o informantes”.
Dentro de la estructura criminal, Francisco Javier era el tercero en rango al ubicarse tan sólo por debajo del lugarteniente y del jefe de plaza de ese municipio de Coahuayana.
Por sus manos pasaron decisiones importantes de secuestros, extorsiones, cobros y asesinatos a pesar de que inició en el último eslabón de esa pirámide templaria. Siempre supo que pertenecer a “ese bando” le iba a costar la cárcel o la vida. Ahora se ha convertido en una persona clave en la localización de fosas clandestinas.
El presunto sicario señala a EL UNIVERSAL que su jefe directo era Carmelo Núñez uno de los pistoleros a sueldo de La Quinina, encargado de esa región costera del estado de Michoacán y responsable de al menos 80 desapariciones en los últimos meses de fortaleza de los templarios hasta que se levantó en armas ese municipio.
El Pibe reconoce haber participado en al menos ocho secuestros que terminaron en ejecuciones, aunque en algunos, dice, sólo era para “cuidar” a sus víctimas y en otras para darles de comer. “No sé quiénes eran ni como pensaban porque teníamos prohibido hablar con ellos”. A decir de las autoridades de la Policía Comunitaria, entre sus víctimas había productores de plátano, dueños de comercios y hasta personal de salud.
La captura del asesino a sueldo y jefe de punteros les llevó más de un mes a los policías rurales, debido a que huyó al estado de Colima.
¿Cuáles eran los lugares que escogían para enterrar a la gente que ejecutaban?
—Algunas huertas de plátano, lotes baldíos y barrancas es donde yo sé; de otros lugares no me enteraba.
¿Qué tipo de personas secuestraban, levantaban y asesinaban?
—Pues casi puros dueños de negocio y jóvenes de entre 20 y 30 años.
¿Había mujeres y niños?
Niños no y mujeres solo algunas, pero no señoras.
¿Qué más te tocó ver?
—Sólo cuando los teníamos secuestrados y cuando los tenían ya muertos, pero nunca estuve cuando se los llevaban o los mataban.
¿Levantaban y asesinaban a personas de otros municipios?
—Sí, de Guerrero y de Colima. Acá los traían y nos encargábamos de vigilarlos, de darles de comer y de hacer lo que nos ordenaran.
¿A cuántos has matado?
—No le puedo decir…
¿Por qué?
—Porque a muchos los conocía y ellos conocían a mi familia.
Entre otras cosas, Francisco Javier señala que utilizaba un radio de comunicación desde donde informaba y le informaban sobre los movimientos de las fuerzas federales.
“Con el Ejército y los ministeriales no teníamos problemas porque ellos colaboraban con nosotros y nada más nos encargábamos de vigilar que hicieran lo que les ordenaban, que era dar aviso a los ‘jefes’ de cualquier movimiento hicieran o si tenían la instrucción de algún operativo para que nos fuéramos”, narra El Pibe quien ya capturado ahora teme por su vida y la de su familia.
“Ya con los guachos (soldados) tenían también a alguien que les avisaba cuando ellos entraban al pueblo para que todos los templarios se salieran de aquí hacia Nayarit. No supe los nombres pero les avisaban por mensajes a su celular”, explica.
El Pibe fue reclutado desde 2010 por uno de sus amigos de apodo La Vaca, muerto durante un enfrentamiento entre elementos de la Policía Federal y Los Caballeros Templarios.
Su sueldo era de 3 mil pesos por quincena, pero tenía que realizar otro tipo de tareas debido a una deuda que tenía con el grupo criminal al que le robó droga. “Era pagarles con trabajo y dinero o mataban a mi familia”, apuntó.
Ahora dice vivir el mayor temor de su vida criminal por las células que aún quedan vivas de Los Caballeros Templarios. “El miedo más grande que sentí fue esta vez que me agarraron y pues esta cabrón porque se siente la muerte que ya me trae cortito.