Eran, al menos, 250 sicarios coordinados a las órdenes de Nemesio Oseguera, El Mencho, explotando gasolinerías, quemando autos civiles y patrullas, jalando el gatillo hasta terminarse la vida de más de 30 elementos federales, entre policías y militares...
Era el Cártel Jalisco Nueva Generación que, derribando un helicóptero Cougar de la Marina, nos comunicaba a todos que había un nuevo dueño en la plaza.
Fue hace poco más de un año, el primero de mayo de 2015, cuando el CJNG abrió en Jalisco las puertas de un infierno dejando ver su capacidad de reacción y fuego, mostrando que siempre hablaron en serio, desde aquellos días en que eran conocidos como los mata zetas, de su ambición, de su búsqueda por la hegemonía de los narcóticos en el continente.
A diferencia de la guerra en el Golfo, entre Zetas y CDG, explosiva, sanguinaria y escandalosa en muertes y exposiciones macabras, la del Pacífico tiene más bien la escuela de la pax narca, de la discreción relativa, y es que cuando se domina, literalmente, el mundo de la droga (los productos del cártel llegan hasta Asia), a nadie conviene una batalla fatídica porque entre la cuantía de muertos se corre el riesgo de decapitar a la gallina de los huevos de oro, por eso llama tanto la atención el secuestro del hijo (¿los hijos?) del Chapo hace unos días.
Es bien conocido que el CJNG rompió lazos con el Cártel de Sinaloa desde hace tiempo, también lo es que al Mencho le molesta la presencia de los hijos del Chapo en la zona de Jalisco, particularmente Puerto Vallarta, muy dados al alboroto en restaurantes y antros por su despilfarro de riqueza y prepotencia; pero que esta molestia lleve al CJNG a declararle una guerra al corazón del Cártel de Sinaloa resulta casi inverosímil.
Han surgido varias hipótesis, muchas de ellas propias de la conspiración: desde que los muchachos secuestrados, casi todos amigos o parientes del Chapo Guzmán, fueron traicionados y entregados a los enemigos internos del mismo Cártel de Sinaloa, o que su levantón es parte de una negociación de nuevos territorios para Oseguera o que todo es una treta para fingir su muerte y colocarlos en un lugar seguro, fuera de México, o que es una presión del gobierno mexicano para que El Chapo no diga nada a los gringos una vez que sea extraditado, más las que se elucubren en los próximos días, casi todas válidas ante la falta de información oficial que aporte más datos duros del hecho.
Esto no es un secuestro normal, mercenario, evidentemente no se pedirá un rescate por Alfredillo y sus amigos, no al menos en plata como quizá sí en territorios o poder, no creo que veamos a la Policía Federal liberando a los secuestrados en cadena nacional o a los activistas hablando de las víctimas de la omisión del Estado en brindar seguridad.
Es un asunto de narcos. Es un asunto de los narcos más poderosos del planeta. Es un asunto de, con mayúsculas, Seguridad Nacional. Nadie quiere una guerra.